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Nuevos Cambios en la Casa Blanca

 

Segundopaso – En América Latina, la influencia de los cuatro años de Trump significó el incremento de las políticas de presión contra Cuba y Venezuela, principalmente al cual sumó a Nicaragua. Apoyo a los grupos golpistas que propiciaron la renuncia del ex presidente Evo Morales en Bolivia y la instalación de una dictadura que durante un año trató de destruir todo lo construido en 14 años de gobierno masista.

Ad portas de un cambio de gobierno en Estados Unidos, tras cuatro años de administración del multimillonario Donald Trump, quien perdió la posibilidad de ser reelecto ante el veterano político demócrata Joseph R. Biden; la nación norteamericana vive una profunda crisis política y social que ha dividido a lo que se consideraba el referente democrático occidental por excelencia.

Termina un período de cuatro años de gobierno republicano, cuyos efectos han sido nefastos para gran parte de la humanidad. Una administración, que al calor de la estrecha vinculación con las ideologías extremistas del sionismo y el wahabismo acrecentó la colonización y ocupación de palestina, apoyando la falsa normalización de regímenes corruptos árabes con el ente sionista. Un político megalómano “que aceleró el extremismo en todo el mundo” como sostienen los propios agentes de inteligencia estadounidenses, que observan, igualmente como el extremismo interno cobró relevancia. Un político belicista, negacionista en el plano sanitario con relación al combate a la pandemia del Covid 19. Un Trump quien, según el politólogo Noam Chomsky, en materia ambiental ha representado la mayor amenaza para el planeta.

Se va a los cuarteles de invierno – pero sin dejar de ser una amenaza constante ante la posibilidad que vuelva a competir por el sillón presidencial – arropado por una masa supremacista que ha salido a las calles para mostrar al mundo el tipo de sociedad violenta que pretende ser modelo para el mundo. Un Trump que siguió apoyando la guerra de agresión contra Yemen por parte de la Casa al Saud, quien pagó generosamente esos servicios comprando cientos de miles de millones de dóalres en armas, apoyando incluso los negocios futuros de Donald Trump en el plano inmobiliario y sobre todo, generar aún más intentos de fragmentación de Asia occidental, con el objeto, sobre todo de seguir con su política de máxima presión contra la República Islámica de Irán.

Una administración de gobierno que confrontó a China en el plano comercial con efectos sobre las economías capitalistas del planeta al mismo tiempo que se presionaba al dragón asiático en el plano de tensionar el conflicto en el mar meridional de la China, generando una carrera armamentista en toda la región.  Intensificó su política de estrechar y constreñir a la federación rusa al interior de sus fronteras, incrementando las presiones de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) acompañado de medidas en el plano de la suspensión y término de tratados de control nuclear. Al mismo tiempo que se presionó a Europa a incrementar sus aportes en gastos de armas para hacer del organismo militar atlantista la punta de lanza de los intereses hegemónicos de Washington en el mundo.

En América Latina, la influencia de los cuatro años de Trump significó el incremento de las políticas de presión contra Cuba y Venezuela, principalmente al cual sumó a Nicaragua. Apoyo a los grupos golpistas que propiciaron la renuncia del ex presidente Evo Morales en Bolivia y la instalación de una dictadura que durante un año trató de destruir todo lo construido en 14 años de gobierno masista. En el caso específico de Cuba, la administración Trump echó atrás todas las medidas que Barack Obama implementó para tratar de normalizar las relaciones entre ambos países. Medidas que significaron poner presión en el ámbito financiero, suspender todo tipo de vuelos, eliminar mecanismos de transferencia de dinero e incrementar la política de embargo y bloqueo.

Como guinda de la torta agresiva de Washington contra Cuba, el día 11 de enero pasado, el Departamento de Estado norteamericano calificó a Cuba como “patrocinador del terrorismo” colocándolo en una lista que implicará mayores ataques. Un acto de cinismo e hipocresía mayor tomando en cuenta que precisamente Washington es el principal violador d ellos derechos humanos en el mundo, el país que más agrede a las naciones en forma directa o indirecta y quien posee, como ejemplo de esa política belicista, 800 bases militares a lo largo del mundo. Una medida que pretende poner trabas a la posibilidad que Joe Biden reestablezca relaciones formales con Cuba.

Con Venezuela, los cuatro años de Trump han sido un desastre. Medidas en el plano económico, financiero, robo de activos venezolanos en bancos extranjeros, usurpación de empresas como Citgo en Estados Unidos, incremento de acciones desestabilizadoras utilizando a gobiernos títeres agrupados en el llamado grupo de Lima. La intensificación de acciones golpistas, conspiraciones y acciones armadas con mercenarios desde suelo colombiano. Intentos de bloqueo naval frente a las costas venezolanas, para tratar de impedir el intercambio comercial de la nación latinoamericana con sus socios y que tuvo un escenario de profunda tensión en noviembre y diciembre del año 2020 cuando supertanques de la República Islámica de Irán, navegaron y atracaron en puertos venezolanos con su carga de gasolina y repuestos para la industria energética venezolana.

