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El declive y “Muerte de la narrativa”: AMLO, Truss y la gran doble moral de nuestros tiempos

AUTOR: OMAR HASSAAN FARIÑAS. ILUSTRACIÓN; ETTEN CARVALLO

Segundo Paso para Nuestra América.- El destacado analista internacional, Omar Hassan, lanza al aire la siguiente pregunta: ¿Cómo medimos el declive y la pérdida de hegemonía? Para responder a esta interrogante que ha ganado mucha relevancia y pertinencia en la actualidad, realiza un análisis de las narrativas de la dominación y del comportamiento de los “Occidentales”, en contraste con el resto del planeta. En este sentido, “Occidente siempre ha generado discursos justificativos que disfrazan las intenciones reales de sus acciones, con la finalidad de equilibrar entre la falsa mantra de superioridad moral”.

¿Cómo medimos el declive y la pérdida de hegemonía? Existen muchos trabajos sobre este tema, y, sin duda alguna, es una interrogante que ha ganado mucha relevancia y pertinencia en la actualidad, particularmente si estamos observando el comportamiento de los “Occidentales”, y realizando el contraste con el resto del planeta.

Mi hermano, como ciudadano de ese mundo Occidental (vive en Canadá desde 1987), no posee interés alguno en la política, así como la mayoría de estos, todos acondicionados a la desmovilización permanente y perpetua, hasta que se decrete necesario odiar a alguien nuevo: Saddam Hussein, todos los árabes, todos los musulmanes, las “mulas” drogadictas de Centroamérica y de la América Meridional, luego el Talibán, los “mullas” en Irán – naturalmente – el “malévolo” Gadafi, etc. En vez, pasamos a evaluar aspectos como la industria del entretenimiento: la música, la cinematografía, la televisión, entre otras. De esto logramos acordar un aspecto muy fundamental: la creatividad se ha evaporado del mundo Occidental.

No obstante, lo que más me jaló la atención fue una expresión que utilizamos en nuestros debates: “la muerte de la narrativa”. En el sentido de la conversación sociocultural, nos referíamos a la extinción de la creatividad en la generación de los productos culturales (como los define el argentino Néstor Canclini), al reeditar narrativas anteriormente exitosas en nuevos “paquetes” comercializadores, para así otorgarle una falsa fachada de novedad, y ocultar la falta total de creatividad, de “esconder” la banalidad y la monótona repetición de lo mundano, por terror a perder la capacidad de comercializar y exprimir más ganancias.

Podemos fácilmente trasladar este mismo debate y proyectarlo al ámbito político e internacional. En este sentido, Occidente siempre ha generado discursos justificativos que disfrazan las intenciones reales de sus acciones, con la finalidad de equilibrar entre la falsa mantra de superioridad moral que tanto anhela exhibir a todos, y la sangrienta brutalidad de su incontrolable avaricia y su inmedible arrogancia y jactancia, ambos elementos que conforman la base fundamental de su política exterior.

La muy mal llamada “conquista del Oeste”, por ejemplo, de los gringos en Norteamérica durante el Siglo XIX, fue un esfuerzo del “gran hombre blanco”, cristiano, seguramente, pero más importante, ario, europeo, luchando contra todos los elementos inanimados o salvajes de los bosques norteamericanos: los ríos, las montañas, las serpientes, los lobos, los amerindios y los “medio indios” (estos serían los “mexicanos”, una sola “raza” que se extiende desde el Río Bravo, y hasta la Patagonia), los búfalos y los demás objetos no vivientes y animales que acabamos de indicar. Fue la audacia y la fuerza del anglosajón, que “pobló” el “vast wilderness” (vasta tierra salvaje) de Norteamérica, ya que era hasta su llegada un “terra nullius”, sin población alguna.

Durante las expansiones hacia Centroamérica y Suramérica (Siglos XIX y XX), también generaron sus propias e interesantes narrativas: los “niños” infantiles del patio trasero requieren de guía constante en sus procesos de “crecimiento”, para que al final puedan encontrar la “civilización”, ya que estos son subdesarrollados, quizás por razones genéticas, o ambientales, o por la mera temperatura de sus regiones. No obstante, es la responsabilidad del Hombre Blanco ayudarlos a salir de la ignorancia, a través de acciones “educativas”, como por ejemplo separar un istmo del resto de su país, para así poder construir un canal mucho más barato (Bogotá quería más por el Canal, pero Teddy Roosevelt solo quería usar su “Big Stick”), pero esto fue un acto de amor y educación para estos “mongrels” y “half-breeds” (no existen traducciones precisas al Castellano para estos dos términos).

