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Los vientos calientes de una Guerra Fría: Venezuela, América Latina y la tormenta que se avecina

AUTOR: OMAR HASSAAN FARIÑAS

Segundo Paso para Nuestra América.- Se repite la crisis de los misiles en Cuba de 1962, pero con cambian los roles. Estados Unidos argumentaba que aquello era una amenza contra su país, hoy día Rusia cuestiona con igual derecho los planes expansionistas de la OTAN, los misiles estadounidenses ya existentes en Polonia y Rumania, y los que se colocarán en Ucrania. Esto ha desencadenado un nuevo escenario de Guerra Fría. De allí que el autor se pregunte: “¿Qué tiene que ver todo esto con Venezuela y Cuba?”. Esta interrogante es el tema central de esta segunda parte de este interesante artículo de Omar Hassan, quien además analiza la geopolítica regional para dibujar posibles escenarios nada favorables a Estados Unidos.

Las posturas altamente agresivas contra Rusia retomaron después de la agresión ucraniana en el 2014, justo desde el inicio del 2021, año en el cual regresan los “globalistas” al poder en la Casa Blanca. Las agresiones principalmente suceden en el entrono geopolítico ruso, menos no en el gringo. Las expulsiones diplomáticas, las declaraciones bombásticas y exageradas surgen con mucha más frecuencia y agresión desde la Casa Blanca, y no del Kremlin.[1] Más importante, nos debemos preguntar: en la coyuntura actual, ¿realmente le conviene al Kremlin instigar múltiples crisis militares y diplomáticas contra Estados Unidos y la Unión Europea, cuando el máximo objetivo estratégico de Moscú desde el 2011 es consolidar el Nord Stream II, el cual no se puede activar en un ambiente de hostilidad diplomática y militar?[2]

¿Se desea más evidencia de quién es el provocador que busca crear múltiples crisis para “pescar en río revuelto”? Pues la China esta recibiendo exactamente el mismo trato de los estadounidenses, a la vez de tratar de competir económicamente contra el gigante asiático. Con escenarios y prácticas semejantes, vemos cómo Estados Unidos utiliza sus aliados principales – Corea del Sur, Japón, y, principalmente Australia – para igualmente circundar (y eventualmente estrangular) a la China. Aquí la tarea de crear y fomentar crisis para establecer enfrentamientos y arrastrar al contrincante a guerras que no desea, fue radicalmente incrementada, acelerada, redimensionada, etc., durante la era “Trump”.

En el caso chino, al igual que el caso ruso, se repiten los patrones. Si nos damos cuenta, los ejercicios navales y terrestres, lo “secuestros” de diplomáticos, las agresiones diplomáticas y políticas, el incremento de fuerzas militares, la colocación de misiles de mediano y largo alcance y los constantes patrullajes, las nuevas e inéditas alianzas militares y navales con armas nucleares, todos estas se evidencian en las fronteras con – o en contra de – la China, y no en Canadá o México. Tampoco es una mera coincidencia que la intensificación de la agresión contra Rusia y la China se materializaron al mismo tiempo, o que estas poseen un aspecto pronunciadamente militar y naval, en vez de económico. El enfoque militar obedece a que militarmente, Estados Unidos aún puede seguir alegando una indiscutible hegemonía mundial (aunque Afganistán, Irak y Vietnam tendrán otra cosa que decir al respecto), menos ya no puede seguir alegando la supremacía económica[3] Con estas posturas provocativas militares y navales en el mar Negro, en el Pacífico, en el Mar de la China Meridional, en el estrecho de Taiwán, en los países bálticos o en Ucrania, Estados Unidos esta “playing to its strength”. [4]

En este enfrentamiento gringo/ruso, tanto Estados Unidos como el “jefe” burocrático de la OTAN, han repetido que Rusia no posee “zonas de influencia”, que Rusia no posee “zonas estratégicas”, que la OTAN nunca realizó promesas a Rusia que no emprenderá una campaña agresiva de expansión en la zona del antiguo Pacto de Varsovia, y, finalmente, que la OTAN no requiere permisos, autorizaciones o negociaciones para expandirse, adonde sea que quiera hacerlo.

