Un día, el Imam Ali trajo a un invitado a casa con él y le preguntó a la dama Fátima: ¿Qué tenemos en casa para los invitados? Ella dijo: Solo hay una hogaza de pan en la casa, que dejé para mi hija.
Zainab tenía cuatro años en ese momento, ella estaba en la cama, pero aún despierta, escuchó las palabras de su madre y dijo: "¡Madre querida! Lleva el pan para el invitado." La generosidad de esta dama se conoce desde su infancia hasta el día de Ashura con el sacrificio de sus hijos en el camino de Dios.
Cuando la dama Zainab sintió que tenía la gran responsabilidad de participar en la defensa del camino de Dios, aunque de esta manera tenía que renunciar a su propiedad, a su marido, a su vida y a sus hijos, si fuera necesario, tampoco dudaría en dar su vida, así con todo coraje y sacrificio, se unió a su hermano, el Imam Husáin (La paz sea con él), en Karbala. Se dice que cuando la dama Zainab se casó con Abdullah Ibn Ya’far, ella puso como condición, que cada vez que su hermano quisiera salir de viaje, ella lo acompañaría, debido al gran amor que le unía a su hermano Husáin (P) y Abdullah aceptó este término.
La dama abnegada de Karbala fue quien llevó a sus hijos al altar de Nínive para el sacrificio, ayudó amable y cariñosamente en todos los aspectos al líder supremo de este levantamiento y movimiento sagrado, el Imam Husáin (P), sobre todo en la tarde de Ashura. Cuando el Imam (P) fue martirizado, una nueva carga recayó sobre los hombros de esta noble devota, quien se paró como una montaña de acero frente a los enemigos desviados.
En algunos libros históricos, escribieron: En el día de Ashura, cuando los hijos de la dama Zainab (P) fueron martirizados, ella no salió de la tienda y no los acompañó en su lecho. Cuando le preguntaron el motivo, respondió: "No salí de la tienda para que mi hermano no se avergonzara".
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