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El Fracaso de la Monarquía Saudí en la Guerra Con Yemen

Segundopaso – El 26 de marzo de 2015, Arabia Saudí lanzó una campaña bélica contra Yemen con el pretexto de devolver al poder a Abdu Rabu Mansur Hadi y para ello creó una coalición. Esta guerra ha entrado ahora en su octavo año. Los saudíes y sus aliados occidentales, albergaban la ilusión de una conquista de Yemen en “tres semanas”, pero ahora ven con incredulidad los fracasos de la coalición agresora.

Un aspecto interesante de la guerra de Yemen en los últimos siete años es que ninguna de las organizaciones humanitarias y de derechos humanos ha mostrado hasta ahora una reacción real ante las catástrofes humanitarias corrientes en Yemen. Es terrible matar a gente inocente y destruir la infraestructura de una nación en cualquier parte del mundo, pero es inaceptable que, ante lo que ha pasado en Ucrania en los últimos dos meses, todas las organizaciones internacionales de derechos humanos hayan emitido comunicados a favor del pueblo ucraniano, hayan enviado ayudas humanitarias y hablado con distintos medios de comunicación sobre las tragedias en Ucrania, pero, sin embargo, permanezcan en total silencio frente al genocidio saudí durante los últimos siete años en Yemen.

Los crímenes de la coalición agresora saudí durante los últimos siete años pueden examinarse desde varios aspectos. Uno de los objetivos más importante de Arabia Saudí al comienzo de la guerra era destruir la resistencia en Yemen o al menos desarmar al movimiento Ansarolá. Otro objetivo que perseguían los saudíes a través de la invasión militar de Yemen era devolver al poder a Abdu Rabu Mansur Hadi. Pero ya estamos en el octavo año de la guerra de Yemen, y Mansur Hadi no solo no ha podido regresar a Saná, capital yemení, sino que el movimiento Ansarolá, formando el Gobierno de la Salvación Nacional en Saná, se ha convertido en el actor político mejor organizado y más cohesionado de la escena yemení.

Cabe mencionar que en la escena política yemení confluyen actualmente tres actores, a saber, el gobierno de Mansur Hadi, que renunció en su momento, el Consejo de Transición del Sur y el Gobierno de Salvación Nacional con sede en Saná. El gobierno derrocado de Mansur Hadi es prácticamente un actor fuera de la escena, al punto de que ni la coalición saudí se pone de acuerdo en respaldarlo. El Consejo de Transición del Sur apoyado por los Emiratos Árabes Unidos se ha convertido, en realidad, en el principal rival del gobierno dimitido, pero, por supuesto, existen grupos yemeníes que no lo aceptan.

De hecho, en el norte de Yemen, que está gobernado por Ansarolá y el Gobierno de Salvación Nacional, la situación económica, política y de seguridad de la gente es mucho mejor en el sur. Los acontecimientos políticos del año pasado indican que en el sur de Yemen existen constantes divisiones políticas, disputas y manifestaciones, así como todo tipo de inseguridades y conflictos tribales, pero en el norte esta situación se da menos y los medios, pese a ser limitados, están distribuidos equitativamente, no obstante la gente del norte de Yemen vive siempre bajo la presión de los bombardeos de Arabia Saudí y de los Emiratos Árabes Unidos, que para ello se valen de armas occidentales.

Según los informes de las organizaciones internacionales, más de 100 000 yemeníes han muerto directamente e indirectamente en los ataques de la coalición saudí, y cientos de miles han resultado heridos. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) también anunció en agosto de 2021 que 24,3 millones de yemeníes, que equivale al 71 % de la población del país, incluidos 11,3 millones de niños, requieren de asistencia humanitaria. Alrededor de 400 000 niños yemeníes menores de 5 años corren alto riesgo de muerte y 2,3 millones de niños están gravemente desnutridos.

Por otro lado, la coalición saudí, en la guerra que lleva a cabo contra Yemen, ha destruido o dañado más del 85 % de la infraestructura del país. Además, el asedio total de Yemen ha causado grandes pérdidas humanas, con miles de yemeníes muertos por enfermedades y hambre en los últimos años. Actualmente decenas de miles de yemeníes sufren de enfermedades mortales, pero el asedio hace imposible el envío de medicamentos a Yemen.

Las organizaciones internacionales han publicado hasta ahora numerosos informes de la catástrofe humanitaria en Yemen, pero el Consejo de Seguridad, cuya tarea es mantener la seguridad y la paz internacional, hasta ahora no ha adoptado medidas prácticas para poner fin a la guerra contra Yemen. Pese a que Arabia Saudí y las fuerzas de la coalición invadieron Yemen sin el parabién del Consejo de Seguridad de la ONU, el enfoque sesgado que este organismo ha adoptado hasta el momento no solo ha reducido la crisis, sino que ha perpetuado la peor catástrofe humanitaria del siglo.

