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Los Otros Muros (Parte IV)

Segundopaso ConoSur – Se apagarán los ecos de la conmemoración – la única que parece existir – por la caída del Muro de Berlín, celebraciones, documentales, charlas, programas especiales y sin embargo, los otros muros, las otras barreras continúan allí en el marco de una cosmovisión cuyo objetivo es consolidar el objetivo del pensamiento único, que es construir también un mercado único. En ese plano, derribar esos muros se convierte en un imperativo moral, político y vital.

El problema en Ceuta y Melilla, así como en el muro de segregación entre México y Estados Unidos en materia de inmigración: es el de la desigualdad. El de las profundas diferencias entre el desarrollo de un sector del planeta y otro que se hunde en el marasmo de la miseria. Y ello seguirá así, mientras no se apliquen medidas de fondo, estructurales, en una situación no podrá solucionarse por más altas que se levanten las rejas, por más cuchillas que se coloquen en las cimas de las vallas, por más gruesos que sean los muros y por más represión que se ejerza.

El desarrollo social, económico, el fortalecimiento de las estructuras democráticas, pero también el respeto a la historia y costumbres de los países de origen de los inmigrantes debe ser una tarea compartida, tejiendo alianzas que permitan potenciar las capacidades de cada uno de esos países, invertir en desarrollo y no en caridad. Sustentar un comercio justo, pagando precios reales por los productos que los países más desarrollados importan. No seguir en el abuso crónico de nuestras naciones, en un neocolonialismo donde se niega el acceso a tecnologías, a patentes farmacéuticas, a inversiones que potencien la industria local, que protejan a los pequeños agricultores, que globalice los intereses de los ciudadanos y no sólo el capital financiero. Medidas complejas, difíciles y de escasa recepción porque el modelo de desarrollo de nuestro planeta está basado, precisamente, en la explotación de otros seres humanos, por parte de aquellos que suelen proteger sus torres de marfil.

Resulta sintomático comprobar, que en los muros donde se frena el avance de seres humanos deseosos de llegar a otras tierras, el tránsito de drogas, el comercio ilegal, contrabando y el tráfico de seres humanos para ser explotados y prostituidos, se intensifica día a día. En quince de los veintes muros más conocidos del mundo el narcotráfico, campea a su anchas. La heroína, el hachís, la cocaína son algunos de los productos que suelen atravesar sin grandes dificultades las rejas impuestas por los gobiernos, generando con ello altísimos niveles de corrupción entre la burocracia, las fuerzas militares y los funcionarios y traficantes de ambos lados de las fronteras.

Muros sociales, políticos, religiosos

La construcción de muros, vallas, rejas, empalizadas, cercas, alambradas, separaciones continúan siendo una práctica habitual ya sea para impedir la entrada o salida de inmigrantes y emigrantes, ocupar territorios que no le pertenecen a la potencia que construye este instrumento de represión o simplemente para, dentro de un mismo país segregar a sus propios connacionales por razones económicas, sociales, religiosas y de origen racial.

Tal es el caso de los muros que el Estado de Rio de Janeiro en Brasil ha construido, desde el año 2009 en adelante, alrededor de las favelas del Barrio Santa Marta y la Rocinha – a los que se unieron otras once favelas de menores dimensiones -. En el barrio de Santa Marta se levantaron ya 600 metros de muralla, mientras que en Rocinha – favela con 250 mil habitantes – el gobierno de la ciudad acordó limitar estos muros a las zonas con peligro de deslizamiento. El resto se compondrá, según las autoridades, de senderos ecológicos y parques. La excusa gubernamental es que dichos muros son para impedir el crecimiento de este tipo de barrios y al mismo tiempo proteger la flora y fauna de las colinas que rodean Rio de Janeiro. A esa idea, las organizaciones críticas de esta construcción alegan que dichos muros simplemente son para aislar a los barrios más empobrecidos y separarlos así de las zonas más lujosas de Rio, al mismo tiempo que se intensifica la lucha contra el narcotráfico que suele estar radicado en estas favelas.

