SP NuestrAmérica

Soleimani en el imaginario colectivo del Sur Global

Por Ramón Medero

El peligroso mártir

Resulta imposible dejar de aludir a la sabia frase con la cual el ayatola Ali Jamenei describió el valor simbólico que posee el Señor de los Corazones y su efecto psicológico en los enemigos de la República Islámica de Irán, en los enemigos de Asia Occidental y de toda la humanidad: “El mártir Soleimani es más peligroso para sus enemigos que el General Soleimani”.

En efecto, hoy día la imagen del Soleimani martirizado por los enemigos del islam y los colonialistas occidentales, no tiene el mismo significado y dimensión que la emanada del propio Soleimani en vida, cuando era general activo y decidido estratega, el soldado invencible en el campo de batalla. Sin embargo, la fuerza emblemática contenida en el Soleimani martirizado proviene precisamente de un conjunto de rasgos que definieron su carácter y personalidad durante su vida, rasgos que fueron sumándose con los años, en la medida que fue creciendo en sus convicciones, madurando en sabiduría, conformando su ideario emancipador y elevándose espiritualmente en armoniosa relación con sus acciones en todos los planos de la existencia y de la cotidianidad más primaria; en el ámbito familiar, militar, como fervoroso creyente, como padre, como hermano, como amigo, como hijo y como simple ciudadano y vecino.

El amor del pueblo no se puede comprar

Sin duda, el martirio en sí mismo no forja la imagen de un héroe ni lo convierte en ícono imborrable. Ninguna opulenta campaña mediática o propaganda compra el amor, la admiración y el recuerdo permanente en un pueblo hacia una persona. De ser así, los tiranos del mundo, los monarcas y opresores que invierten ingentes capitales para construir un relato que purifique su imagen, con la esperanza de ganarse la aceptación de sus ciudadanos y de la opinión pública, luego de morir por causas naturales o a manos de sus enemigos, ocuparían un lugar en el altar de los más humildes; pero no es así, la historia lo ha demostrado, solo podrán ser recordados por la verdadera historia  como infames asesinos, como escoria, como seres vacíos, hipócritas y falsos líderes, pero jamás, jamás serán amados, ni siquiera por quienes estuvieron a su lado y, mucho menos, por sus víctimas.

La popularidad y la aceptación suelen ser pasajeras cuando están amarradas al poder que ofrece prebendas y bienes materiales a sus seguidores. El liderazgo no se compra. No es lo mismo la veneración y la idolatría forzada de los subyugados hacia un líder de facto que el amor espontáneo y las lágrimas sinceras de un pueblo hacia alguien que no ofreció sino afectos, sacrificios y su vida a cambio de nada, que no quiso poder, gloria, dinero ni aclamaciones.

El legado

Quien sobre la base de la humildad y el buen ejemplo de sus actos logra sembrar en la gente el fervor y la fe hacia las causas justas, crea las condiciones para que la bendición del martirio, además de una dulce recompensa en sí misma, lo eleve a ese sitial luminoso en la cúpula celeste hacia donde miran los oprimidos y donde será eternamente amado, recordado y emulado. He allí lo que significa el legado de Soleimani. Como ya afirmamos arriba, un opresor no puede legar sino odio, deja únicamente resentimientos, frustraciones, dolor, desesperanzas y muerte.

Quien ofrece amor como heredad, amor recibirá. Es por esto que millones de personas retribuyen a Soleimani su entrañable afecto. Se trataba de un hombre sencillo, de mirada siempre reflexiva y respetuosa, hablar pausado, sonrisa discreta y andar suave, pero con una vida colmada de sublimes y probados valores morales, espirituales y militares, una vida cuyos actos hoy aparecen enunciados en un sinnúmero de relatos, anécdotas y hechos que constituyen valiosos registros de la historia insurgente, la historia que los pueblos, como principales testigos de ello han recogido, escrito y propagado. Ese largo periplo heroico del mártir fue depositándose en la memoria colectiva, con cada gesto, con cada acción y transmitido oralmente entre la gente sencilla y común; por supuesto, contribuyen en la construcción de esta memoria otros actores, como son los centros de investigación, cátedras universitarias, analistas, historiadores, intelectuales, artistas, colectivos, comunicadores y medios alternativos que realizaron y realizan una lectura desprovista de atavíos orientalistas, colonialistas y propagandísticos para dar con el verdadero espíritu acrisolado y la auténtica altura moral de Soleimani.

Soleimani el hombre sensible y humilde

Soleimani no fue el frío estratega que Occidente describe a través de su propaganda mediática. No es correcto referirse a él como el “segundo más poderoso” de Irán, tal y como lo califican en los medios hegemónicos. Nunca fue un hombre vanidoso y mucho menos anhelaba el poder ni el control político de Irán, así como de ninguna organización. Su lealtad al ayatolá Ruhollah Jomeini y al actual líder, Ali Jamenei, fue incólume, el amor hacia ellos era el de un buen hijo agradecido, amoroso y respetuoso.

