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El partido republicano y el partido demócrata en EEUU: Espejos de arrogancia imperialista

AUTORA: JESSICA PERNÍA. ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO

Segundo Paso para Nuestra América.- Aunque los partidos republicano y demócrata en Estados Unidos parecen llevar banderas políticas que se contraponen y que en la reciente contienda electoral de mitad de período parecen desdibujar sus cercanías, la verdad es que en aspectos como la reiteración de valores relacionados con la fe, el uso de eslogans respecto a la igualdad de oportunidades, la democracia, el libre mercado, el patriotismo, la defensa de la libertad de expresión o algunos derechos individuales, inclusive en sus formas de aplicar la política exterior, ambas corrientes terminan asemejándose. Son espejos de arrogancia imperialista.

A pesar de la avalancha de opiniones y controversias en torno al retardo en la publicación de los resultados finales de las elecciones de mitad de período o “Midterms” en Estados Unidos que definen los cargos del Congreso (Senado y Cámara de Representantes), algunas tendencias ya asoma el conteo de votos: Los demócratas ganan el control del Senado con un restringido margen mientras que también con un restringido margen, el control de la Cámara de Representantes está siendo ganado por los republicanos.

Esto no parece ser una sorpresa. Diferentes encuestas anteriores a los comicios del 08 de noviembre, como la realizada por la Universidad de Monmouth concluía que había favoritismo sobre el partido demócrata para el Congreso con un 38% de votos de las y los ciudadanos norteamericanos –a pesar de que paralelamente se evidenciaba una caída en la popularidad del presidente demócrata Joe Biden–. En la misma encuesta un 34% de las y los encuestados prefería que el Congreso estuviera controlado por los republicanos. La realidad post electoral no marcó mucha diferencia.

El factor Trump en el Partido Republicano

Mediáticamente parecía un hecho que el partido republicano sería el gran triunfador en el Congreso. Una gran inversión propagandística, la influencia de Donald Trump dentro del partido, su financiamiento a varios candidatos, así como los desalentadores resultados de Joe Biden en su gobierno que ya hacían a la ciudadanía reclamar las consecuencias de una crisis económica importante: el súbito aumento de la inflamación, los efectos colaterales de la guerra, el aumento en los precios de los combustibles, las cifras de desempleo crecientes, etc.; ya hacían sospechar que el triunfo republicano era inminente.

El factor Trump pudo haber sido un desencadenante para que esta posibilidad de triunfo se revirtiera. Su exceso de arrogancia y la suma de una gran cantidad de errores políticos durante su gestión presidencial, aunada a las polémicas por la ofensiva conservadora y extremista del partido republicano legitimada por una triada de jueces del Tribunal Supremo –herencia del mismo Trump–, que han impulsado diferentes medidas anti populares, definitivamente pudieron inclinar la balanza en su derrota en el Senado y su cerrada victoria en la Cámara de representantes.

Los republicanos tampoco supieron capitalizar políticamente el descenso en la popularidad del presidente Joe Biden ni capitalizar los ciclos electorales que “tienden a favorecer al partido que no controla la Casa Blanca en las elecciones de Midterm” como resaltó el periodista Rodrigo Pardo en uno de sus artículos más recientes.

 

El triunfo parcial de los demócratas

La victoria sobre el Senado en las elecciones de Midterms parece haber sido una grata sorpresa para los demócratas, toda vez que se preveían pocas posibilidades de lograr la mayoría de votos en la Cámara alta, y por supuesto pocas posibilidades de conservar el control sobre el Senado para las elecciones presidenciales del 2024. Sin embargo los triunfos en Estados como Nevada, Pennsylvania y Arizona, derivaron en una victoria alentadora para el partido de Biden.

Del mismo modo los demócratas parecen haber perdido menos de los escaños calculados en la Cámara de representante, eliminando del escenario político “a algunos de los políticos más extremistas del país”, según apreciaciones del periodista Emilio Doménech.

La arrogancia imperial y el excepcionalismo estadounidense

Aunque los partidos republicano y demócrata en Estados Unidos parecen llevar banderas políticas que se contraponen y que en esta reciente contienda electoral de mitad de período parecen desdibujar sus cercanías, la verdad es que en aspectos como la reiteración de valores relacionados con la fe, el uso de eslogans respecto a la igualdad de oportunidades, la democracia, el libre mercado, el patriotismo, la defensa de la libertad de expresión o algunos derechos individuales, inclusive en sus formas de aplicar la política exterior, ambas corrientes terminan asemejándose. Son espejos de arrogancia imperialista.

El profesor Danny Shaw ha catalogado este comportamiento arrogante como una epidemia de supremacía blanca que al mismo tiempo ha derivado en una epidemia de racismo e intolerancia, que no ayudará a cambiar de modo alguno que instituciones del poder público norteamericano como el Congreso vayan perdiendo capacidad e influencia en la medida en que se hacen menos productivas “en una nación donde se enfrentan a la vez tantos proyectos distintos de país” como concluye el analista José Cabañas.

El horizonte de las elecciones presidenciales y el comportamiento de las diferentes corrientes políticas en este punto ya son cartas echadas. Lo que está por venir será un festival de falsos positivos, shows, contrapropaganda y escándalos al más puro estilo de la industria cultural norteamericana que dejará ver el declive de la política democrática, y transparentará lo que ya el prócer José Martí anunciaba: “Es preciso que se sepa en Nuestra América la verdad de los Estados Unidos. Ni se debe exagerar sus faltas de propósito, por el prurito de negarles toda virtud, ni se ha de esconder sus faltas, o pregonarlas como virtudes”

 

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