En Irlanda del Norte, específicamente en su capital, Belfast, a partir del año 1969 se comenzaron a erigir las denominadas “línea de paz” como medida temporal para separar a las comunidades católicas y protestantes de este enclave inglés en territorio irlandés. Son una serie de barreras de separación, que a pesar de los acuerdos de paz firmado entre Londres y el Ejército Republicano irlandés (IRA) el año 1998 siguen en pie e incluso el último de esos muros fue levantado el año 2013 en los terrenos de una escuela primaria, tras una serie de hechos que tensionaron la convivencia entre ambos grupos religiosos. Se calcula que existen unos 20 kilómetros de murallones y como muestra de su presencia, las puertas de hierro que separan al este unionista – aliado del Reino Unido – del sector mayoritariamente independentista y republicano se cierra cada noche en un virtual toque de queda.

Vista general de una barrera que divide las comunidades lealistas de las nacionalistas, en Belfast

En Europa central se yergue Eslovaquia. Allí las autoridades, principalmente de algunos municipios de sus principales ciudades, sobre todo en los últimos ocho años han estado construyendo una serie de muros (14 hasta el momento) destinado a separar a la comunidad romaní del resto de la sociedad eslovaca. Velka, Ida, Kosice y Ostrovany son algunas de estas ciudades donde estos baluartes de la segregación tratan, según las autoridades municipales, que han dado órdenes de levantar estas barreras “de evitar un infierno diario a las personas que viven cerca de los barrios gitanos”.

La Comisión Europea pidió la destrucción del último muro de hormigón levantado en la capital eslovaca – declarada Capital Cultural de Europa el año 2013 – alegando que “la construcción de barreras físicas representan una ruptura con los valores sobre los que se fundamenta nuestra Unión, incluido el respeto de la dignidad humana y los derechos humanos, también de los de las personas pertenecientes a minorías” según expresó el Comisionado responsable de Educación y Cultura, Androulla Vassiliou, en una carta al alcalde de Kosice, Richard Rasi. A pesar de estas palabras y esta exigencia la Comisión Europea no se ha pronunciado por otros muros y barreras tan arbitrarias, injustas y violatorias de los derechos humanos como las que construyó España en Ceuta y Melilla.

Muro en Ostrovany construido para separar la mayoría de la población, que es gitana.

En la misma civilizada y milenaria Europa, en una pequeña isla del Levante Mediterráneo se encuentra Chipre. Allí las comunidades griegas – mayoritarias – y turcas ocupaban distintos barrios de su capital, Nicosia, constituyendo de facto una línea divisoria que se materializó tras la declaración de Independencia de Chipre el año 1960 y una serie de enfrentamientos el año 1963, que obligaron a las autoridades británicas, en un trabajo conjunto con fuerzas griegas y turcas presentes en la isla a dividir la capital mediante una denominada Línea Verde. Una franja desmilitarizada patrullada por una Misión de las Naciones Unidas.

Esta línea, que se extiende por 180 kilómetros, divide a la isla en dos y se fortaleció con la invasión por parte de Turquía de la isla en julio del año 1974, convirtiéndose de facto en frontera cuando el año 1983 la parte norte de la isla, ocupada por Turquía se proclamó como República Turca del Norte de Chipre. Entidad que ha sido reconocido sólo por las autoridades e Ankara. Esta franja, patrullada por las Naciones Unidas, no solo divide la isla en dos, sino que partió por la mitad multitud de pueblos y ciudades, entre ellos su capital.

En otro plano, en el sur de África la separación no distingue entre la Fiebre Aftosa y los Inmigrantes, pues la valla construida por el gobierno de Botsuana que lo separa de su vecino de Zimbabue, tiene como argumento principal el impedir la propagación de la fiebre aftosa entre el ganado de ese país surafricano, que es la segunda fuentes de ingresos de divisas después de la explotación diamantífera. La empalizada en cuestión, construida a partir del año 2003, con alambre de púas, tiene dos metros y medio de altura y se extiende a lo largo de unos 500 kilómetros. La idea original contemplaba electrificarla y vigilarla con un cuerpo especial, sin embargo, las propias condiciones geográficas y el costo económico impidió dicha idea pero…la cerca sigue allí dividiendo a dos pueblos, uno con mayor nivel económico que el otro, pero ambos muy lejos de los mejores indicadores de desarrollo humano.

