SP NuestrAmérica

Las narrativas occidentales y su rol en el sistema internacional

AUTOR: OMAR HASSAAN FARIÑAS. ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO

Segundo Paso para Nuestra América.- La disciplina de las relaciones internacionales, como muchas otras, es altamente dinámica, evoluciona con el tiempo, se comprende solamente de manera sociohistórica, y hay que seguir estudiando, observando y analizando, hasta que uno mismo caiga muerto. El que cree que ya se las sabe toda, es el primero en fracasar en su análisis y sus modelos explicativos. Recordemos que la función principal del internacionalista es trata de hacer entender lo que las noticias nos comunican, lo que los eventos demuestran, y lo que los líderes realmente dicen y hacen, relacionando y conectando todos estos elementos a ciertas realidades mucho más amplias, contextualizando y demostrando cómo la estructura limita la agencia, y la agencia trata de transformar la estructura.

Hace unos meses escribí dos artículos, el primero denominado “Derechos Humanos, Epistemología y Poder”, y el otro “El Declive y la Muerte de la Narrativa”. Ambos abordan la importancia medular de las narrativas para el análisis internacional (y para el análisis político doméstico también), y ambos dejan claro que las narrativas y los discursos son ahora más que nunca uno de los elementos más importantes de los conflictos geopolíticos actuales. En “Derechos Humanos, Epistemología y Poder”, señalamos que las narrativas son efectivamente un componente crucial de las armas preferidas de los países que luchan ferozmente por mantener sus supuestas “hegemonías” y privilegios. En este sentido, habíamos advertido que

“Aquí (podemos ver) cómo el concepto de los derechos humanos – y no los propios derechos, los cuales no valen absolutamente nada en la geopolítica de la guerra fría actual – es empleado repetidamente para construir narrativas que permiten desarrollar y usar armas de bajo costo pero de alto impacto, denominadas “sanciones”, las cuales en realidad son mecanismos para la destrucción o el debilitamiento económico del adversario geopolítico, completamente lejos de nociones de derechos humanos, de “cultura” y “civilización”, y de “buenos” y “malos”.”

En la Universidad Bolivariana de Venezuela, siempre le estoy advirtiendo a mis estudiantes de Relaciones Internacionales y de Derecho Internacional Público que la construcción o desarticulación de las narrativas es y seguirá siendo un gran componente de los futuros conflictos geopolíticos globales, y estos conflictos, a su vez, son los que dictan el desarrollo de todo el resto de las relaciones internacionales, entre temas globales y regionales.

Ahora bien, aparentemente el Señor Josep Borrell de la Unión Europea, comparte este mismo criterio y de manera bastante clara, incluso, quizás hasta pudiéramos decir que él acepta esta noción de las narrativas quizás un poco más de lo que prudencialmente debería hacer saber, de manera pública y notoria. El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, al final del Consejo de Asuntos Exteriores celebrado el 24 de abril de 2023, en Luxemburgo, nos informa que

La Unión Europea debe establecer relaciones con otros países según su postura respecto al conflicto en Ucrania y al papel creciente de China en el mundo…esta sería la manera de participar en una nueva era de la política exterior (en) una era de un mundo fragmentado, con dos ecosistemas diferentes de desarrollos tecnológicos y con dos grupos de personas, cada de los cuales trata de atraer partidarios. Los que no quieren tomar partido, tendrán que hacerlo, concretamente en lo referente a la postura sobre Rusia y China…vivimos en un nuevo panorama político en la escena mundial y tenemos que afrontarlo… (hay que) aumentar compromisos bilaterales con terceros países y desarrollar un plan que vaya más allá de la gestión cotidiana de las crisis para contrarrestar la narrativa rusa en Asia, África y Latinoamérica.[1]

Es importante resaltar acá que el Señor Borrell es el mismo que identificó a su región o continente como un “jardín”, y que el resto del mundo es una jungla, y esta última pudiera invadir el “jardín”, por lo cual los “jardineros” deberían cuidarse de esto. De acuerdo con el Señor Borrell, “los europeos deben de estar mucho más comprometidos con el resto del mundo, o si no, el resto del mundo nos invadirá”. En realidad, el Señor Borrell no utilizó la palabra “comprometido”, que suena bastante “positiva” en castellano, sino la palabra “engage”, en inglés. Para el contexto del discurso del Señor Borrell, hubiera sido mejores usar palabras como “interactuar” o “involucrar”, que “comprometer”.

