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Pelosi en Taipéi y otros cuentos chinos I

AUTOR: OMAR HASSAAN FARIÑAS. ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO

Segundo Paso para Nuestra América.- La presidenta de la cámara de representantes del Congreso estadounidense visitó la isla de Formosa (Taiwan). Allí tuvieron lugar una serie de declaraciones, maniobras militares y preparaciones para potenciales conflictos. El texto que ofrecemos a continuación, espera demostrar suscintamente cómo este evento encaja en una realidad geopolítica mucho más amplia y compleja, realidad que nos permitirá comprender cómo Estados Unidos ha mutado de “guardián” del sistema internacional de posguerra (1939-1945) a un Estado “rouge” y revisionista.

Ante todo, vamos a introducir unas cuantas categorías para poder avanzar un poco en nuestra concepción de este momento particular de la geopolítica global, y hacia donde nos lleva Estados Unidos y sus aliados. Es importante comprender claramente qué significan términos como “Estados Canallas” (Rouge States) y “Estados Revisionistas”, expresiones que fueron inventadas justo por Estados Unidos y sus aliados, para calificar todo lo que a ellos no les gusta, pero que irónicamente ahora aplican perfectamente a ese mismo país.

Un “Rouge State” – Estado Canalla, o Estado Villano – es un término desarrollado por Estados Unidos, a ser aplicado a países que, si vamos al grano y sin pretensiones, simplemente poseen gobiernos que no cooperan con la política exterior estadounidense. Nada que ver con los eslóganes de siempre: la “democracia” y los “derechos humanos”, ya que varios gobiernos que violan estos sistemáticamente, nunca reciben dicha condena (Colombia, por ejemplo), mientras que todos los que la recibieron efectivamente fueron, de una manera u otra, un obstáculo para los dictámenes de Washington (las lista es larga). El presidente Ronald Reagan fue el primero en emplear el término, pero para entonces el término estaba poco desarrollarlo, y solo durante la administración política del presidente William Clinton fue que se desarrolló una definición más precisa, y se le dio una utilidad política. El diplomático estadounidense y asesor de Seguridad Nacional de Clinton – Anthony Lake – publicó lo siguiente en el año 1994, en Foreign Affairs:

…la realidad de los estados recalcitrantes y al margen de la ley que no solo eligen permanecer fuera de la familia de las naciones democráticas, sino que también atacan nuestros valores básicos…me refiero a estos cinco regímenes: Cuba, Corea del Norte, Irán, Irak y Libia…el comportamiento (de estos) era frecuentemente agresivo y desafiante; que los lazos entre ellos estaban creciendo; que estaban gobernados por camarillas coercitivas que reprimían los derechos humanos y promovían ideologías radicales; que exhibían una incapacidad crónica para relacionarse constructivamente con el mundo exterior; y que su mentalidad de asedio los había llevado a intentar desarrollar armas de destrucción masiva y sistemas de lanzamiento de misiles. (En este sentido), como la única superpotencia existente, Estados Unidos tiene una responsabilidad especial… de neutralizar, contener y, a través de la presión selectiva, quizás eventualmente transformar a estos malhechores (“miscreant”, fue la palabra empleada) en buenos ciudadanos globales.[1]

Amerita señalar que la política exterior del presidente Bush (padre) había empleado repetidamente las ideas de Lake – aunque aún sin emplear el término mismo – adoptando una estrategia de “dos guerras” diseñadas para permitir que las fuerzas estadounidenses ganaran dos guerras regionales simultáneamente contra Estados “Canallas” (Rouge). La administración política del presidente Bush (hijo), enfatizó la necesidad urgente de desarrollar una defensa antimisiles nacional para proteger a Estados Unidos de las armas lanzadas por estos mismos “Estados Canallas”. Obviamente, este término estuvo presente durante una gran parte de la política exterior estadounidense, después de la primera Guerra Fría.

