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Imperdonables Crímenes Saudíes Contra el Pueblo Yemení

Segundopaso – El régimen monárquico de Arabia Saudita, apoyado por los Estados Unidos y por el régimen sionista de Israel, llevan adelante una campaña criminal de agresiones bélicas contra la empobrecida población de Yemen, país árabe vecino de los sauditas, traducida en miles de muertos y el desplazamiento de millones de personas, lo que se ha desarrollado desde el año 2015, año en el que iniciaron los bombardeos de la monarquía wahabita que ha tratado de reinstalar en el poder al fugitivo, Abdu Rabuh Mansur Hadi, quien ejerció como títere de Riad en la nación yemení, desde donde tuvo que arrancar, por no representar los intereses del pueblo yemení.

Han sido diversos los episodios ignominiosos en los que han resultado asesinados yemeníes, especialmente, niños, mujeres y ancianos, así como la población discapacitada y mermada a raíz de los criminales bombardeos sauditas contra áreas civiles, hechos sobre los que ni la ONU ni la Liga de Estados Árabes han tomado cartas en el asunto, demostrando la desidia con la cual han decidido tomar palco y presenciar, impasibles, los ataques que a casi diario ejecutan los sauditas en complicidad y participación directa de otros regímenes aliados, como el Gobierno estadounidense de Joe Biden, quien pregona pertenecer a una supuesta corriente demócrata, el que, sin embargo, decide hacer negocios con Arabia Saudita y sus acólitos como Emiratos Árabes Unidos.

 

El silencio sobre esta campaña de agresión que sufre Yemen en los medios comerciales de comunicación, especialmente de Occidente, dicen relación estricta con los intereses económicos que hay en juego. Claramente, el pueblo yemení y su padecimiento no son negocios para condenar los ataques emprendidos, justamente, por la manufactura de las armas empleadas para arrasar zonas urbanas y de preferencia civil de Yemen. Casi todo el armamento usado por Arabia Saudita tiene origen y denominación de países como Estados Unidos, Alemania, Bélgica, así como del régimen sionista de Israel, donde se fabrican las bombas empleadas para despedazar a los yemeníes.

 

Uno de los objetivos primordiales de los sauditas es destruir al movimiento popular yemení de Ansarolá, obsesión en la que han fracasado una y otra vez, dado el apoyo de la sociedad yemenita en su conjunto a la organización de los hutíes, quienes han tomado la defensa de la nación ante estos ataques, los que buscan liberar al país de la opresión saudita, cuyos intereses favorecen directamente al régimen de Israel, ya que un Yemen fuerte, unido y empoderado no es conveniente para el mantenimiento y sobrevivencia de los sionistas en la región de Asia Occidental, no por ello los sauditas han sostenido vínculos y conversaciones con los israelíes, para que esta simbiosis o mutualismo les garantice la existencia recíproca, tanto al saudita como al sionista israelí.

 

El sionismo y el wahabismo saudita en la actualidad son especies distintas, pero ambos se benefician, mejoran y potencian sus aptitudes dentro del medio ambiente político que han conformado, a expensas, uno, del huésped que ocupan (Palestina), y los wahabitas sauditas, por su parte a su propio pueblo, al que tienen sometido y explotado, pasando a ser auténticos parásitos en los territorios que oprimen, a los que además, depredan. La biología y la teoría de sistemas se puede aplicar en ambos casos, extrapolable desde lo político.

 

Respecto a las últimas atrocidades sufridas por los yemeníes, millones de sus ciudadanos se han volcado a sus calles de la capital Saná y en otras dos urbes del país, para protestar con indignación luego de los bombardeos sauditas contra una cárcel temporal en la provincia de Saada, lo que causó casi 70 muertos y 100 heridos, entre los que se encontraban tres niños.

Estos crímenes no pueden dejar a nadie indiferente, pero la indiferencia en los medios corporativos de comunicación depende de la cantidad de dinero transado en las negociaciones de los sauditas con sus socios occidentales, que son los que les venden las armas para llevar a cabo estos crímenes que se perfilan contra la humanidad, y que deberían ser investigados en sendas comisiones a partir de la exigencia que pudieran hacer los Estados que se comprometen con los derechos humanos, desde los desintereses comerciales, y que tengan una mínima empatía frente a estas escaladas, que parecen no tener fin, emergiendo como única vía para enfrentarlos la propia resistencia defensiva de la nación yemení, la que es conducida por el movimiento Ansarolá.

 

Voladeros de luces para bajar el perfil a este foco belicista, propiciado por Estados Unidos y sus aliados, ha resultado ser una buena inversión desde la histeria desatada contra Rusia en un conflicto que han inflado en Ucrania, el que ha tenido 100% de prensa para invisibilizar la agresión militarista contra Yemen, lo que conviene mantener con un gran ruido de sables y tambores de guerra en Ucrania, pues el negocio se debe sostener a toda cosa, incluso si sirve para ocultar las muertes de civiles en Yemen, como es este caso.

 

Y sobre otros desvíos de atención, estas agresiones sauditas buscan mantener aislado al pueblo yemení, lo que aplica para otro de los recientes bombardeos de Arabia Saudita contra unas dependencias de intercomunicación digital en la provincia yemení de Al Hudayda, lo que desde el 2015 ha visto interrumpidas sus telecomunicaciones e Internet, acción que busca agudizar las necesidades de la población local, a partir de sus múltiples requerimientos cotidianos, atentando, por su defecto, contra uno de los derechos humanos básicos como es la comunicación o incluso, la libertad de opinión.

 

Estos tipos de ataques, de preferencia contra civiles por parte de los sauditas, vienen luego de las operaciones defensivas de Yemen para advertirles que la impunidad total no será tolerada, y como disuasivo para que Arabia Saudita y sus aliados como los Emiratos Árabes Unidos analicen sus pasos que han estado dando contra esta nación en resistencia.

 

De todas formas, Arabia Saudita junto a sus cómplices continuarán este camino, a no ser que mediten bien lo que pueden cosechar luego de esta siembra de bombardeos y muerte contra una nación empobrecida pero digna, cuyo único pecado es no plegarse a las ambiciones de poder y hegemonía wahabita de Arabia Saudita, que son los mismos intereses de los Estados Unidos y del régimen de Israel, como ya se explicó.

 

 

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Sin duda que el cáncer israelí no solo daña directamente al pueblo palestino. Estamos también en presencia de una metástasis, ya no larvada, que se ha ramificado desde el wahabismo más acérrimo, que es pagado con dólares norteamericanos y financiado por el sionismo de Wallstreet. Toda una auténtica operación de la multinacional del crimen afincado en la triada del régimen de Israel, Estados Unidos y Arabia Saudita, los guardianes de los intereses de una elite capitalista que luchan contra los pueblos en resistencia como Yemen, nación a la que no se debe abandonar, como tampoco se puede abandonar a Palestina, dos gotas de agua de esperanza para la humanidad libre y digna.

 

La defensa yemení, orientada por el movimiento Ansarolá, es la prueba de que la resistencia contra las transnacionales empresariales es factible si hay un pueblo organizado bajo la estructura de la fe y las creencias, la paciencia y la defensa de los intereses, sin afanes comerciales.

 

Manuel Arismendi, Segundo Paso

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