Con el tiempo, los discursos justificadores se hicieron cada vez más difíciles de sustentar: los malvados vietnamitas; los diabólicos árabes de Irak; los diabólicos árabes de Persia (por favor no corregir a George Walker Bush cuando declaró que los árabes y los persas son lo mismo. ¿Acaso los venezolanos y los filipinos no son lo mismo, ya que ambos son mayoritariamente católicos?); los “horribles” Talibanes de Afganistán (a pesar de que en los tiempos de Ronnie (Regan), estos fueron recibidos en la Casa Blanca como los “George Washington de la Asia Central”), el satánico Muammar el Gadafi, entre tantos otros villanos.

Después llegaron villanos aún más difíciles de satanizar, como el desagradable teniente coronel del “México con Petróleo”, quien fue una desagradable reencarnación del otro desagradable militar del “México que está aún más abajo” (nos referimos aquí específicamente al General Juan Domingo Perón). Esta maquiavélica reencarnación de Perón – el teniente coronel del México con Petróleo – conspiró con otros del “México que está aún más abajo”– incluyendo el comunista ese que no sabemos por qué no habla español (Lula), para groseramente destruir el ALCA. Después vino el chofer y sindicalista que quedó en el poder después del teniente coronel, y también el cocalero que logramos quitar, pero que después regresó, o fue otro cocalero (¿cómo?), y hasta regresó el amigo de los soviéticos en Nicaragua (Daniel Ortega), y aún sigue el legado del gran demonio de todos estos, el de los 638 atentados de muerte fallidos, y que nunca logramos exterminar (obviamente, Fidel). Construir narrativas para estos era, es y seguirá siendo, un ejercicio que requiere justo lo que Estados Unidos está perdiendo rápidamente en su declive actual, lo mismo que había abordado con mi hermano: la creatividad, ese novedoso discurso, o, la lenta y silenciosa “muerte de la narrativa”.

Hoy en día, estamos observando la descendiente trayectoria de las narrativas occidentales: El malévolo Señor Putin y el satánico Señor Xi, son ahora la gran amenaza existencial más contundente contra la paz mundial, la civilización humana, la propia existencia de la especie, el cambio climático, la capa de ozono, la economía global, incluso hasta son la amenaza que acabará con los propios osos polares en la Antárctica (aunque no existen osos polares en Antárctica, solo en el Polo Norte). Antes, era la Unión Soviética, el régimen en Hanoi, los malvados norcoreanos, después el Qaeda, después Saddam Hussein, y ahora es Putin y Xi. En realidad, es la rutina del imperio, es la selección del momento, la “moda” que pasa y el capricho del hoy, nada inusual, nada nuevo para la potencia occidental principal y sus secuaces. No obstante, esta vez si hay algo cualitativamente diferente, algo que no es precisamente lo que siempre esperamos del inexhaustible y repetitivo modelo de las narrativas occidentales.

Algunos me dirán que la gran diferencia entre las narrativas anteriores y las de la actualidad, es que Putin y Xi – o, como debe ser, Rusia y China – no son realmente el “gran peligro que amenaza a la humanidad”, sino solamente amenazan la hegemonía gringa. En realidad, hay algo mucho más profundo y relevante que separa las actuales narrativas occidentales, de todas las demás. La gran diferencia es que la “fuerza y capacidad de penetración” de estos discursos occidentales ha cambiado cualitativamente, tanto por el grado obtuso de su divorcio con las realidades que nos rodean, como por su incapacidad para convencer y movilizar. Las narrativas construidas para justificar las barbarías en Vietnam eran tan absurdas e irreales como las de la actualidad. A pesar de esto, lograron penetración, tuvieron sus grados de éxito, y por más que sufría en deficiencias ontológicas, lograron generar simpatizantes, apologistas y agentes serviles.

