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Ríos de Argentina Lloran por la Privatización

Segundo Paso para Nuestra América.- La riqueza acuífera de nuestro continente aparece reflejada en las obras de grandes poetas y escritores latinoamericanos. Constituyen un canto a la belleza y majestuosidad de nuestros ríos y a la importancia vital que representan para nuestros pueblos. Sin embargo, nuestros reservorios de agua hoy se encuentran amenazados por el neoliberalismo, como es el caso de la privatización de las llamadas hidrovías en Argentina. Releer nuestra literatura es alzar la voz para condenar estas medidas que dan cuenta de la dominación imperial de tipo fluvial que nos acecha y atenta contra la vida y soberanía de cada una de nuestras naciones.

El poeta venezolano Lubio Cardozo me comenta, en recuerdo de una vieja reflexión con el filósofo Luis Vargas, también venezolano, a propósito del interés económico y militar que tienen las grandes potencias en los principales ríos del mundo, que si consideramos la magnitud de extracción del preciado líquido en una “inocente” botellita de agua mineral comprada en algún supermercado o panadería, aparentemente no hay de qué preocuparse. Pero si tomamos en cuenta la cantidad de agua “mineral” vertida en veinte millones de botellitas de medio litro, o en botellas que van desde un litro hasta cinco litros, contenidas igualmente en veinte millones de envases de polietileno, seguro que se puede secar cualquier afluente del planeta. Y ese río puede ser en un futuro el mismo Mississippi, el Río Grande, el gigante Amazonas, el Río de la Plata o el Río Paraná; sin olvidarnos del emblemático río Orinoco. Esto sólo en nuestro continente.

Pensemos igualmente cuántos envases de agua mineral llevan a bordo cada uno de los sesenta portaaviones de la marina estadunidense cuando se desplazan al Medio Oriente o al Asia, tanto para sus “ejercicios militares” de postín como para sus guerras extracontinentales imperiales, so pretexto del control del petróleo, del comercio internacional y de la cacareada “seguridad nacional de los EE.UU. Sin duda, estas naves llevan dentro de sí verdaderos ríos cristalinos sacados de algún lugar del dolido planeta.

Por ello, no nos extraña que con satélites debidamente posicionados, el Pentágono tenga bien milimetrada desde el espacio todas las reservas de agua dulce de la tierra, con miras al futuro catastrófico que nos espera, vía calentamiento global, efecto invernadero, crecimiento demográfico, contaminación tecnología y explotación agroindustrial irracional para satisfacer el hambre mundana bajo las exclusas del libre comercio, el capitalismo salvaje, los tratados comerciales y la fuerza bruta y dominante del gran ejército norteamericano, que a hierro mata, pero que ni a hierro muere. Para esos los drones y otros pequeños trucos de vanguardia hacen lo propio, mientras la Amazonía llora entre las llamas.

Denuncia una portavoz del gobierno chino, a propósito de la debacle causada a nivel global por el virus del Covid-19, que un laboratorio militar de EE.UU. puede contener las claves de su origen y fundamento. ¿Luce macabro esto? ¿Es acaso improbable? Pues sí y no. Tan simple como lo suponemos muchos mortales de este mundo: La actual pandemia tiene, de seguro, un origen militar, y forma parte de un ensayo de exterminio humano que quizás se escapó de las manos en su primer ejercicio.

La sed y el hambre ya no son pandemias típicas del África. La padecen las grandes metrópolis. No olvidemos, verbigracia, la alarma existente en torno a la ciudad de Las Vegas, en los Estados Unidos, tan notable como centro universal del ocio y las apuestas; pero que para el año 2050 se puede quedar sin agua potable, debido a que los ríos que la surten, Colorado y Misisipí (desde una distancia considerable), ven mermados sus afluentes de un modo precipitado e irreversible.

Un poema del más reciente libro de Ronaldo Cagiano (Cataguases, Minas Gerais, Brasil, 1961), Cartografía do abismo(2020), titulado “Remembrando Pessoa”, nos muestra, en pocas líneas, la riqueza acuífera del planeta, no como simple metáfora poética ni como notable belleza de la Natura; sino como honda y sentida preocupación ante la muerte hídrica global, producto de los exabruptos del desarrollismo, las políticas entreguistas de los recursos naturales estratégicos, la descontrolada alteración de los ecosistemas y la biodiversidad de las especies vegetales y animales, ante los cuales ni el Támesis , el Tíber, el Nilo, el Jordán, el Danubio, el Éufrates, el Volga, el Ródano, El Ganges, el Elba, el Duero, el Reno ni el Mekong, del lado allá del Atlántico; o el Missouri, el Mississippi, el Río Grande, el Amazonas, el Paraná (de Brasil-Paraguay y Argentina); el Río Negro, el Río de la Plata, el Río Orinoco; el Marañón, el Pomba, el Paraíba del Sur y el Doce de Brasil; el Meta, el Vichada, el Guabiare o el Magdalena colombianos; o el río Uruguay, el río Pelotas o el río Canoas, sin mencionar estuarios y afluentes de extrema riqueza mineral y biótica, le son insustanciales ni indiferentes al poeta Ronaldo Cagiano, ni al poeta Anderson Braga Horta; tampoco a los poetas José Antonio Pereira u Osvaldo Picardo; a las poetas Alice Spíndola ni Amelia Arellano; al poeta Eduardo Dalter ni a los millones de luchadores del Cono Sur que hoy levantan la voz ante la inminente reprivatización de sus aguas, de sus ríos, de su natural derecho de acceso al mar, al Atlántico tan cantado por Neruda, por Vallejo, por Carlos Drummond de Andrade, por Fernando Mendes Vianna y un infinito etcétera que, en nombre de la sensibilidad.