Lo importante es que Lake – y junto a él la totalidad del departamento de Estado y muchos de los “Think Tanks” gringos – habían definido a los “Rouge States” como Estados que desafiaban el sistema de normas internacionales y el orden internacional. Aparentemente, para ser clasificado como “rouge”, un Estado tenía que cometer cuatro transgresiones: construir/poseer armas de destrucción masiva, apoyar el terrorismo, abusar severamente de sus propios ciudadanos y criticar estridentemente a Estados Unidos. En realidad – y esto último no lo dice Lake, pero si lo confirma claramente las realidades históricas – solo el último criterio era suficiente, y los primeros tres solían ser construidos a través de narrativas creativas, como las de las armas de destrucción masiva de Irak, por ejemplo. Este término cesó de ser empleado de manera formal por el departamento de Estado durante la primera década del Siglo XXI, pero en realidad solo cambiaron el vocabulario, empleando eufemismos que de todas maneras siguen reutilizando las mismas “etiquetas”, bajo nuevas expresiones.

A su vez, el término “Estado Revisionista” y su contraparte – “Estado Statu Quo” – son términos quizás más académicos y menos engendrados por el departamento de Estado, por lo cual suelen ser más útiles para el análisis, a pesar del pésimo legado de estar identificados con el realismo político, tanto el clásico como la variante “estructuralista” (el neorrealismo). De acuerdo con el estadounidense Davidson, en su libro “The Origin of Revisionist and Status Quo States” (el origen de los Estados revisionistas y statu quo), un Estado revisionista es uno que “busca transformar la distribución de los bienes en el sistema internacional: territorios, estatus, mercados, la expansión de su ideología, y la creación y transformación del derecho internacional y sus instituciones. Alternativamente, los Estados del Statu Quo son estos que buscan mantener la distribución de los bienes antes señalados”.[2]

Es importante no caer en la simplificación que insiste en que los Estados revisionistas son los que “causan las guerras”, mientras que los Estados del Statu Quo son las que preservan la paz, ya que efectivamente existe más de una manera para transformar el sistema sin tener que recurrir a las guerras,[3] mientras que ciertas potencias estarían dispuestas a ir a la guerra para preservar el orden imperante, como por ejemplo las múltiples coaliciones anti-napoleónicas del Siglo XIX. Es igualmente importante entender que, en la práctica, todos los Estados suelen ser selectivos: son “revisionistas” de ciertos aspectos, pero desean preservar el statu quo en otros, dependiendo del tema, de las circunstancias e incluso del gobierno de turno y del momento geopolítico dado. Querer preservar el sistema pre-Revolución Francesa, no implicaba necesariamente la necesidad de descartar las nuevas maneras de hacer guerra, adoptadas por los enemigos del Emperador Francés, por ejemplo.

Con estos términos ya propiamente conceptualizados,[4] podemos empezar a evaluar la situación geopolítica actual, tomando como uno de los puntos de interés, la visita de la Señora Pelosi a Taipéi, pero también ciertos desarrollos recientes en las batallas entre Rusia y la OTAN, en Ucrania.

En los artículos anteriores de quien suscribe, hemos señalado repetidamente cómo las narrativas estadounidenses pretenden construir una matriz de opinión global en la cual sus provocaciones geopolíticas y estratégicas no existen, mientras que las acciones “bélicas, agresivas e injustificadas” de sus adversarios suelen ser irracionales y desprovistas de motivaciones más allá de la agresividad y el carácter de “canalla” de estos actores (principalmente, Rusia, China e Irán). Hemos señalado repetidamente que no se trata de una guerra entre el pueblo y el gobierno de Ucrania contra “Putin”, sino un conflicto geopolítico global entre Estados Unidos y sus aliados – por un lado – y la Alianza Pekín-Moscú, junto a sus respectivos aliados, por el otro, y la guerra en Ucrania es meramente una batalla en este conflicto. Señalamos, adicionalmente, que el rival principal de Estados Unidos es, efectivamente, el gigante asiático, y las provocaciones y eventual estimulación de guerra a través de “proxis” – en este caso, Kiev – obedece a la necesidad de debilitar al socio principal de Pekín.[5]