Hoy en día, las mismas fábricas de narrativas que engendran estos mismos monstruos mutantes de discursos, en vez de consolidar el poderío global que se anhela, han logrado que jefes de Estados africanos le reclamen a Estados Unidos por la guerra en Ucrania, en vez de apoyar al país imperial. Tenemos títeres como el de Kiev hablando de Simón Bolívar a los países latinoamericanos en el asqueroso foro del “Ministerio de las Colonias”, a favor de la “narrativa” gringa, pero con poco éxito. Peor aún, tenemos a la China – y la India, países que casi nunca comparten criterios – en pleno desafío, Pakistán también lo estuvo, hasta que Washington ordenó la decapitación (política, por los momentos) del jugador de Cricket (Imran Khan). Pero lo más impactante fue la colección de fotos del heredero al trono de El Riad, dando le mano (y no el puño, patéticamente) a Vlad el Malvado y el Bárbaro Xi, con una gigantesca sonrisa que nunca se evidenció cuando le dio el “puño” al sonámbulo del Norte en la ciudad de Yeda, el pasado julio. Imagínense ustedes, Arabia Saudita – la base fundamental del sistema petrodólar y la razón por la cual esa misma moneda imaginaria y fiduciaria sigue dominando el sistema financiero– generando políticas petroleras independientemente de Washington, y peor aún, hablando de ventas petroleras en yuan, e incorporaciones al BRICS. ¡Es el mundo la revés!

No deseamos aquí profundizar sobre el declive de la efectividad y la calidad de penetración de las narrativas occidentales en el sistema internacional, no es nuestro objetivo debatir sus razones estructurales, sus formas y sus causas, ni mucho menos estudiar meticulosamente las posibles consecuencias y los efectos para todos los seres humanos que hacen vida sobre esta tercera roca desde el Sol. Pero sí quizás podemos dejarle una pista al lector, unas pequeñas señales que pudieran estimular futuras investigaciones sobre este interesante fenómeno. Tomaremos el siguiente ejemplo que nos llega de una de las varias fábricas de generación de narrativas gringas, dirigidas específicamente al ámbito internacional: la revista “Foreign Policy”.

La revista antes indicada publicó un artículo para el periodo noviembre/diciembre 2022 con el siguiente título: “Mexico´s Dying Democracy: AMLO and the Toll of Authoritarian Populism” (La Democracia Moribunda de México: AMLO y el Costo del Populismo Autoritario). Como nos podemos imaginar, solo necesitamos retroceder al año 2000 y el 2001, y tenemos una narrativa idéntica, solo cambiando el verdadero México, por el “México con Petróleo”: La Democracia Moribunda en Venezuela: Chávez y el Costo del Populismo Autoritario. Si examinamos estas narrativas, podemos detectar los mismos elementos ya empleados repetidamente con Hugo Chávez, Nicolas Maduro, Evo Morales, Lula da Silva, entre otros. Irónicamente, la única verdadera democracia en América Latina es la de Chile, que tiene una presidencia que pasó de un fulano Padre (Piñera), a un fulano hijo (Boric), y que efectivamente es así: como padre, como hijo. Seguramente, pronto estaremos escuchando de la “muerte de la democracia en Honduras” (aunque creo que ya estamos en ese proceso), el fin de la democracia en Colombia – quizás ahora saldrá a la luz del día la verdadera cantidad de narcóticos que efectivamente salen de ese país, y no de Venezuela – y después, la tragedia del Brasil con el nuevo “gobierno corrupto” de Lula y ese terrible “Foro de Sao Paulo”.

Las razones que explican el serio y estructural desgaste de la efectividad de los discursos y las narrativas occidentales, quizás sean de gran complejidad, multifacéticos y requieren de estudios multidisciplinarios, pero por lo menos podemos poner aquí nuestro pequeño grano de arena, en relación con este complejo tema. Este último “análisis” de los “gurús” de Foreign Policy, fue publicado en pleno proceso del colapso del gobierno de la Señora Elizabeth Truss en Gran Bretaña. Ahora bien, quizás sea la falta de moral, o las dos caras que siempre poseen estos “think tanks”, o quizás simplemente sea la ausencia total de pena que tanto caracterizan a estos. Cualquiera que sea la razón, es este el punto fundamental que deseamos presentar aquí.

