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Haití: El peso de los años de tiranías, saqueos e intervención extranjera

Segundo Paso para Nuestra América.- A Haití nunca se le ha perdonado su vocación emancipadora. A lo largo de más de treinta años, la situación política y social en ese país ha sido “contenida” por múltiples misiones internacionales de aparente carácter humanitario que, contrariamente a los objetivos nominales de coadyuvar en la atención inmediata de situaciones tan extremas como el hambre, la miseria, la desigualdad y la violencia, han profundizado los niveles de descomposición institucional, política y económica. Deseamos que se restaure la Haití gloriosa de El reino de este mundo, de Carpentier, y que el espíritu de Mackandal reavive la llama independentista.

Los patriotas haitianos andan con luces y colores en las manos, y andan florecidos, como la tierra regada por lloviznas y por cantos, pero han luchado solos, compañera, solos. Aunque andan florecidos, ¡cómo andan los hombres cuando andan luchando, han luchado solos compañera. Hasta que nuestra conciencia dispare en la lucha por liberar a Haití, hasta que el mundo se alce en una sola voz, luminosa, solidaria, y entre todos hagamos posible la mañana que acabe para siempre con la noche del jabalí

(La noche del Jabalí, composición del cantautor venezolano Alí Primera)

Para un latinoamericano cualquiera entender la situación del vecino Haití es tan peliagudo que procurar un análisis más o menos ecuánime es realmente atrevido. Hablar de Haití es hablar de años de colonialismo e intervencionismo, de la vida de cientos y cientos de haitianos y haitianas ofrendados a la independencia y la libertad. Es hablar de rebelión, batallas y luchas contra el hegemón conquistador y el hegemón capitalista. Es hablar de décadas de resistencia contra la explotación y la invasión. Al respecto el sociólogo Lautaro Rivara ilustra:

Haití ostenta varios récords en términos de intervencionismo. De todas las operaciones coloniales de reconquista sobre las nacientes repúblicas latinoamericanas y caribeñas que obtuvieron su independencia a comienzo del siglo XIX, ninguna fue tan masiva como aquella organizada en 1801 por Napoleón Bonaparte y su cuñado Emmanuel Leclerc, al mando de más de 43.000 hombres y la flota más grande de la época. Se trataba, en ese entonces, de recuperar la sublevada “Perla de las Antillas”, cuya economía esclavista de plantación significaba a la metrópolis francesa cerca de un tercio de sus ingresos. Aquella porción de isla era presa en ese entonces del fervor revolucionario que daría lugar, en 1804, al nacimiento de la República de Haití. Como correlato de aquella libertad pionera, Haití también tendría el triste privilegio de haber sufrido el primer endeudamiento externo, impuesto por una flota de guerra francesa anclada en la Bahía de Puerto Príncipe el 17 de abril de 1825. En una de esas típicas escenas “patas arriba”, como gustaría de decir don Eduardo Galeano, los esclavistas exigían a los exesclavos una indemnización por daños y perjuicios, obligando a la nación a pagar una suma, escandalosa para la época, de 150 millones de francos. (Rivara, 2021)

Según el propio Rivara, no todos esos récords de intervencionismo tuvieron a Francia como su principal protagonista. De la gran cantidad de invasiones y ocupaciones injerencistas, desembarcos y lo que llama “actos de piratería norteamericanos en el hemisferio”, ninguna ha sido tan extensa como la ocupación de Estados Unidos en Haití, al menos durante 1915 y 1934.

De todos los países intervenidos por misiones civiles, policiales o militares de las Naciones Unidas, ninguno ha visto a tantos contingentes extranjeros tocar territorio nacional, al menos en las últimas décadas: un total de nueve misiones de distinto signo se han sucedido en los últimos 28 años. Es más, en ese lapso, Haití sólo ha pasado dos años (el 2002 y el 2003) sin presencia formal extranjera (Rivara, 2021)

La lógica del patio trasero

Lo primero que cualquier incauto quiere saber tras enterarse de esta nefasta historia dentro de nuestro propio territorio continental es por qué pasa esto, pues bien, lo que más o menos la larga historia de injerencia imperialista occidental nos hace deducir rápidamente es 1) para robar recursos naturales, y 2) para posicionarse geopolíticamente.

