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“Seguiré perteneciendo a la dinastía de los inútiles”

Muere Jorge Edwards: El primer Escritor Chileno en Recibir el premio Miguel de Cervantes.

SegundoPaso ConoSur – El 16 de marzo pasado, a los 91 años murió en Madrid el escritor chileno Jorge Edwards, el primero de los escritores del país sudamericana en recibir el Premio Miguel de Cervantes, considerado el más prestigioso de la lengua castellana. Autor de novelas, cuentos, ensayos, su obra no dejó indiferente a nadie, incluso en disputas políticas.

En homenaje al escritor chileno me permito traer al presente un trabajo que realicé el año 2000, momento en el cual me encontraba residiendo en España haciendo un Postgrado en Relaciones Internacionales La revista para la cual escribía me solicitó asistir a la ceremonia donde el día 24 de abril de ese año dos mil se entregaría el Premio Miguel de Cervantes al escritor, diplomático,  crítico literario y periodista chileno Jorge Edwards Valdés, en la hermosísima ciudad de Alcalá de Henares ubicada a 31 kilómetros de Madrid. Evento realizado en el aula magna de la centenaria Universidad Alcalá de Henares ante 200 invitados. Jorge Edwards Valdés agradeció con un emotivo discurso la entrega del premio y manifestó, que en su destino de letras y memorias el Cervantes le ha venido a fortalecer y dar ímpetus para el resto del viaje. En aquella ocasión, con todos los resquemores que para un hombre de izquierda significaba Jorge Edwards, conocí a un hombre de un excelente humor. Eso es lo primero que me sorprendió al hablar con él pues su rostro un tanto serio y una figura señorial, enfundado en la levita de uso obligatorio en ceremonias donde esté presente la monarquía española – en esa ocasión con el ex monarca Juan Carlos I – se tiende a pensar que se está ante un tipo hosco y antipático.

En aquel articulo señalé “Jorge Edwards es un hombre prudente, en sus maneras y en sus palabras, y al recibir el premio se encargó de repetir que estaba profundamente conmovido, sorprendido e impresionado, conceptos que repitió y amplió tanto en su discurso de agradecimiento como en las entrevistas ante la numerosa prensa que se agolpó en los terrenos de la rectoría de la centenaria Universidad de Alcalá de Henares. Centro Universitario ubicado 31 kilómetros al este de Madrid en la ciudad de Alcalá de Henares, cuna del escritor Miguel de Cervantes y Saavedra. En el Aula Magna, bajo un pesado y rígido protocolo, entre togas y birretes, curas y escritores, nobles y plebeyos, entre un mar de civiles y militares, el chileno Jorge Edwards Valdés leyó un discurso de agradecimiento macizo y lleno de memoria titulado “La aventura del idioma”. Con sus palabras narró el génesis de su gusto por la literatura, por qué escribe, de cómo ve el desarrollo de la literatura en español a ambas orillas del océano y la relación entre la memoria y la ficción, que inunda cada una de sus obras testimoniales, novelas y autobiográficas. Al término de sus palabras bajo los ecos de un himno universitario medieval, recibió de manos del Rey Juan Carlos I, la medalla y la placa que lo acreditan como Premio Cervantes 1999.

Una Historia tejida Entre Inútiles, Neruda y el Profesor

Su aventura en el mundo de las letras tuvo sus comienzos en el viejo Colegio San Ignacio de su niñez, en pleno centro de Santiago y que principió a rodar bajo el influjo de profesores, jóvenes poetas de gabardina verde de apellido Neruda, e incluso con el ascendiente de una vieja tía abuela que le presentó a uno de los miembros de “la dinastía de los inútiles de los Edwards”: Joaquín Edwards Bello, Premio Nacional de Literatura en 1943. Jorge Edwards tiene gratos recuerdos de esa vieja tía abuela y sus aires de conspiradora y lectora infatigable que le presentó a ese pariente loco: “En la casa de mi abuelo se hablaba de Joaquín, pero en forma bastante rara, cosa que a mí me impresionó desde pequeño porque sentía que era de su línea. Mi abuelo, mis padres y casi todos los parientes nunca llamaban a Joaquín a secas, sino que se referían a él como “el inútil de Joaquín”. Así pues, y al cabo de 60 años pertenezco a la dinastía de los inútiles de la familia, y me temo que seguiré siéndolo, cosa que me agrada y enorgullece”.

