Según el informe del Servicio Internacional de la Agencia de Noticias de Radio y Televisión de Irán, el Oeste de Asia es una región estratégicamente crucial a nivel mundial, porque conecta desde el punto de vista geográfico los tres continentes de Asia, Europa y África. Además, por esta región transcurren las vías navegables más importantes del mundo, incluidos el Golfo Pérsico, el mar de Omán, el mar Rojo y el Mediterráneo.
También se ubican en esta región algunos de los puntos más estratégicos del mundo, por ejemplo: el estrecho de Ormuz y de Bab al-Mandeb. Desde el punto de vista religioso, el Oeste de Asia es el lugar de origen de las tres grandes religiones celestiales, es decir: el Islam, el cristianismo y el judaísmo.
La situación especial del Oeste de Asia ha hecho que los colonialistas busquen desde siempre hacerse con el control de la región a fin de materializar sus intereses. Y, evidentemente, Estados Unidos es uno de los países occidentales que trata de dominar el Oeste de Asia.
La intervención de Estados Unidos en el Oeste de Asia
Cuando, en 1968, el Reino Unido dijo haberse retirado de las tierras de Suez Oriental, Estados Unidos, debido a la importancia geoestratégica y geoeconómica del Oeste de Asia y del Golfo Pérsico, inició sus esfuerzos para influir eficazmente en el área y asegurar los intereses del Occidente en la región del Oeste de Asia.
En la década de 1970, el entonces presidente de Estados Unidos Richard Nixon siguió una política denominada de "dos pilares" en relación con el Oeste de Asia. Según dicha política, el régimen de Pahlavi en Irán y el régimen de Al-Saud en Arabia Saudí, los dos pilares principales de los planes estadounidenses, tenían la tarea de proteger y llenar el vacío de poder en la región del Golfo Pérsico.
De acuerdo con esa misma política, Estados Unidos proporcionó asistencia económica y militar al régimen de Pahlavi y al régimen de Al-Saud y los fortaleció. Con ello Estados Unidos pretendía garantizar la seguridad en toda la región evitando, sin embargo, su presencia directa en la zona, que no se consideraba una opción deseable para Estados Unidos.
Al contrario que en las décadas de 1960 y 1990, en las que el enfoque de Estados Unidos en el Oeste de Asia y en Europa consistió en desplegar grandes fuerzas militares en dichas áreas, en 1970 prefirió mantener una pequeña fuerza militar en el Oeste de Asia y contar con sus aliados regionales para avanzar sus metas.
En este sentido, Estados Unidos, además de apoyar a los regímenes Pahlavi y Al-Saud, también respaldó al régimen sionista, en tanto un régimen que se oponía a los aliados árabes de la Unión Soviética en la región. En el Golfo Pérsico Washington pretendía, asimismo, establecer un equilibrio de poder.
Después de la victoria de la Revolución Islámica en Irán y en la guerra Irán-Iraq, Estados Unidos se puso del lado de Iraq, pero, luego, durante la invasión de Iraq a Kuwait, Estados Unidos se enfrentó a Iraq. Estas maniobras y cambios políticos evidenciaron la flexibilidad estratégica de Estados Unidos frente a los múltiples desafíos en el Oeste de Asia.
Con el final de la Guerra Fría, se esperaba que la intervención de Estados Unidos en el Oeste de Asia disminuyese, dado que ya no existía una amenaza externa; muy al contrario, el papel de Estados Unidos en el Oeste de Asia se expandió aun más.
La estrategia de “doble contención” que utilizó Bill Clinton para reemplazar el equilibrio de poder, puso a Estados Unidos en el papel de la gendarme regional. Según Stephen Walt, esta política obligó a Estados Unidos a mantener un número significativo de fuerzas terrestres y aéreas en Arabia Saudí.
Esta acción allanó el camino para la radicalización de la región, el fortalecimiento de los grupos takfiríes y wahabíes, y la planificación de un plan de ataque contra Estados Unidos, el 11 de septiembre.
A partir del 11 de septiembre, el enfoque de Estados Unidos hacia el Oeste de Asia cambió y la lucha contra el terrorismo se convirtió en una de las principales prioridades de la política exterior del país. Bajo dicha premisa se llevaron a cabo ataques militares directos contra Iraq y Afganistán. Los ataques del 11 de septiembre brindaron a Estados Unidos dos oportunidades para luchar contra el terrorismo a fin de consolidar su superioridad aplicando una política de ataque preventivo.