Adicionalmente, en uno de nuestros artículos anteriores, habíamos indicado cómo la dedicación apasionada de Estados Unidos por la defensa de la soberanía de Ucrania se ha constituido en el pilar fundamental de su política exterior, si creemos y aceptamos acríticamente las narrativas que surgen desde Washington y desde sus tentáculos mediáticos. Incluso, nos habíamos preguntado para entonces cómo es que la soberanía de ese país europeo ha logrado generar tanta pasión por parte de Washington, mientras que las soberanías de tantos otros países del mundo, no solamente han fallado en generan el mismo entusiasmo por parte de la Casa Blanca, sino por el contrario, fueron severamente afectadas por esa misma potencia anglosajona.

Pero quizás más preocupante es el hecho de que la guerra evidentemente es entre Estados Unidos y sus aliados contra dos potencias nucleares – Rusia y China – y la posibilidad del daño colateral para el resto del planeta, en el caso que el “Brinkmanship”[6] gringo salga de las manos de los “decision-makers” en Washington, y todo el mundo tendrá que pagar por esa irresponsabilidad. Aunque las consecuencias del empleo de armas nucleares fueron exploradas muy brevemente en un artículo titulado “El Dr. “Biden”, o Cómo Aprendimos a Dejar de Preocuparnos y Amar la Bomba”,[7] nunca hemos explorado adecuadamente el tema de las consecuencias económicas de esta guerra OTAN/Alianza Pekín-Moscú, para el resto del mundo. En ese artículo, esperamos abordar muy brevemente el tema de las acciones antisistema de Estados Unidos – lo que efectivamente hace de esta una potencia revisionista – y a la vez contemplamos con aún más brevedad las consecuencias económicas de una potencial escalada del conflicto entre los verdaderos rivales: Estados Unidos y China.

Una serie de eventos recientes nos llama la atención, los cuales nos lleva a observar patrones más grandes y cada vez más claros y manifiestos de la naturaleza de esta guerra global que se desarrolla actualmente, y las posibilidades de su expansión hacia nuevos teatros de operación.

En primer lugar, Estados Unidos y sus elites mediáticas no paran de festejar la entrega del sistema de cohetes de artillería de alta movilidad denominado “HIMARS”, por sus siglas en inglés, a las fuerzas ucranianas. Supuestamente, este sistema ha causado gran daño a las tropas y el interior estratégico ruso, a la vez de drones que han atacado la flota rusa del Mar Negro en Crimea, junto a varios puentes estratégicos, etc. Estos han destruido una cantidad substancial de cazas rusas, y, sin duda alguna, con el cambio cualitativo de los ataques supuestamente “ucranianos” contra objetivos rusos, los rusos están recibiendo golpes fuertes, por parte de la OTAN.[8]

Aun cuando el daño causado ha sido exagerado – y de eso no podemos dudar, ya que se trata de Estados Unidos y sus tentáculos mediáticos – Rusia está sufriendo las consecuencias de estos fuertes golpes. No cesan los anuncios de nuevos recursos financieros y paquetes de armamentos desde Estados Unidos para Ucrania, mientras que Alemania sangra por su destrucción económica – por un lado – y su jefe de gobierno y su presidente son humillados descaradamente en su propio país por parte del embajador ucraniano y otros que están bajo la protección de Washington,[9] todo con la finalidad de que suministren aún más armas a Kiev – por el otro.

Otro golpe adicional para Rusia – este de seguridad e inteligencia, y no de carácter militar – es el asesinato de Darya Dugina, hija de Aleksandr Dugin. Ya sabemos que, aunque las investigaciones del gobierno ruso indican que posiblemente fueron los servicios de seguridad ucranianos, los medios estadounidenses (Washington Post, por ejemplo), han indicado que “el origen [del ataque] es obviamente interno, no externo…Hay tantas facciones y guerras internas dentro de la propia sociedad rusa, dentro del gobierno ruso, todo es posible.[10] Los que nos preocupa no es el autor material, sino el verdadero autor intelectual, y lo que esto implica para el mundo.