No obstante, ese “compromiso” o “interacción – como queramos usarlo – es lo que, de acuerdo con el representante de la política exterior europea, garantizará que la “jungla” no invade al “jardín”. Quizás sea mi mente altamente “cínica”, o simplemente como soy sujeto de esa misma temerosa “jungla”, no poseo la sofisticación intelectual o el volumen craneal necesario para comprender los usos sutiles del idioma de esta raza de jardineros ilustrados, pero creo que ese “engagment” suena más como un hombre blanco usando un machete para abrir el paso en una jungla.[2] Es quizás un “engagment” ejercido más con un machete, que con meras palabras diplomáticas. Y después critican al Señor Trump por sus nefastas y mundanas actitudes y comentarios.

Naturalmente, aquí tenemos una ventana muy sincera y poco pretenciosa del pensamiento Occidental, del contraste clásico desde los tiempos griegos entre “barbaría” y “civilización”, de ellos contra nosotros, de los bárbaros hunos, visigodos y germánicos contra la gran civilización de Roma que debería ser el sostén de la civilización que debe mantener fuera del “jardín” romano a los “inferiores”. Igualmente, podemos observar otros contrastes y dicotomías como por ejemplo “los que no quieren tomar partido, tendrán que hacerlo”, una frase que viene directamente del congelador de la primera Guerra Fría durante la década de 1950, cuando Estados Unidos denunciaba a los miembros del Movimiento de Países No Alineados (you are either with them, or with us), y luego resucitada durante la administración política del Presidente George Walker Bush (you are either with us, or with the terrorists). Es interesante observar como el criterio empleado ahora por la Unión Europea para distinguir entre sus aliados y enemigos, ya no es el interés mutuo, ni el grado de cooperación bilateral o multilateral en diferentes temas globales y regionales, sino la postura de un dado país en función de el “conflicto en Ucrania y el papel creciente de China en el mundo”.

Interesantemente, las palabras del Señor Borrell dejan claro que ya caen todas las pretensiones de justificar las posturas hostiles de los occidentales hacia Rusia, a raíz de sus acciones supuestamente “bélicas” y en violación del mal llamado e indefinido “rules-based order” que ellos tanto repiten, y nunca explican. Las relaciones serán definidas en base al “conflicto en Ucrania”, es decir, lo que ellos repiten que son los “crímenes de Moscú” en Ucrania, como la narrativa occidental suele alegar casi con cada aliento que respira, pero también se definirá en base al “papel creciente de China en el mundo”.

Ahora bien, lo de Rusia en Ucrania, de acuerdo con las narrativas occidentales, es criminal, y por eso debemos todos sumarnos sumisamente al campo “occidental”, pero nos preguntamos: “el papel creciente de China en el mundo” es igualmente criminal? ¿cómo pueden ellos equiparar – en sus narrativas – entre las supuestas “agresiones” de Moscú, con el papel creciente de China en el mundo? ¿Debemos seguir a los países occidentales por protestar lo que hizo Moscú, pero entonces igualmente debemos seguir a esos países en protesta por “el papel creciente de China en el mundo”? ¿Es eso algo que debería llamar a la alerta y preocupar a todo el planeta?

Dejemos este asunto del portavoz europeo a un lado, por los momentos, y pasamos a examinar otra narrativa de gran importancia. En el año 2013, el congreso estadounidense publicó un documento oficial que identificaba al sistema internacional como multipolar, solamente quince años después que el comandante presidente Hugo Chávez había señalado esto mismo en el año 1998. Desde entonces, era difícil encontrar a los think-tanks, los “pundits” y los expertos gringos prestándole mucha atención al tema de la multipolaridad, ya que era uno de esos términos ridículos inventados por la gente de la “jungla” – en base a la cosmovisión Borrellista– pero la gente “seria” no necesitaba preocuparse al respecto. Pero desde el 2022, y con el fuerte activismo diplomático de Moscú y Pekín y sus usos contantes del término “multipolar”, vemos cómo se activa el interés occidental por la expresión, y la necesidad de desarticularla, en concordancia con la necesidad de “contrarrestar la narrativa rusa en Asia, África y Latinoamérica”.