Estirpe que se encargó de confirmar que seguirá en curso, pues sus proyectos son muchos, como también las ideas de pronta concreción. Una de ellas en forma de novela tratará, probablemente, sobre el dejar de fumar. Cuestión influida por la muerte de su madre, cuando Edwards aún no cumplía cuarenta años. En una entrevista concedida a un medio español, se explayó sobre esto y dijo: “Mi madre murió de cáncer pulmonar y es muy impresionante esa muerte y yo la viví muy de cerca. Entonces me asusté. Me despedí de mi madre, sabiendo que no la iba a volver a ver, pues me trasladaba a la Embajada de Chile en París a trabajar con Neruda… en Lisboa fui a un restaurante, cené muy bien y fumé mi último cigarrillo. Dejar de fumar da como una segunda vida”. Con la misma convicción con que dejó de fumar, Jorge Edwards se avoca a su labor literaria, por ello le teme un poco a toda esta parafernalia que acompaña los grandes premios pues le quita esa necesaria calma que necesita para llevar a cabo sus proyectos: “Nos soy un escritor industrial y con ello me acuerdo de las sabias palabras de Juan Rulfo, al ser interrogado por qué no había escrito más que una novela y un libro de cuentos, y dijo: porque el escritor no es una fábrica”

Muy joven conoció a Neruda, historia que se encargo de contar en parte de su discurso: “En una casa del barrio alto, un viejo y avanzado arquitecto nos presentó una noche a un poeta de voz nasal, de tez aceitunada, vestido con un traje de gabardina de color verde botella. Su nombre: Pablo Neruda, que sonaba tan raro como su voz nasal… ya conocía el primero de sus veintes poemas de amor, que fue otro de mis textos de iniciación, y devoré cada una de sus palabras como un maná”. A esa influencia, Jorge Edwards le unió aquella derivada de un: “Manual de Técnica Literaria de Don Eduardo Solar Correa. Un fantasma de aquellos años. Un caballero de patillas y polainas que hacía revolotear su bastón por los terraplenes de la antigua Alameda de las Delicias, y que era blanco de toda clase chirigotas y de bromas escolares… a pesar de su aura estrafalaria.

Don Eduardo tenía un gusto literario impecable”. Las hipérboles, aliteraciones, gradaciones, perífrasis, paradojas y otras figuras literarias hicieron la delicia del joven Edwards y de pronto se vio empeñado en buscar todo aquello que oliera al siglo de oro español y así, llegó al Quijote y a su autor: Cervantes que recibió en aquel discurso el título de creador del realismo mágico. La fantasía superior expresada en la segunda parte del Quijote: el de la cueva de Montesinos, el de Clavileño, el del caballero de los espejos. Fue un hermoso viaje a través de su memoria y la constatación de la belleza del idioma español: “…el centro del idioma está aquí, en esta sala, en esta vieja e ilustre universidad, y también en todos nuestros vastos territorios, desde la Araucana de don Alonso de Ercilla y de Neruda hasta el Comala de Juan Rulfo, y desde la meseta polvorienta de Antonio Machado hasta el genil de los viejos poetas andaluces”.

Un Premio de renombre

Desde la premiación del poeta español de la generación del 27, Jorge Guillén, en el año 1976, hasta el nombre del chileno Jorge Edwards Valdés en 1999, el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes ha reconocido la labor literaria de 25 brillantes novelistas, poetas y dramaturgos hispanoamericanos de ambos lados del “gran charco” El Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, fundada en el siglo XVI es el sitio habitual de entrega de este galardón, que se instauró el año 1976, un año después de la muerte del ex dictador Francisco Franco. Por ello se le considera no sólo un reconocimiento y una institución de la España democrática y moderna a creadores, tanto del país ibérico como de los países allende el océano atlántico, sino también una recompensa a la libertad de expresión y la amplitud de horizontes y búsqueda de libertad en las obras de cada uno de los premiados. Edwards une su apellido al de otros ilustres como Nicolás Guillén, Dámaso Alonso, Adolfo Bioy Casares, Rafael Alberti, Alejo Carpentier, José Hierro y otros tanto que se han alternado año tras año entre Latinoamérica y España, en una tradición no escrita, que en aquella edición Nº 25 se mantuvo inalterable.