Como un elemento de segunda importancia – pero repetido tantas veces, sin cesar – hemos escuchado que “Rusia debe respetar la soberanía ucraniana”. No estamos claros aquí si el “respeto” a la soberanía ucraniana debe seguir la plantilla “teórica” establecida por las Naciones Unidas, o la plantilla de facto establecida por Estados Unidos en Irak, en donde el parlamento electo de ese país árabe ya le ha solicitado formalmente a los gringos que salgan de Mesopotamia, después de que abiertamente hayan masacrados a líderes persas e iraquíes en su propio territorio, pero no hay manera de que salgan, respetando – muy respetuosamente – la soberanía iraquí.

Por más que deseamos estar “actualizados” y ver al Siglo XXI como uno muy diferente al Siglo XX, y por más que insistimos en que una “guerra fría” requiere de enfrentamientos ideológicos o de un escenario bipolar, los “halcones” actuales en Washington[5] son productos (o los mismos) de la primera Guerra Fría, obviamente están operando en la actualidad de esa misma manera, y esta lógica predomina en los círculos de seguridad y defensa de toda la OTAN. Solo necesitamos verlos a ellos en la práctica, lo que dicen y hacen, y recordemos cómo eran estos asuntos, hace 30 o 40 años. Rusia, a su vez, tampoco está lejos de esta lógica. Entonces, por más que no deseamos ver la lógica de una Guerra Fría, los actores principales de este drama geopolítico actúan como si fuera que estamos en una, y eso nos dice mucho.

Uno de los elementos principales de una Guerra Fría es la lucha a través de terceros, y justo al descartar los terceros en un enfrentamiento geopolítico, es cuando una guerra “fría” pasa a ser “caliente”. Los terceros son los que garantizan que el enfrentamiento se mantenga “frío”. En el escenario actual, los medios de comunicaciones globales nos engañan repetidamente cuando hablan de la crisis ruso-ucraniana, cuando Ucrania es simplemente el espacio geopolítico en el cual se enfrentan las dos potencias, la americana y la euroasiática. Precisamente por esto es que tanto se resisten a llamarlo una “Guerra Fría” (aunque no todos ellos rechazan el término), para evadir identificar el conflicto por lo que realmente es, y alegar que es una “agresión rusa contra un pequeño vecino”.

A inicios de la década de 1960, Estados Unidos había colocado misiles balísticos (nucleares) tipo “Júpiter” en Italia y Turquía, y estaba a punto de arrasar con la Revolución Cubana,[6] usando el único método que ellos suelen emplear: invadir (de nuevo) y masacrar a parte de su población (de nuevo).[7] Los rusos colocaron misiles y bombarderos en Cuba, y con eso tuvimos una de las dos crisis más agudas de la primera Guerra Fría.[8] El argumento principal de los gringos en 1962 es que no podían permitir una acumulación de armas convencionales y nucleares a “90 millas de la Florida”.

Es importante recordarnos que el 20 de septiembre de 1962, el senado estadounidense aprobó la declaración conjunta no. 230, en la cual se indica que Estados Unidos está dispuesta a “impedir que en Cuba se constituya una capacidad militar apoyada externamente que pudiera amenazar la seguridad de Estados Unidos.” Vladimir Putin – por más que quieran los gringos negarlo – se queja en el Siglo XXI, específicamente por las mismas consideraciones y amenazas que el senado estadounidense y luego el Presidente John FitzGerald Kennedy se quejaron en el Siglo XX. Aparentemente, colocar misiles balísticos gringos en Turquía era un derecho estadounidense, pero colocar misiles balísticos rusos en Cuba era una violación de la paz, todo el derecho internacional, la tranquilidad de la raza humana, la existencia de la vida sobre la tierra, etc. En ese momento, la raza humana se acercó a la aniquilación total, a raíz de los “brinkmanships” de las potencias nucleares.

En el 2021-22, se reedita la misma situación de 1962, pero con un “cambio de roles”. Mientras que los misiles rusos en Cuba representaban una agresión a la “esfera de influencia” de Estados Unidos,[9] las tropas de la OTAN, los misiles gringos ya existentes en Polonia y Rumania, junto a los que pronto colocarán en Ucrania, no son un problema para nadie, ya que “Rusia no tiene derecho de veto. Rusia no tiene nada que decir. Y Rusia no tiene derecho a establecer una esfera de influencia, tratando de controlar a sus vecinos”, como lo indicó el secretario general de la OTAN, el primero de diciembre de 2021.[10]

Quizás aquí llegamos al corazón del tema: Mientras que Estados Unidos tiene el derecho de “impedir que en Cuba se constituya una capacidad militar apoyada externamente que pudiera amenazar la seguridad de Estados Unidos”, Rusia no posee el derecho de “impedir que en Ucrania se constituya una capacidad militar apoyada externamente que pudiera amenazar la seguridad de la Federación de Rusia”. Esta ecuación es la base fundamental de la expansión de la OTAN y la situación conflictiva en la actualidad, entre Estados Unidos y su arquitectura institucional para la proyección de su poder – la OTAN – por un lado, y Rusia, por el otro.

