SP NuestrAmérica

Sobre la reelección del polémico Bukele

Y su política de la ambigüedad. Por Jessica Pernía

Las elecciones presidenciales de El Salvador celebradas el pasado 4 de febrero de 2024 marcaron un punto de inflexión en la historia del país. La reelección de Nayib Bukele con el 70% de una votación bastante irregular pero legitimada por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), consolida su poder y genera interrogantes sobre el futuro de la democracia salvadoreña.

Las elecciones se dieron en un contexto regional complejo, marcado por la polarización política, el debilitamiento de las instituciones democráticas y los coletazos de los conflictos geopolíticos entre los grandes polos de poder. El Salvador no es ajeno a estos escenarios, y la reelección de Bukele se suma a la ola de incertidumbre sobre el presente político en América Latina.

El triunfo de Bukele se explica a través de varios factores, entre ellos, el más mencionado por diversos autores y opinólogos: su “alta” popularidad, que endosan a su carisma, a su dominio comunicacional, a su discurso anti élite y, lo más destacado: a su política de seguridad. Ésta última, ha logrado reducir drásticamente los homicidios y el poder de las pandillas en el país, a fuerza de aplicar una política de alianza con las fuerzas públicas, el autoritarismo institucional y una política de desregulación de los derechos humanos y los debidos procesos.

Su política también ha influido en el desgaste y la fragmentación de los partidos tradicionales de todas las toldas, que han sido acusados de corrupción, ineficiencia y complicidad con el crimen organizado, y que Bukele ha logrado debilitar, haciéndose además, del control de la Asamblea Legislativa y del respaldo de la Corte Suprema, que dicho sea de paso, han refrendado sus medidas más controvertidas como el Plan Control Territorial, la “purga” de jueces, o los cambios en el funcionamiento del Congreso.

Es así que el “modelo Bukele” también ha generado numerosas críticas y preocupaciones, tanto a nivel nacional como internacional, por su tendencia despótica, su desprecio por la institucionalidad tradicional, su persecución a los medios de comunicación y a la sociedad civil, y su política exterior ambigua o más bien, indescifrable. Algunos analistas advierten que Bukele representa un nuevo tipo de populismo, que combina elementos de izquierda y derecha, que se aprovecha del descontento social y que se basa en una personalización y una polarización extremas del poder.

A pesar de su proyección como un gendarme necesario —en palabras del sociólogo e historiador Laureano Vallenilla Lanz—, en el Salvador del reelegido Bukele, se observa también, una situación económica crítica. Algunos economistas refieren un bajo crecimiento económico y un déficit en la balanza comercial de El Salvador. Aluden, a una limitada inversión extranjera como parte del fenómeno. Por su parte, el Banco Mundial ha sugerido la necesidad de reformas para lograr la sostenibilidad fiscal, debido al aumento de la deuda pública, que estiman en un 80% del PIB; y que lejos de saldarla, el nuevo endeudamiento —para cubrir el ataque a las mafias pandilleras y la escandalosa inversión en el área de seguridad y control—, estimuló aún más.

Bukele en el contexto de la geopolítica mundial.

Las implicaciones geopolíticas de la reelección de Bukele también son diversas y complejas. En un principio, Bukele mostró una cercanía con el gobierno de Estados Unidos, especialmente con el presidente Joe Biden, con quien acordó cooperar en temas como la migración, el desarrollo, la seguridad y el cambio climático. Más adelante esta relación pareció irse fracturando, haciéndose  tensa y compleja. Bukele ha criticado abiertamente las políticas estadounidenses en la región, incluyendo la ayuda financiera a otros países centroamericanos. También ha acusado a Estados Unidos de interferir en los asuntos internos de El Salvador.

Por otro lado, Bukele ha buscado diversificar sus relaciones internacionales, estableciendo vínculos con China, Rusia, Turquía, Israel y otros países que le ofrecen inversiones y alianzas, pero éstas han sido también fuente de polémica, precisamente por la ambigüedad con la que Bukele asume la relación.

Es el caso de la relación con Rusia, con quien El Salvador estableció una serie de acuerdos, incluyendo un acuerdo de cooperación militar y un acuerdo de comercio, en medio de elogios al liderazgo de Putin en 2019, y que ya en 2022 se convirtieron en fuertes críticas tras el conflicto con Ucrania.

Perspectivas y expectativas luego de la reeleción

Las perspectivas y expectativas internas y externas sobre el futuro de El Salvador tras la reelección de Bukele son inciertas y contrastantes. Por un lado, hay sectores que confían en que Bukele podrá consolidar su proyecto de transformación nacional, que implica mejorar las condiciones de vida, la seguridad, la educación, la salud y la infraestructura de los salvadoreños, así como impulsar la innovación, no solo en materia de modernización infraestructural o económica sino en materia propiamente política. Pero, por otro lado, hay sectores que temen que Bukele profundice su autoritarismo, que continúe vulnerando los derechos humanos, que debilite el Estado de derecho, que aumente la dependencia externa y que genere conflictos internos y regionales.

La reelección de Bukele evidentemente también implica que el presidente salvadoreño podrá continuar con su proyecto político con la legitimidad de tener el apoyo de las mayorías electorales y de las instituciones con más peso en materia legislativa, judicial y ejecutiva, lo que le da un gran poder para continuar implementando su programa político y sus medidas. Los cuestionamientos internos y externos no faltan ni faltarán,  en medio de su polémico modelo político y social.

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