Preocupantemente, otro tema es el de la central nuclear de Zaporozhie, la mayor central nuclear de Europa y la tercera del mundo, ubicada en el centro de Ucrania, y bajo control ruso desde el 28 de febrero o el 3 de marzo, dependiendo de cual versión aceptemos.[11] Varios portavoces de los países aliados a Estados Unidos han señalado recientemente (agosto de 2022), que cualquier tipo de fuga de radiación en la central nuclear de Zaporozhie – como consecuencia de cualquier tipo de bombardeo – será una razón para otorgarle un rol protagónico a la OTAN en Ucrania: “Dejémoslo claro ahora. Cualquier daño deliberado que provoque una posible fuga de radiación en el reactor nuclear ucraniano sería una violación del artículo 5 de la OTAN”, escribió este viernes en su cuenta de Twitter Tobias Ellwood, miembro del Parlamento del Reino Unido.[12]

El legislador estadounidense Adam Kinzinger, por su parte, indicó que “esto ni siquiera se puede debatir…cualquier fuga matará a la gente en los países de la OTAN, eso es el artículo 5 automático”.[13] Rusia, por su parte, y a raíz de los bombardeos recientes en agosto de 2022, ha solicitado repetidamente a la Agencia Internacional de Energía Atómica que envíe sus equipos a la central Zaporozhie para investigar la situación y acertar que los bombardeos son – efectivamente – ucranianos, y no rusos, pero como no le conviene a Estados Unidos, nada concreto se ha escuchado de la agencia atómica aún.[14]

Estos elementos que acabamos de indicar, estos sucesos y declaraciones y asesinatos, todos nos indica un incremento cualitativo en las batallas que se están dando en Ucrania, entre la OTAN y Rusia. El incremento cualitativo es preocupante para quienes observan los hechos, porque el “ojo crítico” – o quizá la mente cínica, no sé cuál sería más adecuado contemplar aquí – que uno debe tener en estos ejercicios analíticos, nos indica que el incremento cualitativo que acabamos de señalar no obedece a una Ucrania “mejor preparada”, tanto como una OTAN “más involucrada”. Nos referimos aquí en particular a la calidad de golpes que Rusia ha sufrido recientemente en Crimea, más que todo, y a las amenazas abiertas de ciertos miembros de la OTAN de intervenir por un daño a una central nuclear que ellos mismos están instigando.

Esto último pudiera ser – preocupantemente – parte de la escalada que todos tememos que se dé, por obvias razones, y si quizás se está dando justo a raíz de que los recientes avances rusos se han consolidado – aunque no se han dado nuevos avances – pues Rusia simplemente puede quedarse con lo que tiene y esperar el invierno que azote al resto de Europa. A criterio del jefe de la OTAN – Estados Unidos – ahora es el momento obligatorio para cambiar la ecuación estratégica en Ucrania a cualquier precio, y tememos que uno de estos “precios”, es abandonar las pretensiones que la OTAN no está involucrada directamente en la guerra.

Ahora bien, y en vista de estos puntos que acabamos de resaltar, quizás podemos recordarnos una vez más de los sucesos a lo largo del año 2021 y los primeros dos meses del año actual. Fue Estados Unidos y la OTAN quienes llegaron “tocando” la puerta a Rusia, y no al revés. Me llamó la atención una declaración reciente de la cancillería china, en la cual, y como una forma de protesta por la visita de la Señora Pelosi a Taipéi – ya vamos a tocar ese tema – indicaron que China no estaba tratando de instigar la separación de Alaska de Estados Unidos, sino todo lo contrario, es Estados Unidos la que ataca su soberanía, en su propio vecindario: literalmente, “fue una líder de Estados Unidos quien visitó la isla de Taiwán para apoyar a los ‘separatistas de Taiwán’. Nadie de China ha viajado a Alaska o alguna otra parte de Estados Unidos para apoyar a un movimiento separatista allí”.[15]