Para estos efectos, la revista estadounidense “Foreign Affairs” publicó el 18 de abril de 2023 el artículo intitulado “El Mito de la Multipolaridad: El Poder Estadounidense de Poder Continuar”, escrito por dos académicos estadounidenses: Stephen G. Brooks y William C. Wohlforth. Aquí le presentamos una cita bastante interesante:

Pero esta visión es incorrecta. El mundo no es ni bipolar ni multipolar, y tampoco va a serlo. Sí, Estados Unidos se ha vuelto menos dominante en los últimos 20 años, pero sigue estando en la cima de la jerarquía de poder mundial, con seguridad por encima de China y muy, muy por encima de todos los demás países. Ya no se puede elegir ninguna métrica para ver esta realidad, pero queda claro cuando se usan las correctas. Y la persistencia de la unipolaridad se vuelve aún más evidente cuando se considera que el mundo aún carece en gran medida de una fuerza que dio forma a la política de las grandes potencias en tiempos de multipolaridad y bipolaridad, desde el comienzo del sistema estatal moderno hasta la Guerra Fría: el equilibrio de poder. Otros países simplemente no pueden igualar el poder de Estados Unidos al unirse a alianzas o desarrollar sus fuerzas armadas…El poder estadounidense aún proyecta una gran sombra en todo el mundo, pero es cierto que es más pequeña que antes. Sin embargo, este desarrollo debe ponerse en perspectiva. Lo que está en juego es solo la naturaleza de la unipolaridad, no su existencia.[3]

Los defensores de su propio imperio argumentan – muy convenientemente para ellos y el poder de su país – que el mundo multipolar era un mundo “feo” (aparentemente, la belleza está en la unipolaridad). Las guerras de las grandes potencias estallaban constantemente, más de una vez por década entre 1500 y 1945. Con una regularidad aterradora, todos o la mayoría de los estados más fuertes luchaban entre sí en terribles conflictos que lo consumían todo: la Guerra de los Treinta Años, las Guerras de Luis XIV, la Guerra de los Siete Años, las Guerras Napoleónicas, la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Las políticas de alianzas cambiantes e inciertas típicas de la multipolaridad contribuyeron a estos conflictos. Los estadounidenses señalan que, aunque el entorno internacional actual no puede compararse con los días felices (esta es la expresión que ellos mismos utilizaron) de la década de 1990 (cuando la unipolaridad gringa estaba completamente desatada), no obstante, la actualidad carece de estos incentivos para el conflicto y, por lo tanto, no tiene un parecido significativo con lo que ellos denominan como la “era de la multipolaridad”.

Quizás estos analistas estadounidenses si están al tanto del claro declive de su país en el ámbito internacional, saben que el desafío es preocupante y peligroso, pero construyen argumentos como estos – sabiendo lo poco que reflejan la realidad de nuestros tiempos – por una imperiosa necesidad, y nunca en aras de generar un análisis profundo y una comprensión concreta de la realidad internacional. Se trata de la necesidad – una vez más – de “contrarrestar la narrativa rusa en Asia, África y Latinoamérica” – aquí obviamente podemos incluir la “narrativa china”, de la misma manera.

En realidad, no tenemos ni el espacio, ni tampoco el tiempo, en este artículo para analizar meticulosamente las narrativas de estos dos estadounidenses, más allá del obvio problema que demuestra su análisis: su concepción de lo que es el poder en las relaciones internacionales del Siglo XXI, y cómo “cuantificar” esta. No se trata de sus “métricas” – la esencia del problema no es la “unidad de medida” que se emplea para determinar la unipolaridad – sino de lo que consideras que es el poder mismo, en este momento histórico.

En pocas palabras, si nos guiamos textualmente por los argumentos del trabajo de Brooks y Wohlforth, podemos fácilmente llegar a la conclusión que, en base a su visión que aboga por una alta asimetría de poder y capacidad entre Estados Unidos y el resto de un mundo aparentemente unipolar, sería improbable o hasta imposible que países como Rusia o China puedan derrotar a Estados Unidos, incluso aún más imposible sería que países como Vietnam y Afganistán puedan derrotar a esa misma potencia, e igualmente imposible que sobrevivan gobiernos “problemáticos” como el Gobierno Bolivariano en Caracas, o el Sandinista en Managuas, entre tantos otros.