Fue, eso sí, un hombre sensible que expresaba sin complejos sus sentimientos de dolor al rememorar tantas injusticias y padecimientos que vio en aquellos que clamaban ayuda: “He traído conmigo dos ojos cerrados, que contienen un tesoro además de impurezas. Esa joya son lágrimas [derramadas] por el Husayn de Fātimah, [lágrimas derramadas] por Ahl ul-Bayt (P) y lágrimas derramadas en defensa de los oprimidos, los huérfanos y los afligidos [inocentes] que fueron atrapados en las garras de los [terroristas] opresores” (https://articulo.islamoriente.com/article/testamento-del-general-martir-qasem-soleimani ).

Y así fue, dedicó toda su vida a auxiliar y defender a los necesitados, a los asediados por las tiranías, por las ideologías fundamentalistas del baazismo, el sionismo, el salafismo, el takfirismo y el calvinismo radical que estructura al imperialismo euroestadounidense. Nuevamente esos dos ojos han tenido que derramar lágrimas al ver la sangre derramada por esta cohorte de mártires inocentes que venían a saludarlo a Kerman, para sentir su energía y recordarle como ese hermano, padre y amigo que fue en tiempos tan difíciles.

El martirio y la ignorancia de Occidente

Definitivamente, Occidente desconoce totalmente la profundidad teológica del islam, el alcance de sus principios, la relación que une a los musulmanes entre sí y con el deseo de alcanzar el Más Allá. Mucho menos conocen el verdadero significado del martirologio que se considera la expresión más elevada y trascendente, el deseo supremo de todo musulmán para finalizar su vida, ofreciéndola con gusto como un modesto pero significativo aporte a la causa de Dios en la lucha contra los opresores. El martirio no es simplemente la muerte, sino la bendición y recompensa recibidas en el sendero de la lucha por la Justicia. De modo que también podemos llamar mártires a aquellos y aquellas que, no siendo musulmanes, han ofrendado su vida para defender a los más vulnerables, a los desarrapados e inocentes de la sociedad, defender su patria y sus idearios contra quienes intenten ultrajarlos, pero en la concepción islámica, el martirio tiene un significado mucho más trascendental para el martirizado, su familia y la sociedad.

Hassan Nasrallah refiriéndose al martirio de Soleimani dijo lo siguiente: “… ha visto cumplirse sus esperanzas y cuyos últimos deseos se le han otorgado, recibió la honorable medalla del martirio para convertirse con mérito en el maestro de mártires del Eje de la Resistencia”. Por lo tanto, el Soleimani mártir es consecuencia de la dimensión real de su vida, no una fabricación artificiosa, sino que está sustentada en hechos concretos que rinden cuenta de su heroicidad, valentía, inteligencia, sacrificio, magnanimidad, humildad, lealtad y devoción. Si no, para qué el imperialismo se tomó la molestia de asesinarlo. Lo hizo precisamente porque le temía, pero no pensaron bien en las consecuencias, cometieron el mismo error de siempre, esperando que su desaparición física impidiera mayores avances cualitativos en el Eje de la Resistencia y para que su voz de mando dejara de movilizar a los pueblos, callara su arenga y se detuviera la inevitable  marcha hacia una revolución que terminara de hundir el poder de influencia euroestadounidense en la región; pero sobre todo, esperaban que su muerte fuera también la muerte de su memoria y de su ejemplo en la conciencia y el alma de la gente, quisieron convertirlo en polvo del olvido. El resultado fue adverso a sus deseos, hoy Soleimani vive en la memoria y es un paradigma a seguir.

Por lo antes dicho, el Soleimani martirizado se ubica en un plano espiritual trascendental. Libre de toda atadura mortal y material, se ha acendrado en el corazón del pueblo iraní y de todos los pueblos del mundo que desean la paz, que aman la vida y el bien. Obviamente, ese largo y exigente camino como soldado de Dios y la impecable coherencia entre sus ideas, creencias y praxis, permitió que su espíritu alcanzara esa bruñida y purificada aura luego de su martirio. Por ello, tal y como el ayatola Jamenei afirma, Soleimani es mucho más peligroso ahora, situado en esa elevada atalaya del imaginario popular se ha convertido en la pavorosa pesadilla que desvela a sus enemigos y asesinos, que son los mismos enemigos y asesinos del pueblo. En vida su nombre causaba terror en las organizaciones criminales fundamentalistas, ahora como mártir y en boca del pueblo, su nombre es como un diluvio que arrasa la maldad.

