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Covid 19: Una pandemia desigual

AUTORA: JESSICA PERNÍA

Segundo Paso para Nuestra América.- ¿Está garantizada la distribución equitativa de las vacunas contra la Covid 19?, ¿qué diferencias existen en el acceso entre países productores y receptores de las vacunas? Es claro que en un contexto de pandemia y con la crisis económica que esta acarrea, el metabolismo del capital busque proteger los procesos de acumulación por encima de la salud de la mayoría de la población mundial, pero las experiencias desarrolladas por estados soberanos han demostrado que la sociedad organizada y lejos del interés mercantil, sí cuenta con fortalezas que pueden detener el avance del virus, que representa un grave peligro para la humanidad.

La pandemia de la Covid-19 ha trastocado las dinámicas humanas en todas sus dimensiones. Los países han buscado respuestas a la tragedia que ha representado la evolución del virus para sus economías y el funcionamiento de sus sociedades. En este contexto, se ha desarrollado una carrera por la generación de vacunas por parte de las grandes industrias farmacéuticas mundiales, así como también de importantes centros de investigación privados, pero también centros de investigación y producción en países soberanos. 

La Organización Mundial de la Salud ha establecido el mecanismo COVAX, como respuesta de emergencia que garantiza la distribución y acceso a las vacunas de manera “equitativa” por parte de las distintas naciones, demostrar diferenciaciones entre países de bajos, medianos y altos ingresos. Pero, ¿está garantizada la distribución equitativa de las vacunas?, ¿qué diferencias existen en el acceso entre países productores y receptores de las vacunas?, ¿por qué no han sido liberadas las patentes de las vacunas creadas para que la humanidad pueda dar una respuesta más acelerada a la propagación del virus y sus variantes?, ¿qué alternativas plantean los países soberanos para la producción y distribución equitativa de las vacunas creadas en sus centros de investigación?

Si bien el mecanismo COVAX integra a todos los países con independencia de su nivel de ingresos, lo que queda claro es que no ha ocurrido lo mismo con los mecanismos de producción y distribución.

El desarrollo de vacunas ha implicado un período extenso de investigación, control y verificación, en contraste con la propagación del virus y sus variantes, aumentando de esta manera, el tiempo en el que la población puede ser inmunizada o protegida.

Por esta razón, el mecanismo ha recurrido al adelanto en paralelo de las distintas fases del proceso protocolar para certificar las vacunas, reduciendo los tiempos para su fabricación “con el fin de que las vacunas pueden utilizar sin demora una vez que se haya demostrado que son seguras y eficaces”, afirmó el vocero de la propia OMS, durante septiembre de 2021. A su vez, se han facilitado procesos logísticos para la aprobación de las vacunas de manera expedita a distintos fabricantes privados y públicos para el desarrollo de distintas vacunas experimentales en el menor tiempo posible, que también coadyuven a la inmunización temprana. Así mismo, se ha recaudado el financiamiento para la fabricación de 4.500 millones de vacunas, lo que podría abarcar la protección del 60% de la población mundial.

En la misma declaración de septiembre, la OMS, arrojó cifras sobre el proceso de aplicación del mecanismo, haciendo un llamado de atención a países y fabricantes, ya que una de las mayores problemáticas, precisamente, se centra en la inequidad de la distribución; que sigue mostrando cifras que revelan una gran brecha a favor de los países de altos ingresos en detrimento de los países de bajos ingresos.

Pese a los avances obtenidos tras la consolidación de la iniciativa multilateral COVAX, como el establecimiento de las fases para la aplicación de la vacuna a diversos grupos poblacionales, la obtención de un financiamiento de más de 10.000 millones de dólares y las rutas logísticas para la distribución progresiva a toda la población mundial, los resultados muestran una distancia clara en el proceso de vacunación entre países de altos ingresos y de bajos ingresos. “Con todo, el panorama mundial relativo al acceso a las vacunas contra la COVID-19 es inaceptable. Solo el 20% de las personas en los países de ingresos bajos y medianos bajos han recibido una primera dosis de vacuna, en comparación con el 80% de las personas en los países de ingresos altos y medianos altos (OMS, 2021).

En este, COVAX ha incumplido uno de sus principales objetivos que consisten en la protección de las personas más vulnerables en el contexto de la pandemia, al respecto, la OMS dijo que: “las prohibiciones de exportación, la priorización de acuerdos bilaterales entre fabricantes y países, las continuas dificultades para ampliar la producción que sufrirán algunos productores clave y los retrasos en la presentación de la aprobación reglamentaria”, son factores que obstaculizan la labor del mecanismo.

Queda claro de este modo que la fabricación y distribución de la vacuna contra el COVID-19 y sus diferentes variantes, está sujeta a los intereses de los fabricantes: las grandes compañías farmacéuticas mundiales. Aunque algunos estados nacionales han desarrollado desde sus centros de investigación vacunas para sus respectivas poblaciones, la infraestructura, el personal y la logística que se requiere para la producción y distribución está en manos de la gran industria privada.

La gestión privada de las vacunas prioriza las ganancias de los fabricantes, es la lógica del capitalismo aún frente a una pandemia, la muestra es que los obstáculos relacionados con la distribución se vinculan principalmente con los intereses comerciales de las farmacéuticas y sus financistas.

¿Vacunas soberanas?

Entre tanto, Cuba ha sido ejemplo una vez más de que el desarrollo científico en un país considerado de bajo ingreso, puede alcanzar niveles de eficiencia similares a los de los países de altos ingresos y sus industrias farmacéuticas privadas. La vacuna Abdala, fue desarrollada al 100% en Cuba, obteniendo casi un 90% de efectividad en la inmunización en tres dosis. A estas alturas, se ha autorizado su uso de emergencia en México, Vietnam, San Vicente y las Granadinas, y Venezuela.

También la vacuna Soberana 02, ha obtenido excelentes porcentajes en el proceso de inmunización y es una de las fuertes candidatas a certificación por parte de la OMS, si bien ya está siendo aplicada en distintos países latinoamericanos que han verificado a través de sus mecanismos internos su confianza y eficacia. Irán ha sido un país cooperante de Cuba en este esfuerzo, aplicando la fase tres del desarrollo, pero también ha lanzado su propia vacuna contra la covid-19, la COVIRAN Barekat. El gobierno iraní y sus altas instancias de salud, han aprobado su uso de emergencia.

Estas y otras vacunas se desarrollan en distintos centros científicos de países de bajos y medianos ingresos, y requieren de un seguimiento que contempla las relaciones desiguales de fabricación y aplicación experimental en las primeras fases, en comparación con las compañías farmacéuticas trasnacionales.

La competencia por la certificación de las vacunas ha dejado con ciertas desventajas las experiencias soberanas para obtener los permisos de la OMS, y recorrer las rutas de financiamiento para que estén disponibles para la población en el menor tiempo posible, deteniendo el avance de la pandemia y sus variantes.

Es inevitable cuestionar el papel de los fabricantes de vacunas de los países de altos ingresos y sus respectivos gobiernos, ya que eliminar cualquier tipo de obstáculo burocrático a los procesos de distribución, incluyendo la liberación de las patentes sobre las vacunas, se reduciría de manera más rapida la propagacion del COVID-19.

Es claro que en un contexto de pandemia y con la crisis económica que esta acarrea, el mecanismo del capital busque proteger los procesos de acumulación por encima de la salud de la mayoría de la población mundial, pero las experiencias desarrolladas por estados soberanos han demostrado que la sociedad organizada y lejos del interés mercantil, sí cuenta con fortalezas que pueden detener el avance del virus, que representa un grave peligro para la humanidad.

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