A estas alturas, con el necesario balance a la hora de la partida de Donald Trump, resulta evidente que sus años de gobierno fueron fatales para los países latinoamericanos, olvidados de la política exterior estadounidense. Reprimidos en sus afanes de inmigración como se visualizó con la serie de medidas contra los llamado países del Triángulo Norte de Centroamérica y las amenazas contra México con relación a este tema migratorio y el sempiterno tema del muro fronterizo. Una Latinoamérica olvidad y donde sólo se apeló a algunos de ellos cuando se les requirió para atacar ya sea a Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela. Un gobierno estadounidense que otorgó el aval cómplice a gobiernos claramente antipopulares como el de Ecuador, Chile y Colombia donde las protestas sociales tuvieron en las cuerdas a estos gobiernos amigos de Washington.

¿Qué se espera del nuevo gobierno de Biden? Lo primero, aquietar las aguas de una sociedad estadounidense convulsa, fragmentada, dividida, con altos niveles de violencia racial, violencia social, con una amplia brecha económica, decenas de millones de pobres y una pandemia del Covid 19 que exigirá redoblar los esfuerzos de lucha tras una administración negacionista. Una sociedad radicalizada, donde el número de armas supera al de habitantes, una sociedad desquiciada. Biden recibe un país que se marginó de los acuerdos climáticos, que no confía en la organización mundial de la salud, que se inclinó por la defensa extrema del sionismo a contrapelo de las leyes internacionales.  Biden encuentra un país donde los grupos de presión sionista, saudí, energético, el complejo militar industrial es más fuertes que nunca y lo seguirán siendo pues representan una d elas columnas de los poderes fácticos en esta nación.

Ha trascendido que el presidente electo, que tomará el cargo de pleno derecho este 20 de enero del 2021 comenzará a gobernar mediante una serie de ordenes ejecutivas. Mediante la emisión de decretos que van en la dirección de revertir los vetos migratorios, relacionado con la polémica decisión islamófoba de Trump de restringir el ingreso de viajeros de creencia musulmana) y que afectó, principalmente a ciudadanos de Irán, Libia, Siria, Yemen y Somalia. Como también permitir la reunificación de familias separadas en la frontera entre Estados unidos y México, lo que podría implicar dar luces y tomar medidas favorables a los miles de inmigrantes que vienen en marcha desde Centroamérica.

Además de lo señalado se afirma que Biden anunciará su regreso a los Acuerdos de París en materia climática como lo prometió hace tres meses atrás en plena campaña presidencial. En el plano sanitario tomará medidas destinadas a intensificar el uso de mascarillas, vacunar la mayor cantidad de norteamericanos – se habla de vacunar 100 millones de norteamericanos en sus primeros 100 días – e intensificar la coordinación entre el gobierno central y los gobernadores. Sumará una batería de medidas económicas para dinamizar una economía alicaída que constará de al menos 1.9 billones de dólares.

No hay luces sobre situaciones fundamentales y que refieren a Cuba y si se volverá a un proceso de normalización. Venezuela y conocer si la política de máxima presión contra esta nación sudamericana continuará o se trabajará por acercar posiciones. Irán y el plan integral de acción conjunta, que implica cumplir los compromisos asumidos en la firma del JCPOA en julio del año 2015.

El papel de Estados Unidos en las guerras de agresión en el Magreb, Asia occidental y central requiere resolver las interrogantes si seguirá con su apoyo incondicional al sionismo o frenará la política criminal de colonización y asentamiento irrefrenable de esta entidad contra el pueblo palestino. ¿Cuál será la postura de Washington en Irak, Siria, Afganistán, Libia?

Múltiples interrogantes donde mis esperanzas no son muy auspiciosas, tomando en cuenta los poderes de los grupos de presión que marcan la política exterior estadounidense. Joseph R. Biden marcará el paso con algunos matices diferenciadores con el trumpismo o definitivamente tratar de entrar en la historia como un presidente capaz de revertir la tendencia a la baja de su país.

Mis esperanzas no son muy halagüeñas pues a lo largo de 245 años de vida de Estados Unidos hemos sido testigos de una nación, cuya creencia en su mítico destino manifiesto y su creencia de considerarse faro de la humanidad, simplemente ha significado conformar un mundo cada día más abismal entre aquellos que gozan de las riquezas, bondades y bienes de nuestro planeta y aquellos que sólo pueden sobrevivir. La casta política estadounidense ha demostrado que tanto demócratas como republicanos, ambos, a pesar de sus aparentes diferencias, son la misma amenaza para la humanidad. Hasta ahora nada, radicalmente distinto, ha hecho cambiar esta opinión.

Pablo Jofré Leal

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