Esto último nos hace recordar cómo se había argumentado muy acertadamente a finales del 2021 – por quien suscribe y tantos otros – que Rusia no era quien estaba entregando armas ofensivas a México y ofreciendo alianzas militares hostiles y expansionistas al país latinoamericano para que se prepare para enfrentar a Washington, y que cuando algo semejante sucedió en un momento de la historia – la crisis de los misiles cubanos – Estados Unidos casi nos llevó a un armagedón nuclear, sin preocuparse por la soberanía cubana, muy al contrario de la situación actual, pues por la defensa de la soberanía ucraniana, Estados Unidos estaría dispuesta a consumir el mundo entero en las llamas de guerras a través de su proxy. Repitiéndose los sucesos a menos de un año, podemos ver cómo se reedita la versión de “Ucrania contra Rusia”, pero ahora para “Taiwán contra China”, resaltando los dos elementos más importantes que poseen en común: la metodología de provocación de “tira la piedra y esconde la mano” (combinado con una cara de “yo no fui”), y el mismo autor en ambos casos: Estados Unidos.

Estados Unidos provoca a sus adversarios (y después habla de provocaciones chinas y rusas) con varias pero separadas acciones hostiles, la cuales acumuladamente forman un peligro geopolítico de largo plazo para estos, luego la potencia anglosajona emplea su inmensa maquinaria global redactora y difusora de sus narrativas para simular que las provocaciones no son lo que efectivamente son, mientras que las reacciones de las contrapartes son meras “exageraciones” y “aberraciones”. Se dijo justo así de Irán con el acuerdo nuclear[16] y luego se dijo justo así de la operación especial de Rusia en Ucrania, y ahora, se repite la historia casi textualmente, condenando la controlada (si no fuera controlada, ya estaríamos en guerra) pero firme (la simulación de una invasión a Taiwán dejó claro lo que puede pasar si siguen las provocaciones) respuesta de Pekín a una agresión directa a su soberanía, mientras que las varias visitas de los congresistas estadounidenses a Taiwán buscan ofrecerle a Taipéi lo mismo que la OTAN estaba acumulando en Ucrania, el frente de la frontera con Rusia: armas gringas.

Oficialmente, la política estadounidense hacia Taiwán está guiada por los llamados “Tres Comunicados Conjuntos Estados Unidos – China” (The Three Joint Communiqués) emitidos entre los años 1972 y 1982, a la vez de la Ley de Relaciones con Taiwán (Taiwan Relations Act) de 1979 y las llamadas “Seis Garantías” (The Six Assurances) emitidas en 1982. En el Comunicado de Shanghái de 1972, China afirmó que “la cuestión de Taiwán es la cuestión crucial que obstruye la normalización de las relaciones entre China y Estados Unidos”, declarando que “el Gobierno de la República Popular China es el único gobierno legal de China”, que Taiwán es una provincia de China, y que “la situación de Taiwán es un asunto interno de China en el que ningún otro país tiene derecho a interferir”.[17]

En 1979, Estados Unidos y China emitieron un comunicado conjunto (el segundo) sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas en el que el país norteamericano se comprometía a reconocer “al Gobierno de la República Popular China como el único gobierno legal de China”, señalando que, dentro del contexto de ese compromiso, “el pueblo de los Estados Unidos mantendrá relaciones no oficiales con el pueblo de Taiwán”.

La Ley de Relaciones con Taiwán de 1979, supuestamente busca “preservar y promover relaciones comerciales, culturales y de otro tipo amplias, estrechas y amistosas entre el pueblo de los Estados Unidos y el pueblo de Taiwán, como también con el pueblo de la China continental…dejando en claro que la decisión de Estados Unidos de establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China se basa en la expectativa de que el futuro de Taiwán se determinará por medios pacíficos”, garantizando que “Estados Unidos proveerá a Taiwán con armas de carácter defensivo”.