De hecho, se puede afirmar que la estrategia disuasoria de Estados Unidos utilizada durante la Guerra Fría se sustituyó por una estrategia intervencionista, pero, pocos años después de la invasión de Afganistán e Iraq y la falta de resultados notables, la estrategia de Estados Unidos varió nuevamente de forma perceptible.
Durante la Presidencia de Barack Obama se introdujo una nueva estrategia denominada guerra subsidiaria, y se aplicó tanto en el norte de África como en la región de Chamat y en el Golfo Pérsico. En general, vistas las consecuencias de la guerra, Estados Unidos evitó involucrarse directamente en el campo de batalla e introdujo como parte de su agenda la estrategia de la guerra subsidiaria, los ataques con aviones no tripulados y un enfoque basado en el uso de la fuerza aérea en momentos críticos o una política militar centrada en la intervención militar sin desplegar tropas.
Bases militares estadounidenses en el Oeste de Asia
Estados Unidos mantiene gran número de bases militares, tanto directas como indirectas, en la región del Oeste de Asia. Los estadounidenses, cuando establecieron dichas bases, afirmaron que su propósito era garantizar la seguridad de la región, pero, en realidad, no ha sido así, ya que la presencia militar estadounidense en la zona ha provocado inestabilidad y el agravamiento de las tensiones.
No se pueden ofrecer estadísticas precisas sobre las bases militares estadounidenses en la región del Oeste de Asia, ya que algunas de las instaladas en países del Oeste de Asia parece que pertenecen a dichas naciones, pero, en realidad, están equipadas con armas estadounidenses y prácticamente se encuentran bajo el mando de Estados Unidos.
Algunas estadísticas indican que Estados Unidos cuenta con 21 bases militares distribuidas entre Catar, Arabia Saudí, Kuwait, Baréin, Emiratos Árabes Unidos y Omán, una muestra evidente de su presencia activa en la región del Oeste de Asia. Estas bases son los mayores centros de suministro y equipamiento del ejército terrorista de Estados Unidos en la región.
Kuwait ha proporcionado seis bases a las fuerzas estadounidenses. Así pues, pese a su pequeño tamaño, ha puesto a disposición de los estadounidenses la mayor cantidad de instalaciones en la región. Las bases están ubicadas en las ciudades y regiones de Doha, Kabalz, Arnijan, Ahmad al-Jaber, Ali Salem y Mina al-Ahmadi, y desempeñaron un papel fundamental en la invasión y el apoyo a las fuerzas militares estadounidenses durante la invasión estadounidense de Iraq.
Después de Kuwait, Qatar cuenta con el mayor número de bases militares a disposición de las fuerzas terroristas estadounidenses. De hecho, ya existían cinco bases antes de la guerra de Iraq. El ejército terrorista estadounidense ha utilizado repetidamente estas cinco bases en los últimos años con el objetivo de realizar maniobras militares e invadir Iraq.
Baréin ha permitido a los estadounidenses instalar cuatro bases militares en su territorio e islas, incluyendo la base naval de Al-Maname y la base logística de Al-Moharraq. Dichas bases militares son actualmente las bases estadounidenses más relevantes en la región del Oeste de Asia y las fuerzas terroristas estadounidenses se sirven de ellas en situaciones críticas.
Quinta Flota de la Marina de Estados Unidos
Si repasamos la historia de la presencia de la Marina de Estados Unidos en el Golfo Pérsico observamos que la Marina de Guerra de Estados Unidos ha mantenido una presencia constante en el Golfo Pérsico en los últimos 30 años. Tampoco es una excepción la presencia continua de sus portaviones, que han sido enviados a Estados Unidos de forma esporádica, cuando necesitaban reparaciones y revisión.
La puesta en marcha de la Quinta Flota de Estados Unidos en Baréin en 1995 confirma esta afirmación. Se podría decir que la presencia de fuerzas estadounidenses en la región del Golfo Pérsico se ha vuelto incluso más amplia desde 2001 debido a las guerras de Iraq y Afganistán. Durante la última década, los portaviones estadounidenses siempre han permanecido estacionados en el Golfo Pérsico: su ausencia más prolongada en los últimos 10 años ha durado solo unos 10 meses.