Tras la larga lista de golpes de estado, rebeliones y sucesiones presidenciales de la historia republicana de Haití, otra larga lista de hechos marcaron un antes y un después: Al inicio de la década de 1900, ya las corporaciones norteamericanas tranzaban licencias para la explotación agrícola de grandes extensiones de tierras haitianas, razón por la cual se hicieron de varias concesiones para la construcción de una infraestructura que facilitara la extracción y exportación de los productos y bienes derivados. Inclusive la banca privada norteamericana se adelantaba al porvenir, comprando parte cardinal del Banco nacional haitiano, que “disponía del monopolio sobre la emisión de moneda” y permitiría facilitar sus transacciones, por ejemplo, el robo de más de miles de dólares que fueron extraídos de las reservas nacionales por fuerzas militares extranjeras y depositados en la banca norteamericana.

Durante el mismo período ya Haití lidiaba a duras penas con la absurda deuda impuesta por Francia tras la independencia, cuando la banca internacional llena de “buena fe” refinanciaba su deuda, generando compromisos y prebendas que implicaron el dominio norteamericano sobre las finanzas de la nación, y más adelante su la intervención militar que se extendió por diecinueve años. Informes y registros de archivo desclasificados posteriormente, develaron que las presiones para la intervención y control del territorio y las riquezas en Haití venían directamente de Wall Street y del banco que luego derivó en el Citigroup.

Bajo la fuerte presión del National City Bank, predecesor del Citigroup, los estadounidenses hicieron a un lado a los franceses y se convirtieron en la potencia dominante en Haití durante las siguientes décadas. Estados Unidos disolvió el parlamento de Haití a la fuerza, mató a miles de personas, controló sus finanzas durante más de 30 años, envió una gran parte de sus ganancias a banqueros de Nueva York y dejó a un país tan pobre que los agricultores que ayudaron a generar los beneficios a menudo vivían con una dieta “cercana al nivel de inanición”, según determinaron funcionarios de las Naciones Unidas en 1949, poco después de que los estadounidenses soltaran las riendas. (Gebrekidan, Apuzzo, Porter y Méheut, 2022)

La gran depresión marco el ocaso de la ocupación norteamericana en Haití, pero su influencia política se extendió durante todo el resto del siglo en la nación.

Actualizando el formato de intervención

La figura de las ONG, Agencias y Misiones han sido un método de intervencionismo disimulado. El sociólogo Lautaro Rivara las estima en más de doce mil, lo que ha hecho a Haití alcanzar “la mayor concentración per cápita del mundo” (en presencia de ONGs).

La Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití MINUSTAH, la Misión de las Naciones Unidas para el Apoyo a la Justicia en Haití MINUJUSTH y más recientemente Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití BINUH cuyo propósito nominal “asesorar al Gobierno de Haití en la promoción y el fortalecimiento de la estabilidad política y la buena gobernanza, incluido el estado de derecho” bajo un carácter político y no militar, han sido todas parte de la misma política intervencionista que busca mantenerse en el territorio, expandiendo sus tentáculos por vía aparentemente diplomática pero velando por el control institucional que han alcanzado hasta ahora, suplantando en muchos ámbitos y por muchos tiempo las obligaciones del Estado, y lo que es peor, expandiendo una política sistemática de agresiones que incluyó violaciones, masacres, desmantelamiento del tejido social, entre otras no menos funestas.

Tanto la MINUJUSTH como la MINUSTAH fueron justificadas a su tiempo mediante una serie de pleonasmos que, aunque ya harían reír al más inventivo de nuestros escritores, no dejaron por eso de ser menos eficaces: el “intervencionismo humanitario”, la “responsabilidad de proteger”, el “principio de no indiferencia”, o “la salvaguarda de la seguridad nacional de los Estados Unidos” fueron algunas de sus coartadas. 15 años permanecieron estas fuerzas de ocupación en territorio nacional, el equivalente a tres mandatos presidenciales completos. Completamente abolidos quedaron los viejos y presuntos pilares del orden jurídico internacional, a saber, el principio de soberanía y el derecho a la autodeterminación de las naciones. (Rivara, 2021)