En uno de los relatos que están contenidos en el libro Mi Tío Soleimani, se narra lo siguiente: la ciudad de Erbil en Irak, estaba bajo asedio del ISIS, ningún país de Europa fue en su auxilio, menos aún Estados Unidos, así que el gobernador pidió apoyo al comandante Soleimani para detener la avanzada de ISIS sobre Erbil. Al día siguiente, llegó Soleimani con apenas 50 hombres, tomó el mando de las tropas iraquíes y el ISIS retrocedió luego de un breve combate. Poco después, le preguntaron a uno de los comandantes fundamentalistas capturado: “¿Ustedes que estaban por derrotarnos, por qué retrocedieron?, entonces el comandante del ISIS respondió: “Tan pronto como nos informaron que Hayy Qasem Soleimani había acudido en su ayuda, el espíritu guerrero de nuestra gente se debilitó y tuvimos que retirarnos” (“El temor del ISIS”, Mi tío Soleimani, Editorial El Faro, Colombia, 2022).

El fallido asesinato moral

Lo asesinaron en el plano físico y luego han querido asesinarlo una y otra vez en todos los planos posibles, atacar su patrimonio moral, su reputación y, sobre todo, acabar con el recuerdo que los pueblos tienen de él, asesinarlo como paradigma y modelo a seguir. No olvidemos que Trump dijo, tras el martirio de Soleimani ordenado por él, que se trataba del “terrorista número uno”, de un asesino sin escrúpulos, un monstruo que mereció ese castigo y con ello se evitó una escalada bélica y la muerte de muchos soldados estadounidenses. Es decir, quiso asesinarlo moralmente cuando aún estaban tibio sus restos. Nadie sino los chacales de Occidente y sus seguidores validaron semejante argumento. Como dijimos ya, nada salió como esperaban y el Soleimani mártir los persigue y ataca por todas partes, reaparece en el rostro de cada combatiente y de cada persona.

De allí que ahora el objetivo sea asesinarlo como ejemplo, como modelo a seguir por los más jóvenes, erradicarlo del imaginario colectivo. El acto terrorista del 3 de enero en Kerman es una acción que va en ese sentido. Creen que causando terror entre sus seguidores dejarán de visitarlo en su tumba y se borrará de sus mentes. Buscan una tercera muerte, primero en el plano físico, luego lo intentaron en el moral y ahora se ensañan contra su memoria, pero somos testigos de cómo se hunden más y más en el fango infecto en el que están atrapados. Lo reitero, no han logrado comprender la dimensión de la fe del pueblo iraní, su espiritualidad ni la que mueve a todo el Eje de la Resistencia.

Soleimani el creyente

Cuando hablamos de Soleimani debe hacerse referencia necesariamente a su espiritualidad, a su fe religiosa como musulmán shiíta, a su cosmovisión. No se puede saber nada del líder, del guerrero, del político, del revolucionario, del estratega, del buen padre de familia, de su entrañable y solícito amor de hermano y padre con las familias de los mártires, y con los combatientes en el campo de batalla, sin considerar su condición de creyente profundo. Lo mismo debemos decir del Estado y del pueblo iraní, las expresiones y actos de solidaridad del pueblo persa hacia otras naciones se debe, en primer lugar, a los preceptos islámicos y particularmente a aquellos que configuran la escuela de Ahlul Bait, la escuela shiita.

De este fundamental componente religioso emanaba toda su filosofía de vida, sus valores morales, su condición de dirigente, líder y místico, su patriotismo, sus convicciones antiimperialistas, contrahegemónicas, decoloniales. Su humildad y valentía quedaron como ejemplo a emular por las generaciones posteriores y de manera perdurable debido a su fe religiosa.  Sobre la base de este formidable basamento desarrolló su sentido de solidaridad, su vocación humanista, su carisma, su identidad cultural, su respeto hacia las tradiciones del pueblo iraní, su amor hacia los más humildes, así como el respeto y admiración hacia los pueblos árabes que estuvieron bajo el yugo o amenazados por distintas ideologías despóticas y tiránicas las cuales combatió.

Sin esta raíz de la fe, profunda como ya dijimos, no hay manera de comprender el tránsito suyo por ese exigente y largo camino de combatiente libertario que comenzó en el 80 y finalizó en el 2020 con el martirio que tanto quiso abrazar para entregar literalmente su vida a la causa de Dios y de los pueblos oprimidos.

Sin ese componente, sin esa raíz, no podríamos comprender, por ejemplo, la razón que lo trajo a Venezuela en el 2019. La solidaridad hacia los pueblos oprimidos es una obligación islámica y como creyente no dudó en encabezar esa visita que tuvo lugar entre marzo y abril de 2019, tiempo durante el cual Estados Unidos lanzó un ataque cibernético y de sabotaje en Venezuela, resultando en apagones generalizados y dejando a millones de personas sin luz ni agua.

Como se sabe, Soleimani fue el gran artífice del Eje de la Resistencia, he allí una de sus mayores glorias militares y geopolíticas, pero su mayor obra está por venir desde su sitial de mártir. Su imagen emblemática seguirá inspirando a los combatientes y conduciendo la Resistencia hasta alcanzar la máxima unidad, la ofensiva perfecta y la victoria definitiva de los pueblos.

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