La explicación de las autoridades de Botsuana no dio satisfacción a las autoridades de Zimbabue que consideran la construcción de esta valla no como una medida fitosanitaria, sino que está destinada a detener el creciente flujo de inmigrantes de su país, en busca de mejores oportunidades de vida en su vecino. La economía de Zimbabue está en ruinas con niveles de hiperinflación que han llegado al 100 mil por ciento y un tasa de desempleo del 90%, junto a una crisis sanitaria de envergadura como es el caso del virus VIH que afecta a un 30%% de la población. Como consecuencia del estado del país, son miles los habitantes de Zimbabue que tratan de cruzar a Botsuana como también a Sudáfrica, que son consideradas dos de las economías más prosperas del continente africano.

En Asia Central, en una de las zonas “calientes” del mundo, Uzbekistán se ha dotado de alambres de púas, cercas electrificadas, campos minados para poner una barrera que impida, según el gobierno uzbeco la entrada de “militantes islámicos radicales” de las vecinas Afganistán, Kirguistán y Tayikistán. En una política ampliamente respaldada por Estados unidos que ve en esta relación con el gobierno Uzbeco la posibilidad de acceder no sólo a las riquezas hidrocarburíferas de esta ex República Soviética sino también servir de aliado en su lucha contra el talibán y país tapón contra los afanes de hegemonía rusa en la región.

La frontera entre Uzbekistán y Afganistán está dotada de una cerca electrificada con 380 voltios, que se unen a los 1.100 kilómetros de alambres de púas que separan a este país de Kirguistán. Con Tayikistán, los 1.500 kilómetros de longitud, la barrera de alambre de púas está reforzada por campos de minas antipersonales sin estar dotadas de mapas o seguridad de dónde se encuentran estos campos lo que constituye altísimos niveles de inseguridad.

Derribar los muros

Sea en América del Norte, África, Asia Central, Medio Oriente, Europa o el Lejano Oriente los muros, las vallas, las cercas y alambras son creaciones destinadas a separar, a dividir, a segregar, a hacer más injustas las relaciones entre nuestras sociedades. El mundo del Tercer Milenio muestra la marcha de un sistema, parafraseando la frase de un fallecido Príncipe de la Iglesia, como “intrínsecamente perverso”, donde la riqueza social, conseguida a golpe de reivindicaciones, luchas, prisión, represión y muerte de millones de hombres y mujeres a lo largo de la historia, ha quedado concentrada en unas pocas manos.

Un mundo donde caminamos conscientemente hacia la autodestrucción de la naturaleza. Una etapa histórica donde se ha agravado la brecha entre ricos y pobres y la miseria se ahonda según se aleja de la holgura soberbia de los poderosos. Brechas donde los muros permiten taponar las exigencias, frenar los anhelos, detener los sueños de mejores perspectivas de vida.

La mutación del orden mundial ha estado marcada por numerosas y sucesivas crisis, junto con sus cíclicas recuperaciones, sobre todo desde finales de los años setenta. Estas dificultades están signadas por la aparición de contradicciones que ponen en peligro la propia supervivencia de los seres humanos. Una de ellas es la irracionalidad del capitalismo global, sostenido en su incesante búsqueda de ganancias en la destrucción de la naturaleza. Como nunca antes, en la historia de la humanidad, han coincidido tantos y tan complejos problemas al mismo tiempo: hambrunas periódicas, guerras, pobreza y miseria en gran parte de la humanidad, diferencias abismales entre los países desarrollados y los subdesarrollados, cesantía y baja calidad del trabajo.

Todo ello unido a una capacidad de destrucción militar que se ha puesto en marcha para someter a aquellos que no se enrielan en las vías señaladas por el gobierno global. A lo que se agrega, sobre todo a partir de la década de los noventa del siglo XX, uno de los mayores movimientos migratorios que ha tenido la modernidad: desde las zonas más pobres del mundo hacia los sectores más desarrollados; ya sea dirección Este-Oeste o Sur-Norte incluyendo la propia migración campo-ciudad que está despoblando las zonas rurales de todo el planeta. Y en ese plano los muros cumplen su papel de puntas de lanza del dominio, separando en materias religiosas, económicas, sociales, políticas y militares.

Se apagarán los ecos de la conmemoración – la única que parece existir – por la caída del Muro de Berlín, celebraciones, documentales, charlas, programas especiales y sin embargo, los otros muros, las otras barreras continúan allí en el marco de una cosmovisión cuyo objetivo es consolidar el objetivo del pensamiento único, que es construir también un mercado único. En ese plano, derribar esos muros se convierte en un imperativo moral, político y vital.

Pablo Jofré leal

Artículo SegundoPaso ConoSur

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