Identidad

El Orden en la Creación de la Naturaleza

Islamaldia – Nuestro medio ambiente natural está impregnado de un increíble grado de orden. El siguiente pasaje de uno de los discursos de Imam ‘Ali ibn Abi Talib (La paz de Dios sea con él) describe elocuentemente el intrincado diseño desplegado en la creación del pavo real.

“Y entre las más sorprendentes aves en la creación está el pavo real, al cual Él ha diseñado con la constitución más firme y cuyos colores dispuso de la manera más fina… Es como si los asombrosos círculos y soles formados sobre él fueron de puro oro y piezas de esmeralda. Si lo compara con lo que crece de la tierra, diría que es un ramillete de flores recogidas de las flores de primavera. Y si lo compara con vestiduras, es como las telas brillantes y coloridas, o como las hermosas cortinas del Yemen”.

Lo que hace al pavo real aún más sorprendente es que muda sus plumas periódicamente, al igual que los árboles en otoño. Sus plumas crecen nuevamente y se ensamblan, mostrando una vez más su brillo y belleza únicos. Las nuevas plumas que sustituyen a las antiguas presentan exactamente los mismos patrones de color. Tal diseño brillante y hermoso está más allá de la comprensión de la razón y la expresión del lenguaje.

Éstas son sólo algunas de las infinitas representaciones de la belleza natural. Cada día son descubiertos más misterios naturales, inspirándonos con admiración y asombro. Pero, ¿cuál es el propósito de toda esta belleza y diseño inherentes en el orden natural? ¿Acaso no estamos justificados al creer que debe haber un diseñador que ha producido esta belleza y diseño? El nombre que se nos ocurre cuando hablamos de la belleza y el diseño que impregnan el mundo es, Dios. Él es la Fuente de la que emana toda belleza.

El Orden en la Creación de la Naturaleza

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Cualquier ser vivo que veas lleva un estilo de vida diferente. ¿Te has preguntado cuántas clases diferentes de animales habitan este mundo? ¿Cuántos años se tardaría en contarlos a todos? Si algún día se le encargara al ser humano la tarea de cuidar a los animales y satisfacer sus necesidades, ¿cuántos expertos y científicos se requerirían para manejar la vida de todos estos animales? Teniendo en cuenta esto, ¿sería razonable si alguien afirmara que la maravillosa e ilimitada diversidad de la vida llegó a existir sin ningún conocimiento previo y sólo como resultado de las colisiones de partículas de cambio? ¿No es absurdo atribuirle al azar un magnífico orden de vida que miles de seres humanos inteligentes son incapaces de reproducir y de siquiera administrar?

Muchos científicos naturales son devotos creyentes en Dios. Ellos declaran con orgullo su creencia en Dios como el Sabio Diseñador del mundo. El fervor religioso de algunos de estos científicos -según ellos mismos lo afirman- es aún más intenso que el de muchos otros creyentes. Pero también hay otros científicos que, a pesar de que se abstienen de reconocer abiertamente su creencia en Dios, expresan su visión del mundo en tales términos que denota su creencia monoteísta. Puede no ser una exageración afirmar que la mayoría de los científicos son creyentes, y que los materialistas y ateos son minoría entre ellos.

 

Newton, el famoso científico y célebre descubridor de la gravedad, comenta:

“Estudiando el oído, inferimos que su creador debe haber sido consciente de las leyes físicas que rigen el sonido. El creador del ojo debe haber conocido las sofisticadas leyes relacionadas con la luz y el sentido de la vista. Contemplando las esferas celestes, inferimos la existencia de la Magnífica Verdad que las rige de acuerdo con un orden único”.

“Este bellísimo sistema del sol, los planetas y los cometas, sólo podría proceder del consejo y dominio de un Ser inteligente y poderoso”.

 

Albert Einstein:

“La mente humana no es capaz de comprender el Universo. Somos como un niño pequeño entrando en una enorme biblioteca. Las paredes están cubiertas hasta los techos con libros en muchas lenguas diferentes. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe quién ni cómo. No entiende los idiomas en que están escritos. Pero el niño advierte un plan definido en la disposición de los libros, un misterioso orden que no comprende, sino que sólo vagamente sospecha”.

 

Michael Faraday (1791-1867), el fundador de la Electroquímica y el Electromagnetismo, dijo:

“El libro de la Naturaleza que debemos leer ha sido escrito por el dedo de Dios”.

 

William Thomson Kelvin, el famoso físico matemático y fundador de la Termodinámica, dice:

“Abrumadoramente, fuertes pruebas del diseño inteligente y benevolente se encuentran a todo nuestro alrededor; y si alguna vez las perplejidades, ya sean metafísicas o científicas, nos alejan de ellas por un momento, vuelven a nosotros con una fuerza irresistible, demostrándonos a través de la naturaleza, la influencia de una libre voluntad, y enseñándonos que todos los seres vivientes dependen de un Creador y Soberano en constante acción”. “Nos damos cuenta de que el poder de investigar las leyes establecidas por el Creador para mantener la armonía y la permanencia de Sus obras es el más noble privilegio que Él le ha otorgado a nuestro estado intelectual”. “A medida que nuestra percepción de las obras maravillosas de Dios se hace más profunda, más fuertes se hacen nuestros sentimientos de veneración y admiración al contemplarlas y al procurar aproximarnos a su Autor”.

“Durante mucho tiempo he sentido que había una impresión general en el mundo no científico, de que el mundo científico cree que la ciencia ha descubierto formas de explicar todos los hechos de la naturaleza sin adoptar ninguna creencia definitiva en un Creador. Nunca he dudado de que esa impresión era totalmente infundada… La ciencia puede hacer muy poco positivamente hacia los asuntos de esta sociedad. Pero puede hacer algo, y ese algo es vital y fundamental: es demostrar que lo que vemos en el mundo de la materia muerta y de la vida que nos rodea, no es el resultado de la concurrencia fortuita de átomos”.

 

Roberto Boyle :

“Toda la belleza otorgada a la criatura le ha sido prestada para darnos concepciones ampliadas de esa vasta confluencia e inmensidad que exubera en Dios”.

Seyyed Saíd Shahmoradi

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