 

Al Premio Cervantes se le reconoce la doble condición de estímulo y reconocimiento individual a los hombres y mujeres que hacen literatura, pero también representa la metáfora de la hermandad que debe unir a todos los que hablan la lengua del autor del inmortal Quijote de la Mancha y en esto, reconoció Víctor García de la Concha, Presidente Honorario de la Real Academia Española de la Lengua “que no existe una visión nacionalista de España, cuestión que no tiene sostén, toda vez que en esta parte de Europa, sólo somos 40 millones los que hablamos el castellano pero en la otra orilla, más de 300 millones de hispanoamericanos se expresan igualmente con ella”. Afirma el catedrático español que las distancias, más que separarnos nos deben unir, pues esas distinciones nos complementan y enriquecen.” No es de buen talante el discutir esa idea de si el español como idioma une o desune, con el presidente de la RAE, más aún cuando Jorge Edwards está convencido que “a veces nuestro idioma une pero en otras divide. Es la misma lengua, pero sus matices y diferencias, en ocasiones producen rechazo”. En esto Edwards es contundente pues afirma que el futuro de la lengua como vehículo literario depende, en gran manera, de escritores, editores y lectores pasando por encima de prejuicios ya que el buen lector es capaz de aficionarse, incluso a los particularismos de los distintos países, que a su vez son rechazados por el lector superficial. En todo caso, tanto García de la Concha como Jorge Edwards brindaron al compás de las tunas y se olvidaron por un momento sobre uniones, fusiones y desmembramientos de la lengua.

Buscando a Mr. Edwards

Jorge Edwards, terminada la ceremonia y rodeado por escritores chilenos y personal de la embajada de Chile en Madrid se dio tiempo a recibir una Tunada de canciones chilenas que entonó junto al grupo. En un patio interior del rectorado de la Universidad departió con los invitados. No fue muy fácil buscar un momento de solaz con Jorge Edwards, que nos permitiera preguntarle sobre sus sentimientos e ideas. Mientras esperábamos que tal acontecimiento se hiciera realidad, escapando de la seguridad real, de las prohibiciones de fotografías y otras aventurillas, conversamos con el escritor peruano Mario Vargas Llosa, igualmente enfundado en una rigurosa levita. Se mostraba muy contento que su amigo haya recibido el galardón – recordemos que fue miembros del jurado junto a Camilo José Cela, José Hierro y Víctor García de la Concha entre otros -. Para el autor de la Fiesta del Chivo este premio “Hace justicia a la literatura chilena e hispanoamericana en la persona de un magnifico escritor. Un narrador importante de nuestro tiempo, que tiene una obra sólida muy coherente, arraigada en la realidad, y la problemática e historia chilena. La obra de Jorge tiene un horizonte claramente universal, desde el punto de vista de la forma se ve la enseñanza de los grandes como Joyce, Proust, de Faulkner, pero debe muchísimo a su propia realidad que la hace igualmente tan Latinoamericana.

Me alegra enormemente que en esta ocasión el Cervantes se lo haya llevado Jorge con su pluma plena de variedad y pluralidad, con una obra en la que entra la novela, la biografía y la autobiografía, el cuento, el ensayo y la crónica periodística. Una obra rica, profunda y muy coherente, alejada desde un principio del espectáculo. Sus libros nos hacen ver los recónditos elementos que se esconden detrás de los comportamientos humanos, sacando a la luz sus zonas de sombra”. No pudimos seguir con Vargas Llosa pues en ese momento, sólo, detrás de una columna y hablando discretamente por un celular divisamos al requerido Jorge Edwards, nos lanzamos cual cazador contra su presa y…