Entonces, tenemos un juego de “Brinkmanship” entre Estados Unidos, por un lado, y Rusia por el otro,[11] en un escenario de Guerra Fría – la cual no requiere ni “enfrentamientos ideológicos” ni “bipolaridad” para ser una “guerra” que es, por ahora, “fría”. ¿Qué tiene que ver todo esto con Venezuela y Cuba? Al estancarse las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre el verdadero tema que abordaron en Ginebra – la expansión de la OTAN – cada una de las potencias busca “maniobrar” para superar este estancamiento, sin sacrificar su posición o correr más riesgos de carácter “nuclear”. Estados Unidos acusa a Rusia de provocar una crisis artificial para invadir a Ucrania (cada ladrón juzga por su condición), mientras que Rusia le hace recordar a Estados Unidos de la crisis de los misiles rusos en Cuba, a ver si el país norteamericano puede ser un poco menos egoísta, y recordarse de su pasado, cuando entraron en pánico por unos cuantos misiles rusos, en vez de los múltiples depósitos de misiles gringos regados a lo largo de casi toda la Europa Oriental.

¿Cómo se sentirían si colocamos fuerzas idénticas a las suyas en Ucrania, pero en Venezuela y Cuba? Claro, las estaremos colocando para defender la soberanía de Venezuela y Cuba, y debemos hacerle recordar a Estados Unidos que ellos no tienen el derecho de poseer “zonas de influencia”, tampoco poseen el derecho de dictar condiciones para la expansión de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva,[12] y ellos deben respetar en vez de amenazar a sus vecinos, etc.

Los irrelevantes de doble-moraleja que se identifican con el señor ex – diputado de la ahora extinta Asamblea Nacional venezolana en desacato, naturalmente gritan en la actualidad por la “defensa de la soberanía de Venezuela” y “salvar a Venezuela de una invasión soviética”.[13] Claro, fácilmente se les hace recordar a estos sujetos que la soberanía de Venezuela tuvo cero valor cuando ellos gritaban por una invasión gringa, la cual, con sus desarrolladas y poderosas “smart weapons”,[14] iban “mágicamente” a matar a todos los chavistas, y completamente evitar causar lesiones a todos los “demócratas”. Naturalmente, estos sujetos no ameritan mucho de nuestras consideraciones.

Pero lo que sí amerita nuestras consideraciones, es el cambio profundo que se evidencia en América Latina en la actualidad, y las justificadas preocupaciones que posee Estados Unidos. Es poco probable que Rusia coloque en Venezuela o en Cuba el mismo tipo de “military grade hardware”[15] que Estados Unidos ya colocó en varios países fronterizos y cercanos de Rusia. Esto es solamente más “saber rattling”[16], por parte de los rusos. En 1962, Estados Unidos ya estaba lista para eliminar a la Revolución Cubana, y era una amenaza existencial para Cuba. Hoy en día, aunque trató de hacer lo mismo con la Cuba y la Venezuela del Siglo XXI, Estados Unidos aun no representa una amenaza existencial a estos países, aunque si una amenaza bien grave.

La posibilidad de que llegue la situación en la región al mismo desastre que las políticas altamente irresponsables del actual gobierno ucraniano – el cual se prestó para un potencial Armagedón nuclear con la finalidad de vengarse de los rusos y complacer a los gringos – son muy bajas, por lo menos por los momentos. Nuevas acciones por parte de Estados Unidos, como por ejemplo otra invasión al estilo “Bahía de Cochinos” en Cuba u otra “Operación Gedeón” en Venezuela – o un recrudecimiento de las reprensibles medidas coercitivas unilaterales – entonces, y como dicen los mismos gringos, “all bets are off”. Más bien, la mera declaración rusa (sin efectivamente realizarla) ayuda substancialmente a Venezuela y Cuba, ya que por un lado Estados Unidos gritaría que “tomará acciones decisivas” contra la presencia rusa en el Caribe, pero por el otro lado, también tomará medidas para no otorgarle razones y excusas a Rusia para que realice en el Caribe, lo que ya realizó (exitosamente) en Siria.