Injerencia de Estados Unidos en las cuestiones políticas del Oeste de Asia
La presencia de los estadounidenses en la región del Oeste de Asia no solo abarca la dimensión militar, sino que también se ha inmiscuido en los asuntos políticos e internos de algunos países de la región.
Estados Unidos ha tratado de desestabilizar a países como Siria, Iraq, Yemen y El Líbano y, en última instancia, establecer gobiernos que le sean afines.
Como parte de las injerencias políticas de Estados Unidos en los asuntos internos de los países de la región se podrían citar: la imposición de sanciones y presiones económicas opresivas, el apoyo a los alborotadores y sediciosos, el respaldo a los gobiernos que le son afines, como, por ejemplo, el Gobierno de Abd Rabbuh Mansour al-Hadi en Yemen, conatos para derrocar a gobiernos legítimos y democráticos como el Gobierno de Bashar al-Assad en Siria, ataques a Fuerzas Populares como al-Hashd al-Shabi en Iraq y el Hezbollah en El Líbano y también sus esfuerzos para obstaculizar la celebración de elecciones. A continuación referiremos a algunos de esos casos:
La principal postura de Estados Unidos ante los levantamientos de Baréin fue apoyar abiertamente la represión de los revolucionarios de ese país y aceptar la presencia militar de Arabia Saudí y de algunos países árabes del Golfo Pérsico para poner fin a las protestas populares.
Respecto a Yemen, Estados Unidos dio subrepticiamente un giro político en cuanto a Yemen al no estar de acuerdo con las reformas propuestas por Abdullah Saleh; y con la ayuda de Arabia Saudí y del Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico, allanó el camino para la transferencia de poder del dictador yemení a su sucesor. Pero en 2014, el pueblo yemení reanudó sus protestas y declaró su apoyo al movimiento yemení Ansarullah, ya que Mansour Hadi había desoído sus demandas y dependía completamente del exterior. Arabia Saudí, con el apoyo directo de Estados Unidos, atacó al empobrecido país árabe en marzo de 2015 a fin de devolver al poder al huido Mansour Hadi e impedir el posible ascenso al poder de Ansarullah en Yemen, y así provocó la actual guerra.
Estados Unidos también está interfiriendo en los asuntos internos y políticos de Iraq. De hecho, pretende que los gobiernos iraquíes secunden las políticas estadounidenses, pero el pueblo iraquí y los grupos populares se han resistido a las exigencias ilegítimas de Estados Unidos. El énfasis de los grupos populares iraquíes en la independencia y su oposición a la intervención estadounidense han conducido a que mercenarios estadounidenses organicen y pongan en marcha una conspiración en Iraq y, por tanto, a la reanudación de la violencia y a los disturbios en el país.
Siria tampoco es una excepción: los grupos terroristas, con el apoyo del eje árabe-hebreo-occidental y liderados por Estados Unidos, intentaron derrocar al gobierno legítimo y popular de Siria, ocupando Siria e iniciando una guerra y un terrible derramamiento de sangre, pero fracasaron.
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Estados Unidos ha gastado ingentes sumas de dinero en las últimas décadas para lograr sus objetivos en varios países del Oeste de Asia, pero, independientemente del alto costo, no ha cosechado éxitos de consideración en el logro de sus objetivos.
Estados Unidos, en apariencia, dice evacuar sus bases militares en algunos países de la región del Oeste de Asia, pero, en realidad, Estados Unidos pretende instalar nuevas bases para satisfacer sus necesidades actuales.
Las acciones de Estados Unidos en la región del Oeste de Asia han proporcionado lecciones históricas a los gobiernos y a la opinión pública de la zona, pues las autoridades que confiaron en Estados Unidos y descuidaron a su pueblo, han visto cómo su gobierno era derrocado y el país se convertía en inestable e inseguro.
Finalmente, se puede afirmar, como dijo el Líder Supremo de la Revolución Islámica de Irán, que los signos del declive de Estados Unidos se han vuelto más visibles no solo en la región del Oeste de Asia sino en todo el mundo. Según una perspectiva más amplia, diríamos que la autoridad, el poder y la solemnidad de Estado Unidos están en declive; y el Estados Unidos de hoy en día es mucho más débil que el de hace cuatro décadas.
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