Don Jorge, llamamos, y gentilmente nos regaló unos minutos de tiempo. ¿Sigue encantado y sorprendido por el Premio otorgado o ya con el galardón en la mano y la medalla al cuello esa sensación se ha transformado en una inquietante responsabilidad? ¿Un nuevo cargo diplomático como embajador de la no suficientemente conocida cultura chilena? Mirando inquieto hacia el centro del patio universitario nos contestó: “A mí siempre me han tildado de embajador porque pasé por la diplomacia un tiempo, pero de ese cargo tengo muy poco. Ahora bien, reconozco que este premio es un compromiso, no sólo de seguir trabajando bien, sino que de difundir la literatura chilena y Latinoamericana, pero, con la esperanza que los compromisos que trae aparejado un premio no afecten mi trabajo y me permitan seguir escribiendo como lo he hecho hasta ahora, es decir: centrada, con independencia y con un ritmo que me es propio. Sin hacer mucho caso de factores externos como son estos premios, del cual me siento muy contento de haberlo recibido y que ha coincidido con el final de la novela “El sueño de la historia” en la cual trabajé mucho tiempo y que la casualidad quiso que el mismo día que la recibió mi agente en Barcelona, Carmen Balcells, se me informara que era acreedor del Cervantes”

No podíamos en tierra española, y luego de los avatares del caso Pinochet, dejar de preguntar respecto a este episodio que enturbió las relaciones hispano-chilena, sobre todo si su última novela “El sueño de la historia se desarrolla en dos épocas profundamente opresivas: la colonia y la dictadura militar: ¿ Tiene un símil Don Jorge esa novela con la situación chilena de años de régimen totalitario, más aún cuando sus obras rescatan la memoria histórica casi como una necesidad?: “ Mi novela es básicamente una historia de amor, de celos, una historia de engaños amorosos, hasta de cuernos si se quiere. Una historia de conventos como cárceles, rodeada de gran pasión y esa es la base para mí. En el presente, como la novela transcurre en la época de la dictadura de Pinochet, aludo indirectamente a un señor llamado Pinochet en la vida civil, pero siempre se le llama el “Viejo”, el “Número Uno” se le dice el “Caballero” pero en absoluto es lo central de la novela. Lo central es la condición humana en el fondo y el amor. Ya no me interesa Pinochet, es un viejo decrépito y sin ninguna importancia política”

Hablar de una de sus obras más conocidas “Persona non Grata” no es muy del agrado de Don Jorge, más aún “porque parece que no hubiese escrito nada antes ni después. Y no es así. Es natural que Persona non Grata se recuerde por la propia situación histórica en que se dio. Imagínate, un chileno enviado por Salvador Allende a Cuba y que se pelea con Fidel. Eso tenía que crear una expectación, una polémica o lo que sea, pero ese es un libro entre muchos que he escrito, y cuya importancia radica más bien en que en él descubrí el tono del memorialismo, de la autobiografía literaria cuyo acento también empleo en “El sueño de la historia” En ese narrador que llega a Chile, en forma muy parecida al de Persona non Grata. En fin, la literatura es siempre excepcional, nunca hay una norma netamente clara y siempre la excepción termina por imponerse y cada escritor puede ampliar un poco el espacio de la literatura si es fiel consigo mismo y no sigue la norma.” Efectivamente Persona Non Grata escrito en plena guerra fría y una Latinoamérica sacudida por la revolución y la labor contrarrevolucionaria de Estados Unidos lo alejó tanto de la izquierda peor también de una derecha que suele no mencionar que en aquel libro, Edwards añadió un epílogo donde critica abiertamente el Golpe Militar y la instalación de la dictadura, como también el papel cumplido por Estados Unidos en el derrocamiento de Salvador Allende.

Jorge Edwards es un testigo privilegiado respecto a España y su relación con Latinoamérica. No sólo empezó a publicar por primera vez con la editorial Sex Barral en el año 1964, sino que también fue su lugar de acogida cuando el golpe militar lo obligó a permanecer en Europa. Conserva esos amigos y esos entornos geográficos, políticos y de bohemia, tanto en Barcelona como en Madrid. Por ello y porque tiene un hogar en el apacible pueblito catalán de Calafell la visión de Edwards respecto a esta España, que se alza en una especie de nueva reconquista de Latinoamérica tiene una perspectiva distinta. ¿Conocen los españoles Latinoamérica o están más concentrados en converger con la mayor rapidez posible a esta Europa de la opulencia? “Mire usted – nos dice – los países se desconocen entre ellos bastante. A pesar de ello, creo que en España existe una curiosidad por América latina y Chile desde muy atrás en el tiempo. Ya en la década de los 60 existía esa curiosidad por lo que se hacía en Chile, y más aún en la época de la dictadura y cuando empezamos a reconstruir nuestra democracia. Lo que sí hay que hacer es trabajar para que el mutuo conocimiento sea mejor y más completo. Ser optimista y usar esa gran y maravillosa oportunidad de unión que nos da el idioma, que nos da la oportunidad de relación cultural con un mundo amplísimo, desde el Cabo de Hornos a México y de allí el gran salto a España”.