No obstante, lo que si amerita considerar es lo siguiente. En 1962, con la mal llamada “cuarentena” contra Cuba que el Presidente Kennedy impuso para impedir que lleguen mas armas rusas al país antillano, Estados Unidos logró gestionar la crisis sin una “declaración de guerra” formal, gracias al repentino empleo de la OEA y el TIAR,[17] contando con barcos de guerra argentinos y venezolanos para bloquear a Cuba.

¿Estamos hoy en día en esa misma América Latina? Con el mapa electoral de América Latina como quedó en el 2021, y aliados confiables de Estados Unidos como los partidos fascistas de Colombia y Brasil enfrentando una potencial derrota en las urnas este mismo año, el “patio trasero” gringo que le permitió resolver la crisis cubana en 1962, ya no es el mismo que se evidencia en el año 2022. Lo de mencionar a Cuba y Venezuela en esta crisis de las potencias globales – más allá de colocar armas y ejércitos en esos países – es una manera sutil y resumida de hacerle recordar a Estados Unidos que hoy más que nunca, su “zona de influencia” ya no es la misma que pretende que posee.

Este mensaje le está llegando a Estados Unidos, sin duda alguna. El “patio trasero” tiene nuevos “administradores”, y aparentemente todos son locales y autónomos. Pero esto explica las posturas tan erráticas, incoherentes y altamente inconsistentes de Washington en relación con Venezuela y sus procesos electorales. Las victorias del gobierno en el ultimo proceso electoral de noviembre de 2021 – como también las de la oposición en esa fecha y en enero de 2022 – le hace mucho más difícil mantener la absurda ilusión que el Presidente Trump había construido, entre los años 2018 y 2019. No obstante, por más absurda que sean estas posiciones, las tienen que mantener intactas. La falacia y fantasía del mal llamado e imaginario “gobierno interino” es para poder continuar con la piratería de saquear los recursos venezolanos en el exterior y negarles el acceso de estos al Gobierno Bolivariano, naturalmente. Pero adicionalmente, obedece a la lógica de la Guerra Fría que hemos descrito en el documento actual. El problema es que Venezuela y Cuba cuentan como “terceros” en este conflicto global, y que obviamente no están en el campo estadounidense.

Como la lógica de Washington en el 2022 sigue siendo la misma que tenían en 1948 (inicio oficial de la primera Guerra Fría), si Venezuela y Cuba no están con Estados Unidos, pues están con los malvados, los rusos y los chinos, al igual que países como Nicaragua. Bajo la lógica de una “Guerra Fría” – la del Siglo XX o la de la actualidad – cada potencia beligerante en el conflicto “Frío” debe combatir a los países aliados de la otra (s) potencia (s), hasta que estos o sean destruidos, o pasen a su lado. Solo con la destrucción decisiva de las revoluciones bolivariana y cubana, es que Estados Unidos regresará a “tolerar” cualquier cosa que salga de Caracas o de la Habana. Nunca antes. Es precisamente esta lógica de Guerra Fría, la que explica la ilógica incoherencia de la posición estadounidense en relación a Venezuela, su gobierno, sus procesos electorales y sus instituciones públicas.

Gracias a las “prudentes” acciones altamente belicistas de la OTAN – y el gobierno en Kiev que se presta para un potencial apocalipsis nuclear – se avecinan vientos calientes para lo que, hasta los momentos, es una guerra netamente fría. El Brinkmanship del Siglo XX no les enseñó nada a las potencias de entonces, y las del momento tampoco aprendieron mucho del pasado. Los años entre 1919 y 1939 – los años preparativos de la Segunda Guerra Mundial – se denominan en la Historiografía Occidental como los de un “gathering storm” (tormenta que se avecina). Esperemos que el 2022 no sea el final del periodo de otra “gathering storm”. Aún existe una gran posibilidad de que esto sea simplemente otro episodio más de la Guerra Fría actual, sin que pasemos – colectivamente, pues no es Rusia y los Gringos nada más, sino todo el planeta – de “fría” a “caliente”.

