SP NuestrAmérica

Cortázar en Apocalipsis en Solentiname. Apuntes

Autora: María Alejandra Portillo García.

Segundo Paso para Nuestra América.- De la mano de la narrativa de Julio Cortázar en el cuento Apocalipsis en Solentiname nos aproximamos a través de la palabra, a la construcción nuetroamericana de la literatura que denuncia, la literatura que da voz a los perseguidos, la metáfora de la violencia que subyace al color aparentemente ingenuo. Esta entrega es la primera de una serie de ensayos en los que reflexionaremos desde lo intersubjetivo, mediante el ensayo, la poesía, la fotografía y la pintura que nos constituye como pueblos.

Este cuento corto apareció en 1976 en la serie de relatos Alguien que anda por ahí, es una narración en primera persona en la cual Cortázar comienza contándonos uno de sus infinitos viajes revelando la necesaria narrativa desde la denuncia, la crítica ante el ocultamiento de las dictaduras y la construcción intersubjetiva de las realidades latinoamericanas, que luego de la revolución cubana marcan un hito en los procesos emancipatorios del continente.

Es un cuento bisagra, donde se va materializando y manifestando la transformación militante del autor hacia el pensamiento revolucionario, como sólo la literatura y el arte pueden hacerlo, como sólo la amistad y el compromiso ético, político reflejado en Ernesto Cardenal como eje vertebrador en el relato puede hacerlo, de quien Cortázar nos dice que de tanto quererlo el poeta lo aprendió a querer, sentimiento que recubre su viaje por Costa Rica, Nicaragua y Cuba.

La historia que es una historia de transición plena de movimiento, nos cuenta de un viaje que nos lleva junto con Cortázar y Ernesto Cardenal en una Piper Aztec avioneta temblorosa entre hipos y borborigmos como señala Cortázar, luego en un yip y una panga de sobresaltadas velocidades, un viaje que además es de reencuentro con José Coronel Urteche, Luis Coronel recordando a Roque Dalton, Gertrude Stein y Carlos Martínez Rivas, terminando finalmente en Solentiname.

La noche los recibe en medio del cansancio, en un rincón nuestro autor descubre unas pinturas que describe como la visión primera del mundo, nos dice, la mirada limpia del que describe su entorno como un canto de alabanza: vaquitas enanas en prados de amapola, la choza de azúcar de donde va saliendo la gente como hormigas, el caballo de ojos verdes contra un fondo de cañaverales. Nos narra que al otro día era domingo y el poeta oficiaba la misa, nos dice, en la que los campesinos y Ernesto y los amigos de visita comentan juntos un capítulo del evangelio que ese día era el arresto de Jesús en el huerto.

Con el arresto de Jesús la metáfora se vierte en toda América Latina plagada por persecuciones, desaparecidos, la vida en estado de sitio, en palabras de Cortázar y no solamente de toda Nicaragua sino de casi toda América Latina, vida rodeada de miedo y de muerte, vida de Guatemala y vida de El Salvador, vida de la Argentina y de Bolivia, vida de Chile y de Santo Domingo, vida del Paraguay, vida de Brasil y de Colombia el cuento es entonces parte de la literatura de los perseguidos. Ese mismo día, recordando “los cuadritos” nuestro viajero decide tomar fotos a cada una de estas pinturas, destinadas a la venta para recaudar fondos para la comunidad. La cámara aquí es una expresión de la extensión de la mirada que luego va ha confundirse en un juego entre la realidad y el ensueño muy presente en las obras de Cortázar.

Luego el retorno por La Habana y finalmente Paris, fueron dos meses intensos de este viaje traducidos en ochos rollos de película fotográfica que una noche Cortázar se prepara para ver, nos cuenta que en compañía de un ron con mucho hielo y más deseos de recordar y de volver a lo sentido, que según el autor por deformación profesional, el arte antes que la vida, y por qué no, le dijo el otro a éste en su eterno indesarmable diálogo fraterno y rencoroso, por qué no mirar primero las pinturas de Solentiname si también son la vida.

La cámara, las fotografías como metáforas de un umbral que nos lleva a través del ensueño, como una puerta que se abre a la sorpresa comienzan a transfigurarse y dejar ver lo terrible en cuerpos mutilados, en seres perseguidos, mujeres torturadas, ya no vaquitas en campos de amapola, estas habían desaparecidos para dar paso, a través, de la imagen de lo ocurrido en nuestro continente durante las dictaduras y las democracias sin sentido. El género literario apocalíptico se expresa en la escritura de Cortázar, se distiende la realidad y disloca.

Estás imágenes perturban al autor quien pide a su compañera Claudine presente en el final del relato, que las vea mientras él atraviesa la nausea fuera de la sala con el proyector, al volver el ensueño se ha esfumado y las imágenes de los ojos verdes del caballo en el cañaveral están allí de nuevo.

Este cuento como una narrativa potente apoyada en la metáfora de la imagen, se convirtió y convierte para los pueblos oprimidos en umbrales para repensarnos, para superar la imagen que aparece como pretexto permanente de la superficialidad de lo que se conoce.

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