El recién colapso del gobierno conservador en Inglaterra (el cual no es el único en los últimos años), se identifica con simples hechos, como por ejemplo los parlamentarios (los “whips”) amenazando físicamente a los “backbenchers” de su propio partido para que voten a favor de la Primera Ministra sobre el tema del Fracking (el mismo tema que está destruyendo el territorio estadounidense), y la escandalosa práctica cotidiana de ese breve gobierno de hacer “U Turns” y contradecirse en sus propias políticas (con el llamado “mini Budget” y todos sus beneficios para la alta burguesía británica). Pero no son estos los que más nos llama la atención. En vez, nos enfocamos en la siguiente pregunta: ¿Quién votó por la Señora Truss? ¿Quiénes fueron los electores que seleccionaron a esa Señora para que asuma el cargo político más importante de ese país? Fueron, simplemente, tres o cuatro “pelagatos” del partido conservador, con todo el respeto a los gatos, y los pelagatos.

No estamos hablando aquí de la violación constante de los derechos humanos básicos como el derecho a no congelarse a muerte este invierno mientras el los CEOs de las multinacionales británicas disfrutan de una eliminación del límite máximo de sus bonificaciones de fin de año (una de las propuestas del gobierno de Truss), o de este otro ridículo derecho que los comunistas siempre andan fastidiando y quejándose – el derecho a comer más de una vez al día (en la actualidad, 1 en 7 británicos evitan comer más de una vez al día por la inflación y los altos costos de la energía y la comida).

No estamos ni siquiera abordando la realidad de que el Brexit – política fracasada de más de la mitad del partido conservador – fue un error colosal que lo está pagando principalmente los británicos de menores ingresos. En vez, estamos abordando el tema favorito de los liberales y los conservadores, que sienten repugnancia cuando escuchan la expresión “derechos sociales”: la democracia ceremonial, la competencia entre la “Elite 1” y la “Elite 2” para ocupar el cargo de legislar y ejecutar exactamente la misma legislación, y de la misma manera. La “democracia” británica le trasladó intactamente el costo de la crisis económica engendrada por el Brexit, el Covid (pésimamente manejado por el Señor Boris Johnson, quien desea regresar como Primer Ministro en la actualidad) y la guerra de la OTAN contra Rusia y China que por los momentos arde en Ucrania, a la población de menos recursos, llevando a estos a los mismos niveles de pobreza que sufrieron sus ancestros durante el famoso “London Blitz” de la Segunda Guerra Mundial. Aquí no se necesitó a Adolfo y su “Operation Sea Lion” (la invasión Nazi de las islas británicas), sino a Boris, a Liz y a sus políticas de armagedón. Tampoco fueron necesarios los chicos malévolos de nuestro momento – Putin y Xi – ya que Boris y Liz se encargaron de la devastación causada, sin necesidad de ayuda exterior alguna. Claro, de todas maneras, el par de demonios antes indicado están asumiendo toda la responsabilidad por el desastre socioeconómico británico.

Es de suma importancia para los Pueblos del Sur analizar los discursos y las narrativas occidentales, hoy más que nunca, y esta tarea no será asumida en las pocas palabras, breves anécdotas y simples y fugaces observaciones que presentamos aquí. Pero si decidimos que es necesario contemplar sobre la falta de credibilidad en las actuales narrativas occidentales, es muy probable que encontremos las primeras respuestas a nuestros interrogantes, en el hipócrita ejercicio de condenar perro-rabiosamente a AMLO y el sistema político de su país, simplemente a raíz de la rabieta que le tienen, producto de la paliza que le otorgó al gobierno del momificado en Washington, durante la Cumbre en Los Ángeles. También lo podemos encontrar en el vil acto de llevar a toda la población de Venezuela a unos niveles de miseria socioeconómica sin precedencia en su historia moderna, para así poder colocar a su propio títere en Caracas, el mismo títere que ahora están preparando para abandonar, con la finalidad de negociar con el mismismo “demonio de Caracas”, el heredero del Comandante Chávez, una terrible amargura que han tenido que tragar, ya que ese repugnante Señor Putin salió mucho más difícil de destruir que lo esperado. Después, para completar, tener la audacia y la falta absoluta de consciencia de no denunciar la asquerosa maniobra de las elites británicas para pasar a los más vulnerables de su sociedad el costo de la crisis del capitalismo que ellos mismos crearon, y después tener la caradura de seguir llamado esa aberración, una “democracia”.

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