La amarga ironía de la historia es que Estados Unidos, el Reino Unido y Francia son miembros permanentes del Consejo de Seguridad, un trío cuyos intereses económicos dependen del estallido y continuación de la guerra de Yemen. En estos últimos siete años, estos tres países han firmado una serie de nuevos acuerdos de armas con los saudíes y con los Emiratos Árabes Unidos valorados en unos 400 000 millones de dólares. Mientras tanto, el tiempo corre en perjuicio del pueblo yemení y, según las Naciones Unidas, cada 10 minutos muere un niño yemení menor de 5 años a causa del asedio.

Entre tanto, la coalición árabe-estadounidense liderada por Arabia Saudí, al inicio del octavo año de la guerra de Yemen, ha anunciado el cese de la ofensiva militar, pero la realidad es que Yemen en los últimos siete años ha visto repetidamente cómo la coalición de agresión saudí rompe sus propios compromisos y viola una y otra vez los términos del alto el fuego. En reacción a la afirmación de la coalición saudí, Mohammad al-Bakhiti, miembro de alto rango del movimiento Ansarolá, dijo: “El anuncio de un alto el fuego por parte de la coalición saudí no tiene ningún sentido hasta que termine el asedio de Yemen”.

La coalición saudí anunció dicho alto el fuego en un momento en el que el Ejército yemení y los comités populares llevaban a cabo tres operaciones importantes durante esa quincena, denominadas “Romper el asedio”. Yahya Sari, portavoz de las Fuerzas Armadas de Yemen, el 25 de marzo describió la Operación “Romper el asedio 3” diciendo: “esta operación se llevó a cabo en respuesta al continuo y férreo asedio a Yemen, utilizando varios misiles balísticos, misiles guiados y vehículos aéreos no tripulados”. En esta operación, misiles alados y balísticos yemeníes impactaron contra Aramco en Yeda y contra varios centros importantes de Riad, las refinerías de Ras Tanura y Rabigh también sufrieron el ataque de vehículos aéreos no tripulados que portaban bombas: el fuego en dichos centros se prolongó durante varios días.

Un examen del desarrollo de la guerra de la coalición saudí en Yemen muestra que el octavo año de este conflicto estará lleno de sorpresas para los saudíes y sus aliados. Como declaró Mehdi Mushat, presidente del Consejo Político Supremo de Yemen: “si el enemigo no escucha la voz de la razón y de la lógica, el octavo año de la invasión de Yemen será un año lleno de sorpresas para el enemigo”.

Ahora que la guerra de Yemen ha entrado en su octavo año, Arabia Saudí ha perdido fuerza en el mundo árabe, e incluso en el Golfo Pérsico, debido a los daños sufridos en sus infraestructuras y los gastos ingentes en que ha incurrido. Ha sido, de hecho, como un arma de doble filo para los líderes saudíes.

Sin duda, la continuación de la guerra en Yemen no favorece a Arabia Saudí: los principales ganadores de este juego sucio serán sin duda el régimen sionista y las potencias europeas y estadounidenses. Israel es el único elemento en la región del Este de Asia que necesita de una crisis regional, especialmente relacionada con la seguridad, para respirar y poder sobrevivir; y los países occidentales, en particular Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, han vendido cantidades significativas de armas pesadas, equipos y armas a Arabia Saudí y a los Estados del sur del Golfo Pérsico en los últimos siete años, obteniendo beneficios ingentes de la guerra en Yemen.

Por el contrario, las operaciones del Ejército yemení y los comités populares durante el último mes muestran la autoconfianza militar y la determinación de los yemeníes para romper el asedio total, así como su creencia en que resistir ante la coalición saudí es la única solución a la crisis. Por lo tanto, si Arabia Saudí y sus aliados pretenden continuar la guerra en Yemen por el octavo año consecutivo, tendrán que soportar golpes mucho más dolorosos que en el pasado del Ejército yemení y los comités populares.

Las Naciones Unidas y los países que dicen defender los derechos humanos también deberían saber que el pueblo yemení no alberga otro deseo sino disfrutar de sus derechos inherentes y participar en un gobierno democrático, pero el objetivo de la intervención de Arabia Saudí y de los Emiratos Árabes Unidos es evitar la formación de un gobierno popular sobre la base de la voluntad del pueblo yemení. Si los países y las organizaciones que reivindican la defensa de los derechos humanos pretenden, en verdad, defender los derechos del pueblo yemení, deberían obligar a la coalición agresora saudí a establecer un alto el fuego real en Yemen y romper el asedio total.

 

El pueblo yemení ha demostrado en los últimos 7 años que nunca dudará a la hora de enfrentarse a los agresores y de luchar contra los ocupantes, pese a todos sus ataques. Así pues, por una parte, se requiere de la total neutralidad de la ONU sobre el tema de Yemen, pero, por otra, los gobernantes saudíes también deben comprender que la guerra no es la solución al problema de Yemen y dar marcha atrás.

Teniendo en cuenta los sucesos de los últimos siete años, se puede decir que la solución para alcanzar la paz y la estabilidad en Yemen es establecer un alto el fuego y poner fin de inmediato a los ataques militares extranjeros, de seguido enviar ayuda humanitaria urgente e ininterrumpida al pueblo yemení, reanudar el diálogo nacional yemení con base en el pueblo y con la participación de representantes de todos los partidos políticos y grupos sociales del país y, por último, formar un gobierno integral de unidad nacional yemení.

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