De nuevo, el problema con los argumentos de Brooks y Wohlforth – y de tantos otros – es que rechazan ser sinceros sobre la naturaleza del poder en el Siglo XXI, y justo por esa razón es que Estados Unidos y sus aliados ya no hablan del “derecho internacional”, al transformarse este ahora en una “camisa de fuerza” para sus ambiciones y su hegemonía, después de que ese mismo derecho internacional que ellos elaboraron, les sirvió por tanto tiempo como un instrumento idóneo para la proyección de su poder. En el sistema internacional actual, Estados Unidos sigue en posesión de las fuerzas armadas más grandes y mejor equipadas del momento, y los Talibán y Afganistán siguen siendo un ejemplo ideal y emblemático de lo que suelen ser grupos de gente muy pobre, en un país demasiado pobre. No obstante, la unipolaridad rígida y duradera de Brooks y Wohlforth no puede explicar adecuadamente los sucesos del 15 de agosto del 2021 (caída de la ciudad de Kabul en manos de los Talibanes, y la huida vergonzosa y caótica de Estados Unidos de ese país centroasiático).

El simple hecho de que el artículo pierde tanto tiempo en “métricas” y unidades de medidas adecuadas para determinar cómo se debe “medir” la unipolaridad y la multipolaridad, es evidencia del nefasto legado del positivismo que aún sigue dominando las metodologías conservadoras de los procesos de formación de conocimientos, como si fuera que el poder, como la inteligencia humana, son “cosas” matemáticamente cuantificables, al igual que el número de bombas o la cantidad de dólares que uno posee. ¿Cuál métrica debemos utilizar para “cuantificar” el hecho de que más de 20 países ya han solicitado adherirse a los BRICS, antes de su próxima reunión en Sur África? ¿Cuál debería ser nuestra “unidad de medida” del poder y la influencia, para evaluar la firma de un acuerdo entre Arabia Saudita e Irán para retomar las relaciones diplomáticas entre ambos países, seguido por un posible fin definitivo a la cruenta guerra en el Yemen, todo bajo auspicia del gobierno chino, en vez de Washington?

Como estos argumentos, tenemos mucho más, cada uno demostrando que las pilas gigantescas de armas nucleares y portaviones nucleares no le sirven mucho a esa potencia del Norte (al igual que no le sirvió a la Unión Soviética), durante muchas oportunidades en las cuales Washington ha necesitado urgentemente un triunfo de política exterior, y en vez ha tenido que inventar narrativas que le “dan la vuelta a la situación”, y disimular una victoria de lo que indudablemente fue una derrota. ¿Cómo se puede explicar todo esto, en el mundo fantástico e imaginativo de la Unipolaridad eterna de Brooks y Wohlforth y sus fascinantes “métricas”? Es simplemente porque no existen – en la realidad social en la cual habitamos – unidades de medida que puedan comprender y representar correctamente una compleja y dinámica relación humana como es la del poder. Gracias al triste legado del positivismo, siempre se está buscando “unidades de medidas físicas” para medir las relaciones humanas, ya que se asume que todo lo de las ciencias naturales obligatoriamente tiene que ser aplicado ciegamente a las ciencias sociales.

Lo interesante del artículo de Brooks y Wohlforth no es su visión sobre la supuesta unipolaridad, sino el simple hecho de que efectivamente escribieron este artículo, en primer lugar. Es una indicación del grado de preocupación y desesperación de las elites en Estados Unidos y sus aliados en la UE, no tanto por la situación con Rusia y China, sino por cómo el sistema internacional se les sale de las manos, y sigue su firme camino hacia la multipolaridad que ellos tanto temen. Esta noción se refuerza con otro artículo, ahora de la revista estadounidense “Politico”, del 24 de abril de 2023, intitulada “El equipo de Biden teme las secuelas de una contraofensiva ucraniana fallida”. En este, se afirma que

La administración del Señor Biden se está preparando silenciosamente para la posibilidad de que, si la contraofensiva de primavera de Ucrania no cumple con las expectativas, los críticos en el país y los aliados en el extranjero argumentarán que Estados Unidos también se ha quedado corto (es decir, igualmente fallaron)…si la inminente lucha produce ganancias limitadas, los funcionarios de la administración han expresado en privado que temen enfrentarse a un monstruo de dos cabezas que lo ataca desde los extremos halcones y moderados del espectro político nacional…Un lado dirá que el contrataque de Ucrania hubiera funcionado si la administración le hubiera entregado a Kiev todo lo que pidió, a saber, misiles de mayor alcance, aviones de combate y más defensas aéreas. El otro lado – los moderados – afirmarán que la deficiencia de Ucrania demuestra que no puede obligar a Rusia a salir de su territorio por completo. Eso ni siquiera tiene en cuenta la reacción de los aliados de Estados Unidos, principalmente en Europa, que pueden ver una negociación de paz entre Ucrania y Rusia como una opción más atractiva si Kiev no puede demostrar que la victoria está a la vuelta de la esquina.[4]