En el tercer comunicado entre Estados Unidos y China de 1982, China subrayó que mantiene “una política fundamental para lograr una reunificación pacífica” con Taiwán, sobre la que reclama su soberanía. Por su parte, Estados Unidos declaró que “entiende y aprecia la política china de luchar por una resolución pacífica de la cuestión de Taiwán” y, tomando esto en consideración, Estados Unidos declaró que no busca llevar a cabo una política de venta de armas a largo plazo, y, por ende, reduciría gradualmente su venta de armas a la isla, mientras trabajaba por una resolución final para la reunificación.

Finalmente, y en respuesta a ciertas preocupaciones por parte de Taipéi sobre el tercer comunicado, Estados Unidos emitió sus famosas “Seis Garantías”, en el mismo año (1982):

  1. Estados Unidos no ha fijado una fecha para poner fin a la venta de armas a Taiwán;
  2. Estados Unidos no hace consultas previas con China sobre la venta de armas a Taiwán;
  3. Estados Unidos no ha aceptado ningún papel de mediador entre China y Taiwán;
  4. Estados Unidos no ha aceptado revisar la Ley de Relaciones con Taiwán;
  5. Estados Unidos no ha tomado una posición con respecto a la soberanía de Taiwán;
  6. Estados Unidos nunca presionaría a Taiwán para que negocie con China.


[1] https://www.americanforeignrelations.com/O-W/Post-cold-War-Policy-Isolating-and-punishing-rogue-states.html. [2]https://books.google.co.ve/books?id=tbgYDAAAQBAJ&pg=PA1&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false. [3] Tenemos a la China de Mao y Xiaoping, por ejemplo, que ha causado cambios estructurales al sistema internacional sin tener que realizar esto a través de la guerra. Quizás esta realidad es la que coloca al gigante asiático en la mira de Estados Unidos y su política exterior. [4] En realidad, requieren una consideración mucho más amplia, pero el espacio de este documento no lo permite. [5] Ver los artículos de este mismo autor en PIA Global en https://noticiaspia.com/?s=Omar+hassaan o en https://khosomoso.wixsite.com/website. [6] Política del Borde del Abismo: ver https://es.wikipedia.org/wiki/Pol%C3%ADtica_del_borde_del_abismo. [7] https://noticiaspia.com/kiev-taiwan-y-las-guerras-de-nuestro-tiempo/.[8] https://www.cnbc.com/2022/08/21/drone-hits-russias-black-sea-fleet-headquarters-in-crimea.html.[9] https://www.washingtonpost.com/world/2022/06/15/ukraine-germany-ambassador/.[10] https://www.washingtonpost.com/world/2022/08/21/alexander-dugin-daughter-daria-dugina-russia-ukraine-war/.[11] https://globalnews.ca/news/8658032/ukraine-russia-nuclear-plant-fire/.[12] https://actualidad.rt.com/actualidad/439106-occidente-condiciones-entrada-otan-conflicto-ucrania.[13] Se refiere aquí al artículo V del tratado de la OTAN que estipula que una agresión contra un miembro es equivalente a una agresión a todos los miembros de la alianza.[14] Ibid.[15] https://actualidad.rt.com/actualidad/438998-cancilleria-china-viajamos-alaska-apoyar-independencia.[16] Estados Unidos destruyó el acuerdo nuclear con la llegada del Señor Trump al poder en el año 2016, no tenía sustentación alguna ni existía acciones por parte de cualquiera de las partes para suspender el acuerdo. Naturalmente, Irán responde a estas provocaciones con tomar acciones fuera de ese acuerdo (ya que la contraparte principal lo violó, entonces Washington pretende que no instigó las acciones persas en primera instancia, y, en vez, denuncia a Irán como “irresponsable” por no seguir el acuerdo que ellos mismos abandonaron.[17] https://sgp.fas.org/crs/row/IF11665.pdf.

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