Nos aproximaremos al arte en relación dialéctica con la política, arte y política desde la totalidad, como respuesta ante la violencia del poder y desde la resistencia popular que construye redes semánticas sobre la denuncia, la protesta, en este punto podemos mencionar a Cortázar, el escritor comprometido o la serigrafía de Pinochet en 1982, de Iván Díaz Lavín y Ricardo Pérez Zúñiga, titulada “Ninguna calle llevará tu nombre”.
Toda transformación política es una transformación necesariamente cultural, descolonizadora boliviana Silvia Rivera Cusicanqui en 2010 a “La posibilidad de una reforma cultural profunda en nuestra sociedad depende de la descolonización de nuestros gestos, de nuestros actos y de la lengua con que nombramos el mundo” (Rivera, 2014)
Esta visión entra en contradicción con los lenguajes del arte que genera el poder, legitimando obras connotadas orientadas a la razón y el entendimiento, la razón y verdad coloniales, muchas acciones performativas que se generan colectivamente en los espacios públicos comunitarios no son vistas como arte, a pesar de lo potente del mensaje de los grupos movilizados contra la crisis ambiental, los feminismos, movimientos antiglobalización y apoyo a los migrantes, por ejemplo. Manifestaciones en pandemia por la cercanía
El arte y la política son un ejercicio colectivo, no puede no serlo, sino se le siente, ve o escucha no transciende, no es un acto individual, es un acto donde se revelan la palabra, la imagen los cuerpos las decisiones políticas, la acción política de la transformación, los procesos descolonizadores que revelan la herida de los pueblos no la ocultan en salones excluyentes, solo se oculta el mensaje cuando se es clandestino y es allí donde la madre, la maestra, el niño el obrero sirve de puente para la libertad.
Su comentario