Existen serias dudas para las elites occidentales sobre el conflicto en Ucrania, pues el agente de la OTAN que le hace guerra a Rusia (el gobierno en Kiev) ya está exhausto, y lo que se está gestando en Ucrania desde febrero de 2022, como todos sabíamos, es una guerra de atrición, más que cualquier otro tipo de conflicto. Rusia debería haber colapsado ya hace meses, y en vez, no demuestra señales de “tirar la toalla”. En vez, la alianza Moscú-Pekín se ha fortalecido recientemente, y ha demostrado menos discrepancias e inconsistencias que las tormentosas relaciones entre Washington y Paris, por ejemplo.

Pero los verdaderos temores de Washington al respecto nacen de la realidad de que existirá un mundo después de Ucrania, y en ese mundo, la Alianza Moscú-Pekín será uno de los problemas de Washington, quizás el más grande de estos, pero para nada el único. La batalla de Ucrania entre la OTAN y Moscú es meramente un capítulo de un conflicto geopolítico que cada día se pone más complejo, en el cual se transforman constantemente los aliados y los críticos, y las “métricas” de los señores Brooks y Wohlforth cada vez pierden más relevancia, al ser inútiles para comprender las dinámicas del poder en el mundo actual.

Y justo por eso es que colocamos nuestro énfasis en la importancia de las narrativas. Los occidentales esperaban desesperadamente que las narrativas engendradas a raíz de empujar a Rusia hacia un conflicto en Ucrania, seguramente traerán a todo el resto del mundo de manera sumisa y entusiasmadamente, bajo el manto supremo de su incuestionable hegemonía, y Moscú y su aliado Pekín quedarían completamente aislados, a ser “puestos contra la pared” por todas las naciones, aunque en realidad hubiera sido un solo país y todos sus subordinados.

Pero la realidad, ahora evidente, es otra. La realidad es que, aunque nunca los occidentales han estado más “unidos” entre ellos mismos, igualmente nunca han estado más solos. Ahora es una lucha entre los occidentales – aglutinados bajo el manto de su único líder en ámbitos como la OTAN, AUKUS, el G7, la llamada alianza de inteligencia denominada los “Cinco Ojos” y los demás – y la Alianza Moscú-Pekín, en la cual se disputa quiénes del resto del planeta se sumarán a un “bloque” u otro, y quienes forman sus propios bloques lejos de las aspiraciones de unipolaridad y hegemonía perpetua de Washington y de los señores Brooks y Wohlforth. La competencia se dará en muchos ámbitos, sin duda alguna: relaciones militares, acuerdos económicos favorables, la denominada “ruta de la seda”, extorsión de desestabilización a cambio de recibir apoyo incondicional, etc. Pero todos estos mecanismos o estrategias para atraer los países del Sur Global a un bloque u otro, tendrán que operar a través de una guerra de narrativas, y quien logre más “penetración” con sus respectivas narrativas, obtendrá una inmensa ventaja geoestratégica en el conflicto actual que está reestructurando el sistema internacional.

Los países del Sur Global tienen ahora una nueva tarea, una tarea colosal, en realidad, y de inmensa importancia, pero afortunadamente, no es una que requiere de inversiones intensivas o de transferencias de tecnologías de punta. En vez, es una tarea de construcción de categorías, de criterios autóctonos, de análisis propios y de visiones geopolíticas y geoestratégicas que contrarresten las narrativas que nos bombardean desde hace ya un tiempo, y que se intensificarán y multiplicarán con el paso del tiempo y el recrudecimiento del conflicto geopolítico global entre los occidentales y la alianza Pekín-Moscú. Nuestras respuestas deben neutralizar las narrativas, educar a nuestras poblaciones para que no nos “lancemos” detrás de las ambiciones del mundo occidental, pero, sobre todo, de no desarrollar criterios para nuestras políticas exteriores que sean semejantes a las del Señor Josep Borrell.

 


[1] https://actualidad.rt.com/actualidad/465015-borrell-ue-debe-establecer-relaciones

[2] En inglés se refiere a “jungle clearing”, el proceso de abrir un camino en la jungla para que la “civilización” pueda pasar, o exterminar el crecimiento de la jungla en las zonas pobladas, como una forma de “mantenimiento” de las zonas habitables de las “invasión” de la naturaleza.

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button