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Las Cruzadas a expensas de los judíos

Segundopaso – “El reino de los cielos” es una de las pocas películas producidas sobre las Cruzadas. Para comprender mejor el largometraje se debe echar un vistazo a este evento azaroso y pasar las hojas del libro de la historia para conocer más los entresijos ocultos u obvios que se han reflejado en el filme de Scott.

Las Cruzadas duraron desde 1095 hasta 1291 d.C. En 1095, por orden del Papa Urbano II, que era de origen judío, y con los apoyos financieros y las inversiones de los judíos, empezaron oficialmente las Cruzadas.

Los judíos no contaban con un ejército grande y poderoso para ocupar Tierra Santa. Por lo tanto, mediante sus propias inversiones y el impulso de los líderes cristianos extremistas, comenzaron las Cruzadas y, teniendo en cuenta el saqueo de los soldados y el botín obtenido por el ejército cristiano, lograron adquirir un poder financiero considerable y gradualmente pudieron penetrar en Tierra Santa.

A partir del siglo XI d.C. y en el ambiente encrespado de las Cruzadas con el Oriente islámico, observamos la participación activa de la oligarquía judía en la invasión contra los musulmanes de España.

La enciclopedia judía considera la era de las Cruzadas contra los musulmanes de la península ibérica un modelo ejemplar del papel de “la inversión financiera a gran escala” de los judíos en los actos militares contra los musulmanes. Yehuda Levi o Yoda de la Caballería fue el recaudador de impuestos de Aragón y el tesorero de Jacobo I. Yehuda Levi prestó grandes sumas de dinero a Jaime I para construir una flota y luchar contra los musulmanes. Luego, sus hijos y agentes judíos, mediante actividades similares, allanaron el camino para dominar a los musulmanes.

La Corte de Isabel y Fernando fue el refugio de los más destacados y ricos plutócratas judíos del siglo XV. Las tres Repúblicas de Venecia, Génova y Pisa, que se consideraban asentamientos de comerciantes judíos, desempeñaron un papel destacado a la hora de azuzar al Papa. Dominar al comercio mediterráneo, adquirir unas puertas en Egipto y el Levante, y reubicar a los soldados cruzados, fueron los principales beneficios de este grupo de la guerra.

El primer ejército cruzado comprendía asesinos, criminales encarcelados y pecadores europeos que fueron liberados de prisión por orden del Papa, y se congregaron. Este inmenso ejército, con la promesa de que todos sus pecados les iban a ser perdonados por el Papa, partió rumbo a Tierra Santa con espadas afiladas, sin ningún temor a matar a ser vivo alguno. Los asesinos y criminales, armados hasta los dientes, como primer paso, atacaron la ciudad de Antioquía, en Turquía, y masacraron brutalmente a la gente de esta ciudad. Esta tragedia envió un mensaje a otras ciudades islámicas: entregar la ciudad sin plantar ninguna resistencia para que los cruzados no maten ni saqueen la urbe.

Menos de tres años después, en 1098 d.C., el ejército cruzado pudo lograr el objetivo del Papa y capturar la ciudad de Jerusalén. Esta vez, también los cruzados, con la mayor crueldad, protagonizaron una masacre mucho más atroz que la de Antioquía. En los libros de historia se relata que los cruzados mataron tanto a la gente de la ciudad como a los animales y a todo ser vivo, e incluso llegaron a colgar a los infantes y bebés en lanzas colocadas en la muralla de la ciudad, y así ocuparon Jerusalén.

El historiador francés Gustave Le Bon escribe: “A lo largo de las Cruzadas, cuando un ejército cristiano invadía las ciudades islámicas, uno de sus pasatiempos consistía en capturar a los niños que veían a su paso, descuartizarlos y luego quemarlos en una hoguera. Así mismo, cometieron saqueos, masacres y actos tan brutales que la pluma se avergüenza de escribirlos”. Si hojeamos cada página del libro de los historiadores cristianos de aquella época, existen ciertos motivos para la barbarie de los cruzados, y solo los hechos ocurridos en la ciudad de Marat, citados por el monje Robert, quien fue testigo y observador de los mismos, resulta suficiente para ratificar esta cuestión. Dice el mencionado historiador: Nuestro ejército paseaba por calles y plazas para saciar su sed de sangre con la gente. Exactamente como una leona a la que le hubieran arrancado sus crías. En absoluto, quedó vivo ser humano alguno, y para darles muerte cuanto antes, colgaban a algunas personas de una cuerda. Nuestros soldados se llevaban todo lo que encontraban a su paso; incluso rasgaban los vientres de los muertos para encontrar oro. La sangre corría como los ríos por las calles de Jerusalén, que estaban llenas de cadáveres. ¡Oh, qué ciegos y crueles son!

En realidad, no existía un creyente en la religión de Cristo entre tantas personas. Después, Bohemundo ordenó que todas las personas reunidas en la torre del palacio estuvieran presentes. Luego, mandó que los ancianos, las mujeres y los enfermeros fueran decapitados, y los jóvenes y fuertes debían ser enviados a Antioquía para ser vendidos allí”.

La verdad oculta

En realidad, en “El reino de los cielos” Scott no hace ninguna referencia a los funestos saqueos de los ejércitos occidentales, y solo siguiendo la vida personal de Balín ha vinculado las secuencias y los diálogos hasta que la brutal violencia de los soldados cruzados se oculta detrás de la vida privada del hijo de Godofredo.

Sin lugar a dudas, esta obra es una tapadera para los crímenes, saqueos y barbarie de los cruzados, cuyos primeros pioneros fueron los más criminales de la ciudad y, mediante el impulso de los plutócratas judíos, protagonizaron un desastre que causó la muerte  de miles de personas y desplazó a muchas más. En la actualidad, estos mismos plutócratas judíos continúan con su guerra y no dejan de llevar a cabo una hostilidad manifiesta contra el Islam y los musulmanes, así como una sedición para provocar una guerra.

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