No obstante, los eventos recientes nos enseñan dos elementos de inmensa importancia para el análisis en las relaciones internacionales. Primeramente, la necesidad de buscar y relacionar la lógica del enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos por un lado y Rusia y la China por el otro, en todo proceso que deseamos explorar y analizar en el sistema internacional. Quizás no exista una relación concreta en todos los casos, pero seguramente se encontrará una incidencia significativa en la mayoría de estos. En segundo lugar, el mapa geopolítico de América Latina ha visto tantos cambios, que ahora efectivamente se puede calificar como una zona con sus propias dinámicas, en vez de un mero apéndice de la política exterior estadounidense, como efectivamente lo fue en el año 1962.


[1] Esto es en el2 022, no en los años de la presidencia del Magnate Trump, quien emitía este tipo de declaraciones, pero solo contra la China.[2] Justo lo que Washington desea que se de: la eliminación del Nord Stream II, proyecto que sobrevivió solamente por la tenacidad y fuerza de la Señora Ángela Merkel. [3] solo el dominio sobre las redes financieras globales, el único verdadero elemento que le permite “sancionar” – es decir, imponer medidas coercitivas multilaterales.[4] Una expresión idiomática que sugiere la priorización del uso de las propias habilidades naturales y habilidades específicas, especialmente al perseguir tareas u objetivos adecuados a tales habilidades. Igualmente puede ser poner a uno en una posición que le permita usar mejor sus habilidades naturales y habilidades específicas.[5] Quienes en realidad son la abrumadora mayoría de los expertos y quienes toman las decisiones.[6] Primeramente, con la invasión de la bahía de cerdos (abril 1961), seguidamente con la operación “Mongoose” (noviembre 1961), y mas de 638 planes para asesinar a Fidel Castro (de acuerdo con Fabián Escalante). [7] El otro es el de las sanciones genocidas. No era el método favorito de Estados Unidos antes y durante la Guerra Fría – prefiriendo en vez las invasiones rápidas contra países varios ordenes de debilidad en comparación con Estados Unidos, hasta que se atropelló con Vietnam. Pero en los últimos tiempos, ya no hay recursos como existía antes para estas intervenciones militares e invasiones, entonces las llamadas “sanciones” – las medidas coercitivas unilaterales – se transformaron paulatinamente en la única opción “presupuestariamente viable”.  [8] La otra fue la de la Guerra de octubre de 1973, entre Siria y Egipto, por un lado, y la Entidad Sionista, por el otro. Igualmente involucró el potencial uso de armas nucleares. [9] Estados Unidos, para entonces, utilizó varias expresiones diferentes para describir su espacio geográfico, pero todas de una manera u otra hablaban del rechazo categórico de colocar armas en su zona de influencia o de seguridad o “strategic depth” o “ccommand zone”, etc. Palabras más, palabras menos, es lo mismo que indica Vladimir Putin en los años 2021 – 2022. [10] Fuente: https://www.euractiv.com/section/defence-and-security/news/russia-has-no-right-to-establish-a-sphere-of-influence-nato-chief-says/ [11] Pronto se intensificará con la China.[12] La que acaba de enviar – exitosamente – tropas a Kazakstán.[13] Efectivamente, en Twitter, leí que escribieron “soviética”, en vez de “rusa”, evidencia de la influencia gringa en la mentalidad de estos sujetos.[14] Literalmente: Armas inteligentes. Término empleado para definir armas de tecnología de punta (pero que no pueden “diferenciar” entre combatientes, ya que esa tecnología solamente existe en la mente de los autores de ciencia ficción, y ciertos sectores de la oposición venezolana). [15] Equipamiento militar pesado (para propósitos ofensivos, y no meramente defensivos). [16] Literalmente: “Ruido de Sables”. Expresión que se refiere a acciones o declaraciones abiertamente y, a menudo, exageradamente amenazantes (como amenazas verbales o demostraciones ostentosas de poder militar) que pretenden intimidar a un enemigo sugiriendo el posible uso de la fuerza.[17] Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca – la versión militar de la OEA, la cual le funcionó perfectamente a Estados Unidos cuando la necesitó en Cuba y en otras partes del hemisferio, pero le sirvió para absolutamente nada a los argentinos, cuando la necesitaron durante la agresión británica.

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