El trabajo literario de Edwards tiene una estrecha vinculación con la remembranza, tanto en su obra de ficción como aquella más testimonial. “Lo que me pasa con Chile, es que a veces los chilenos me asustan y tengo ganas de escapar pero no siempre, pues finalmente encuentro el vínculo. Tengo toda mi memoria en el país, afirma nuestro entrevistado, e incluso he dicho muchas veces que soy un escritor de la memoria. Pero no puedo dejar de entristecerme cuando recorro los lugares de mi infancia y de mi juventud no encuentro nada, no los reconozco. Las playas están llenas de petróleo así que también hay un proceso de desconocimiento del pasado de uno, por eso el pasado está en la memoria. Es una cuestión literaria esencialmente.” Pero no sólo de memoria son los pensamientos de Don Jorge, y así reconoce como un hecho positivo que el actual gobierno encabezado por Lagos está haciendo cosas: “Encuentro que el momento en que está nuestro país es bueno. El gobierno está empezando a realizar cosas que permiten tener optimismo. El presidente Lagos me envió un par de días antes de esta entrega del Cervantes una larga y simpática carta sobre este premio, y eso no era habitual, que los presidentes tuvieran una reacción fuera de lo formal, respecto a un fenómeno literario. Me parece que suceden cosas a pesar e los problemas en Chile y en el mundo”. ¿Será porque el “Viejo” o el “Caballero” no hace política? Preguntamos. Una sonrisa cómplice delató la respuesta “Lo que pasa es que el viejo está ruinoso, decrépito y su papel en la vida pública no tiene relevancia” haciendo referencia Pinochet

La jornada llegó a su fin muy entrada la tarde de aquel Lunes 24 de abril del año dos mil. Atrás quedó el rígido protocolo real, los escritores, políticos, periodistas y público en general que fue testigo de la entrega del Premio Cervantes a Jorge Edwards Valdés. Escritor de todas y cada una de las orillas de los pueblos de habla castellana. El talante de intelectual independiente y crítico, atento a la realidad social de Latinoamérica, unido todo ello por una prosa versátil y bella pesó en la opinión del jurado que le otorgó el más importante galardón de las letras hispanas. Un hombre, un literato que ha entregado a la lengua castellana el poder de la memoria como materia de la literatura. Testigo privilegiado de su tiempo su verbo es a la vez que denuncia propuesta a alto nivel ejercidas desde siempre con una firmeza democrática, que lo ha situado en un doble exilio político, anatemizado por la derecha y la izquierda cuando los muros dividían no sólo países sino también mentes.

La memoria, siempre la memoria presente. Extraña paradoja la entrega del Premio al ciudadano de un país cuya memoria se le recuerda día a día, y en el propio se recubre con el velo de la amnesia. Los premios literarios no son – y nunca deberían ser, sostenía el escritor español Luís Antonio de Villena, una carrera de caballos. No gana el mejor, sino uno de los muchos buenos que pueblan nuestro mundo de palabras. Y aunque Jorge Edwards Valdés sea más que un justo ganador, no faltó en estas tierras de jueces justicieros y Quijotes con la adarga bajo el brazo, recordar que Edwards estuvo entre los que pedían la vuelta del “Viejo decrépito” a Chile, para ser juzgado allí, coincidiendo en ello con el criticado ex jefe de Gobierno Felipe González. ¿Habrá querido la Europea España y su Premio lejos de los afanes de tribunales, altas cortes e incluso del dictador, mandar una señal de paz a un Chile cuya memoria se niega a borrar?. En todo caso, mientras haya inútiles como Jorge Edwards la memoria en Chile estará siempre refrescada como se refrendaría, posteriormente con el premio otorgado a los poetas chilenos Gonzalo Rojas el año 2003  y Nicanor Parra el 2011.

Desde Alcalá de Henares. Madrid.

Abril del 2000

Pablo Jofré Leal

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