 

Imagen tomada de la página oficial del Comité Intergubernamental Hidrovía Paraguay . Paraná: http://www.hidrovia.org/es/hidrov%C3%ADas-en-sudam%C3%A9rica

Polémica y absolutamente condenable ha sido la medida gubernamental de permitir desde la Argentina la privatización de las llamadas Hidrovías, tomando como centro de esa dominación imperial de tipo fluvial, el ancho y grande lienzo plano del Rio de la Plata, hasta adentrarse en el continente a través del majestuoso Río Paraná, que nos lleva no sólo al sur de Brasil, sino a Uruguay, Paraguay y Bolivia.

Con esta medida, tanto Buenos Aires como Montevideo, ven comprometida su autonomía y soberanía en cuanto al uso y disfrute de sus ríos, así como la seguridad nacional de sus pueblos y el legítimo derecho de su salida al mar; con la gravedad del caso, por cuanto supone dejar la navegabilidad de sus fuerzas navales bajo el control, por ejemplo, de la temible OTAN.

Este tipo de concesiones privatizadoras representan graves daños al patrimonio material, espiritual, cultural, económico, social y hasta político, por cuanto encubren a destajo la pérdida de la propia soberanía y del sentido de pertenencia, así como del intransferible derecho de la autodeterminación de los pueblos de Nuestra América. Por eso, no deben venderse ni comprometerse sus riberas, aledaños ni controles de paso.

Es ilegítima toda usura lujosa, todo capricho entreguista. La injusticia no debe erigirse por encima del dolor local de sus habitantes, pisoteando el sentir de sus moradores. Costa Salguero y Punta Carrasco son expresión legítima de este clamor. La historia permite comprobar que tras cada proyecto inmobiliario capitalista se entretejen ardides de tipo impositivo, punitivo y despojador del propio usufructo territorial, y los beneficios de los suelos y demás recursos naturales.

Tras cada ávido plan de inversiones foráneas se cristalizan maquiavélicos enredos jurídicos para justificar el expolio. Mauricio Macri y su ala política del Pro formaron parte —y aún la forman— de esa intolerable jugada. Eso es apenas la punta del iceberg. De ahí que tanto el llamado Plan Urbano Ambiental como el Código Urbanístico se convierta en motivos de luchas, críticas y análisis cuyo norte debe ser el bien de todos. En particular de quienes menos tienen y menos pueden. Los pobres.

La Cuenca del Plata no debe ni puede comprometerse ante la infame garra del dominio expoliador. La navegabilidad de los ríos del Sur de América no son negociables con potencia alguna, a cambio de miserias. La paz en la región y el desarrollo auto sustentable son intransferibles. La soberanía y el derecho al mar sólo se sostienen sobre la base moral de la pertenencia y la defensa legítima del suelo patrio. Esto debe ser consigna de honor y razón de lucha diaria. No sólo en la Argentina o el Paraguay, no sólo en el Uruguay o Brasil. No sólo el Chile o Perú, sino en cada rincón de Nuestra América donde respira el aliento altivo y valiente de nuestros libertadores.

Las organizaciones ecologistas y políticas, las comunidades civiles organizadas y los intelectuales humanistas que reclaman derogar toda medida privatizadora o entreguista, bien sea en la llamada Hidrovía Puerto Cáceres-Puerto Nueva Palmira, o en la Cuenca del Plata, tienen el compromiso de elevar sus quejas y rechazos más allá de un cauce comprometido. Lo que ocurre, por ejemplo, en Villa Inflamable con los enormes riesgos derivados de la industria petroquímica, en una radio de habitantes diezmados por las inmerecidas carencias de salubridad y bienestar material o condiciones de vida dignas, es materia de luchas y discusiones ante las decisiones emanadas por parte de autoridades e instituciones legales de todo orden.

Tampoco debe permitirse que Aguas Argentinas se convierta en una herramienta de muerte con absoluta incordura. Esto por cuanto ni el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional tienen derecho a alguno de arrogarse para sí lo que es derecho natural de los pueblos del Cono Sur. Ni con modelos extractivistas ni con supuestos programas agroexportadores debe avalarse ninguna nueva empresa de dominio, coloniaje ni expolio. Esa es una sentencia de muchos. Es una voz de todos. NO a la privatización de los ríos de Suramérica, ni de ningún rincón de Nuestra América. La dignidad de nuestros pueblos jamás se secará.

José Pérez

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