Por si esto no fuera poco, tras las nacientes revueltas en las calles -que algunos alertan podrían ser inducidas-, el consejo de ministros de Haití aprobó la moción solicitada por el primer ministro encargado, Ariel Henry, para pedir la intervención de fuerza internacionales ante lo que considera una crisis humanitaria de grandes proporciones tras la reaparición de un brote de cólera, una crisis alimentaria, y el aumento de los precios de combustibles. El consejo de ministros planta postura contra el bloqueo a las terminales de combustible, ejecutada por parte grupos armados, que está teniendo consecuencias graves para el funcionamiento del país. El director ejecutivo de la Plataforma Haitiana para el Desarrollo Alternativo, Camille Chalmers ha advertido al respecto:

Asistimos actualmente a la construcción de la opinión pública para justificar una intervención militar, incluso con la utilización de pandillas que forman parte del sistema. Crear una situación caótica, insostenible, de crisis humanitaria, son elementos para justificar una intervención militar que quieren hacer en Haití para asegurar un control absoluto del sistema político y descartar toda posibilidad de un proyecto popular, de un proyecto de las clases populares, así como la conexión posible con Cuba o Venezuela (Chalmers, 2022)

Según declaraciones ofrecidas al medio Resumen Latinoamericano, también considera Chalmers, que el llamamiento de la ONU al despliegue inmediato de una fuerza armada internacional especializada para dar respuesta a la crisis en Haití, pretende, primero, legitimar el poder inconstitucional de Ariel Henry -quien además de no haber sido ratificado en el parlamento tras su nombramiento, está fuera de mandato desde febrero de este año-; y segundo, reprimir la verdadera movilización popular haitiana, con la fuerza de bandas paramilitares que cuentan con el apoyo de élites mafiosas y políticas.

Hay otras voces sonando entre tanto, una tercera parte del Senado de la República ha llamado a las fuerzas políticas, sociales y económicas a encontrar un consenso para solucionar la crisis, ha presionado al mismo tiempo al gobierno a revocar las medidas asfixiantes en materia económica especialmente con el tema de los precios de los combustibles, ha expresado la necesidad de apaciguar la situación para hacer un llamado a las elecciones que ya llevan sin celebrarse seis años, y sobre todo solicita revocar la solicitud de intervención militar.

El papel del movimiento progresista en América Latina

La escritora y periodista cubana Rosa María Fernández, en su artículo El sueño de la población haitiana invita: “Cabría preguntarse qué hacer mientras asistimos a la destrucción del hermano país, casi 200 años después de tiranías, saqueos e intervención extranjera”, una arenga tan similar y sensible como la del cantautor venezolano Alí Primera que afinaba “No preguntes cuantas veces por segundo mueve las alas el colibrí, pregunta por ejemplo qué estamos haciendo por Haití”, a la que aún América Latina y las fuerzas progresistas del continente entero deben respuestas.

Durante la denominada “primera ola progresista” en la región, bajo liderazgos significativos como los de Hugo Chávez, se promovió por ejemplo el Acuerdo de Cooperación Energética PetroCaribe. Hace ya 17 años de este paso que ha formado parte esencial de las políticas regionales de una integración de naturaleza solidaria, con fines de desarrollo social y de justicia que fue y ha sido altamente beneficioso para la República de Haití, en materia energética, alimentaria, de vivienda, salud, e infraestructura, beneficios golpeados, claro, por las agresiones políticas y económicas norteamericanas contra la nación venezolana en la actualidad, así como por la corrupción dentro de la administración pública haitiana.

La Comunidad del Caribe CARICOM, como mecanismo de integración lationamericana y caribeña, también contribuyó decididamente a la búsqueda de estabilidad en Haití, fundamentalmente durante los años del progresismo regional, en materia económica, financiera, y política.

Ahora que renace la esperanza del progresismo en América Latina, con el ascenso de las izquierdas democráticas a los gobiernos de naciones como Chile, Argentina, Colombia, Honduras, México, Bolivia, ratificados gobiernos como los de Nicaragua, Venezuela y Cuba, y con las expectativas puestas en la victoria electoral de Lula en Brasil tras la primera vuelta, se abren nuevas posibilidades para pensar en la integración latinoamericana y caribeña, y con ello tomar medidas inmediatas en solidaridad con el pueblo haitiano, en la búsqueda de su soberanía, independencia, paz y desarrollo.

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