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Bloqueo económico contra los pueblos: un crimen contra la salud colectiva

Gabriela Molina Galindo

Segundo Paso para Nuestra América.- El presente artículo se constituye en un análisis acerca de lo que significan los bloqueos económicos como medidas coercitivas utilizadas por el imperialismo contra los pueblos que deciden transitar un proyecto político con independencia y autodeterminación. Ejemplo de ello, las consecuencias sufridas por Cuba y Venezuela en el ámbito de la salud.

Diversos mecanismos han sido empleados por el imperialismo con la intención de frenar en América Latina procesos políticos que se erigen como alternativa al sistema de democracia representativa impuesta por el modelo neoliberal a partir de los años 80. Desde la doctrina Monroe, décadas atrás, se estableció claramente la política exterior de EE.UU. hacia el continente. El lema “América para los americanos”, sería el fundamento para estigmatizar cualquier movimiento alternativo que suponga posibilidades de independencia para los países del continente.

Uno de los mecanismos que se insertan en esta política exterior, es el bloqueo económico, propio de las llamadas guerras de cuarta generación, una guerra en la que el enemigo es invisible, pero que de manera paulatina quebranta la paz colectiva insertando en la población niveles de incertidumbre frente a la dinámica cotidiana, con el fin de revertir la opinión publica y colocarla en contra de determinado proyecto político. En las últimas décadas, países de América Latina han sido víctimas de distintas estrategias de presión. En este caso, abordaremos las repercusiones contra la salud de la gente, como consecuencia del bloqueo económico contra Venezuela y Cuba.

Estas medidas coercitivas han afectado de manera indiscriminada a la población, golpeando la posibilidad de mantener el disfrute del derecho a la alimentación, salud, vivienda y educación; tal como lo señala la Declaración Universal de los Derechos Humanos, siendo este mecanismo una violación indirecta del derecho internacional. Según afirma la Carta de las Naciones Unidas, en su artículo 41: “las sanciones económicas mundiales y los embargos comerciales integrales aparecen hoy en día como medidas coercitivas obsoletas (…) la experiencia muestra que las sanciones pueden tener consecuencias muy negativas para los civiles, especialmente para los grupos vulnerables”.

En el caso de Cuba, sólo en el período 2019 a 2020 se han perdido 160 millones 260 mil 880 dólares; y durante los casi sesenta años de bloqueo se han perdido 3 mil 074 millones 033 mil 738 dólares en el sector de la salud.  El bloqueo impide acceder a tecnologías provenientes de EE.UU. o con componentes de este país, afectando procesos de diagnóstico, tratamiento y recuperación de pacientes.  Algunas políticas públicas como la atención materno infantil, atención al paciente grave, programa integral para el Control del Cáncer, así como aquellos dirigidos a la prevención y control de Enfermedades No Transmisibles, entre otros; han sido afectadas.

En el caso de Venezuela, las sanciones no permiten la importación de medicinas y tampoco la materia prima para su producción. Durante el año 2012, se “congeló” en un puerto internacional de un cargamento con más de 300 mil dosis de insulina que se dirigían al país. Durante ese mismo año, el laboratorio BSN Medical bloqueó, por orden del Gobierno de Colombia, un medicamento llamado Primaquina para el tratamiento contra la malaria, el cuál fue comprado por Venezuela; igualmente en 2018, fueron devueltos por el sistema financiero internacional 39 millones de dólares destinados a la compra de alimentos y medicinas.

Además de esto, se han obstaculizado transacciones por un monto de 4.851.252 euros, necesarios para atender a 26 pacientes venezolanos que se encuentran en Italia, quienes esperan trasplantes de médula ósea a través de un convenio de PDVSA. Estos recursos forman parte de los 1.543 millones de euros retenidos por Novo Banco en Portugal.

Los bloqueos económicos son uno de los mecanismos más criminales impuestos a los países que deciden transitar un proyecto político propio. Sus heridas son iguales o mayores a las heridas de una guerra de combate cuerpo a cuerpo. El silencio de estas las hace más peligrosas, van mellando la confianza y la tranquilidad de la mayoría de la población frente a la posibilidad del “sálvese quien pueda” como mecanismo de defensa inmediata. Los riesgos para la vida de la población son inminentes.

Bloquear la alimentación e impedir el funcionamiento riguroso de los sistemas de salud pública se constituye en una ecuación criminal y catastrófica. Cuando se trata de exacerbar estos mecanismos en medio de una pandemia mundial, se busca aniquilar sin tregua a la población. La salud y el capitalismo son incompatibles.

Los proyectos políticos que asuman la ética por la vida como sustento del accionar colectivo, son la única posibilidad para los pueblos de garantizar la existencia de las futuras generaciones.

Gabriela Molina Galindo (gabrielamg492@gmail.com)

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