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Turismo y cultura. Pandemia y expoliación

Segundopaso – Lo Reciente 17:Las Naciones Unidas y sus agencias ejecutivas o especializadas (UNESCO, OMS, OMT) son las instancias multilaterales encargadas de proponer y establecer, por consenso, los Años y los Días Internacionales o Mundiales acerca de aquellos temas que se relacionan con los campos de acción de este organismo y son de especial interés para el mundo: la paz, el ambiente, los derechos humanos, la salud, la cultura, la violencia, la libertad de prensa, el turismo, entre otros.

Más que una mera celebración, estas fechas constituyen una oportunidad para reflexionar y sensibilizar a los gobiernos nacionales de los países miembros, con el fin de que tomen medidas y ofrezcan soluciones locales y globales a los problemas en cada uno de estos ámbitos; y a los medios de comunicación, para que contribuyan con una plataforma informativa veraz que permita difundir el estado actual de cada problema y sus posibles soluciones.

En el caso del turismo, el organismo encargado de este tema, la OMT, en el año 1979, estableció el 27 de septiembre como el Día Mundial del Turismo. Esta declaración se llevó a cabo en Torremolinos (España) y lo hizo para conmemorar el aniversario de la aprobación de sus Estatutos, dado que había sido creado tres años atrás y vinculado a las Naciones Unidas desde 1976. La fecha escogida coincide además con el final de la temporada vacacional alta en el hemisferio norte y el comienzo de esta en el hemisferio sur.

Como sabemos, este año la aparición súbita y abrupta de la pandemia del COVID 19 ha impactado en la estructura y el orden social como una onda expansiva global e iconoclasta que se ha llevado por delante sistemas, estructuras, códigos, normas, paradigmas y estatutos. En consecuencia, todos los organismos e instituciones que componen la sociedad se encuentran condicionados por la covidianidad o la nueva normalidad, según se prefiera. En consecuencia, un organismo como la OMT, así como las instituciones regionales y nacionales encargadas de esta materia, se han visto obligados a adaptarse a las nuevas formas de relacionamiento y a los cambios generados por la crisis; pero también a diseñar y poner en práctica políticas que faciliten la apropiación de esos cambios por parte de la sociedad y así poder afrontar los retos que deparan los escenarios postpandemia.

En efecto, el turismo es uno de los sectores más afectados por el COVID-19. Ningún país ha escapado a sus efectos económicos y culturales. Las restricciones en los viajes y la desconfianza o incertidumbre acerca de la situación de cada país respecto a la pandemia han causado el desplome en las demandas de servicios turísticos y la reducción del flujo de turistas internacionales. Esta situación puede llegar a convertirse en una vorágine que desemboque en un colapso del sistema turístico mundial, del que dependen centenares de miles de trabajadores formales e informales, operadores, prestadores de servicios, contratistas, comunidades rurales (particularmente las originarias o en situación de pobreza), empresas de transporte, comercios. En fin, se trata de un motor económico del que depende buena parte de los ingresos de casi todos los países, sobre todo de aquellos que no cuentan con recursos naturales o sistemas de producción suficientes para el sostenimiento de la vida nacional.

Una de las políticas más urgentes en este sector es la reconstrucción de una nueva ética que permita la práctica de un turismo más seguro, justo y consciente respecto a la preservación del medio ambiente y para el sostenimiento y mantenimiento del patrimonio cultural material e inmaterial. Sobre todo, debido a la vertiginosa caída de los ingresos mediante los cuales se financiaban los proyectos y programas de estudio y protección de la biodiversidad y de la infraestructura patrimonial.

Por otra parte, la pandemia amenaza con la relajación de los mecanismos de control y protección, de modo que podría proliferar la caza furtiva de forma desmedida, en desmedro de la fauna que está en peligro de extinción; o incrementarse el vandalismo y saqueo de bienes e infraestructuras pertenecientes al patrimonio cultural. Incluso, corren riesgo los saberes y prácticas tradicionales y ancestrales porque los ancianos y memoriosos se encuentran entre las poblaciones más amenazadas por la pandemia y su muerte podría cortar la transmisión de una lengua o de un saber milenario o valioso para una localidad, para una nación o para el mundo entero.

En esta edición del Día Mundial del Turismo, el lema escogido es “Turismo y desarrollo rural”. Como se sabe, en las zonas alejadas de las urbes se sitúan las más importantes bellezas naturales y es donde se encuentra la mayor parte del patrimonio cultural tangible e intangible. Es allí, en las zonas rurales, donde precisamente habitan comunidades que, en su mayoría, están marginadas por el sistema capitalista burgués y su aparato neoliberal. Son las zonas más empobrecidas, necesitadas y explotadas.

Es por ello que deseamos también que en este Día Mundial del Turismo, los organismos multilaterales y las instituciones nacionales encargadas de ese campo, aborden con preocupación y valentía los desmanes causados por los perros de la guerra, por los invasores imperialistas que arrasan ciudades y campos, destruyendo a su paso bibliotecas, edificios y monumentos antiguos, comunidades originarias.

Este Día Mundial del Turismo también puede ser una ocasión propicia para exigir la erradicación de la violencia y del asesinato sistemático perpetrado contra sabios y cultores campesinos que ejercen liderazgos comunitarios, como sucede en Colombia por ejemplo. Que se denuncien a los secuestradores y saqueadores de saberes, a la industria cosmética y farmaceútica que impunemente viene apropiándose, desde hace décadas, de los secretos guardados celosamente por la naturaleza y por los memoriosos indígenas, sin dejar nada a cambio. Que se ponga un freno a la soberbia y las ambiciones hegemónicas de algunos Estados que se han aprovechado de la pandemia para actuar como piratas y corsarios, robar recursos, subvertir el orden y sabotear la economía de los países insurgentes, que cuentan con democracias populares y participativas.

Estos atropellos profundizan aún más la crisis que produce la pandemia y afecta el desarrollo turístico en estos países oprimidos. Como ejerce el control sobre los medios de comunicación, el poder imperial siembra miedos en la opinión internacional, tuerce la verdad y pregona la mentira, de modo que el interés turístico por esos países disminuye y se alejan las inversiones. Que este Día Mundial del Turismo sirva también para la emancipación. Que la OMT solicite a esos países hegemónicos una parte de sus descomunales presupuestos armamentísticos y bélicos para superar esta crisis pandémica y robustecer el turismo mundial.

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