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SARMIENTO ÍNTIMO

Autora: Alexandra Mulino

Segundo Paso para Nuestra América.- “Sarmiento íntimo”, a grandes rasgos, pretende vislumbrar sus dolores y los soportes morales que lo atajaron y salvaron de una muerte social inevitable. Autor venerado por la historia oficial, detestado por la contrahegemónica, tuvo un filón existencial admirable atravesado por la entereza que sólo proporciona el ejemplo familiar sólido de carácter valorativo, superior a las puras ostentaciones vacuas.

El personaje

 

Sarmiento, nació en San Juan, ciudad argentina, capital de la provincia homónima, en el año de 1811 y falleció en Asunción, Paraguay, en 1888. Hombre de talento polifacético, digno hijo del siglo XIX, quien muy a pesar de sus contradicciones ideológicas, puede afirmarse que fue un autor genuinamente honesto. Entre el imaginario de la colonia y la república debatió su atormentado espíritu. Si bien, no lo movían intereses mezquinos sino el sincero anhelo de orden, paz y progreso como las más acabadas nociones jurídico-políticas e ideológicas que debían conformar la patria y la soberanía.

 

Defendió la noción de barbarie según cánones establecidos por el positivismo y la ilustración. Los dictadores, caudillos, llegados al poder por la vía de la fuerza bruta, fueron concebidos como la antítesis de la modernidad y de la modernización necesaria que requería tanto la Argentina (Buenos Aires y San Juan), como otras sociedades americanas. En consecuencia, el politicastro, el indio y el guacho jamás alcanzarían la pretensión de modelos a seguir.

 

¿Qué detestó en Juan Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas? El intelectual sanjuanino, como buen liberal, rechazó la ideología del caciquismo propio de los caudillos decimonónicos. Obsesionado con el progreso, según cánones modernos, interpretó sus actuaciones como salvajes.

 

Justamente, su visión pragmática, de libre mercado, en el marco de la competencia “perfecta”, requería la viva imagen del prototipo yanqui: time is money; así que ni el indio ni el gaucho representaron la viva imagen del ascenso social; máxime estos nativos fruto de la colonización. Esto último es de suma importancia tomarlo en cuenta en el momento de estudiar ideológicamente al autor en cuestión; en verdad, aborrecía en ellos el subproducto cultural en lo que devinieron durante el coloniaje español, ni sombra de los que fueron antes de la conquista; de esta manera, para éste, era necesario exterminarlos. En verdad, Sarmiento, inclusive hoy en día, trata de un personaje contradictorio e incómodo; como diría Ezequiel Martínez Estrada, un problema nacional.  Al respecto, bien interesante la lectura que desarrolló Christian Ferrer en “Rescate: Sarmiento y Martínez Estrada”:

 

En 1845 Civilización y barbarie se publica por entregas en El Progreso; en 1946, Martínez Estrada escribe su Sarmiento; un año después, publica las dos conferencias leídas en la librería Viau sobre el Facundo, título final del libro a partir de su cuarta edición de 1874. Han transcurrido cien años y Argentina es otro país y el mismo a la vez. La perspectiva que abre el transcurrir temporal mueve a Martínez Estrada a medir sus propias ideas sobre el país con las de Sarmiento, y a éste mismo con el país al que había radiografiado y diagnosticado en su famoso ensayo. Por entonces, se acostumbraba exhumarlo una vez al año en las escuelas bajo la figura fúnebre de prócer de la Patria, pero Sarmiento se le aparece a Martínez Estrada como un índice sintomal del país (www.chasque.net).

 

Madre y padre

 

Laura Albarracín, madre de Sarmiento, nació el 27 de junio de 1774; mujer valiente y trabajadora, llevó adelante su hogar conformado por quince hijos de los cuales sobrevivieron cinco, Paula, Bienvenida, Domingo Faustino, Rosario y Procesa. Su esposo, don José Clemente Sarmiento, si bien padre ejemplar, emprendió negocios y acciones militares que no reportaron bienestar material a la familia.

 

Por aquella mala suerte de mi padre y falta de plan seguido en sus acciones, el sostén de la familia recayó desde los principios del matrimonio sobre los hombros de mi madre…Sobrevenían inviernos que ya el otoño presagiaba amenazadores por la escasa provisión de menesteres y frutas secas que encerraba la despensa…Llegaba el día de la destitución de todo recurso, y su alma se endurecía por la resignación, por el trabajo asiduo, contra aquella prueba (Sarmiento, 1991, p. 153).

 

Ante la adversidad la madre de Sarmiento mostró bravura, aunque también resignación cristiana por mor de la providencia. La existencia en las comarcas fue mucho más compleja en vista de que invitaba al que sobrevivía a resignificar la cotidianidad permanentemente. Esto lo aprendió muy bien Sarmiento en su capacidad de sortear la calamidad sea cual fuere la circunstancia. “¡Bienaventurado los pobres que tal madre han tenido!” (p.155).

 

A pesar de tener parientes acaudalados, dos párrocos de provincia, hermanos de doña Paula, jamás lo ayudaron, ni a su familia “…estos hermanos ignoraban sus angustias” (p.153), ni siquiera con una recomendación a fin de proseguir estudios en el Colegio de Ciencias Morales en Buenos Aires; si bien, aplicó para una beca que se otorgaba por sorteo o por contactos, jamás se la concedieron; así, ante tantas desdichas, se convirtió en un autodidacta, burlándose, de esta manera, del fatal destino de los infelices.

 

Casa familiar

 

Doña Paula, todavía muy joven, y con escasa herencia entre sus manos, se introdujo en el mundo de los textiles con la pretensión última de liberarse de cualquier tutela dañina; esa actitud la llevó a construir con sus propios esfuerzos, su casa, hoy en día convertida en casa-museo en San Juan. Por ello, cuando contrajo matrimonio con don Sarmiento, ya poseía un telar manual que la acompañaría hasta su vejez y techo de su propiedad.

Los valores y las normas que configuraron el accionar y el carácter de la madre de Sarmiento, sobrepasaron con creces los límites morales establecidos por la cultura colonial española; esa fue su “tabla de salvación”. Por tal razón, ante tantos obstáculos existenciales, que éste llegara a gobernador de su pueblo y luego presidente de la República, no trató simplemente de un acto oportunista; no se escriben más o menos 53 volúmenes entre artículos, ensayos, etcétera, porque se es, simplemente, un aventurero.

La integridad de su madre, la rica imaginación de su padre, y el impulso recibido por su tío paterno José Manuel Quiroga Sarmiento, entre otros, abrieron claros horizontes que la ideología castradora de la “Madre Patria” no lo alcanzó como a la mayoría de los oprimidos. Sea cual fuere nuestra diferencia político-ideológica con este personaje, trata de un acto de justicia reconocerlo.

De su casa, Sarmiento fue testigo indiscutible de la transmutación cultural de la colonia a la república; asunto que lastimó y mucho a su madre pero que supo afrontar con temple. Entre tantas remodelaciones internas, en manos de sus dos hermanas mayores, por ejemplo, la poda de la higuera que cobijó el trabajo industrial rudimentario de la matrona, simbólicamente significó no sólo el cambio de época sino todas las dificultades que supo sortear con aplomo; esta fue la mejor herencia que pudo recibir tan complejo intelectual, su reserva moral, por eso pudo levantarse ante las desdichas de la vida que no fueron pocas. Según su propia voz:

…[cuando] mis dos hermanas mayores llegaron a la edad núbil…hubo una revolución interior que costó dos años de debates y a mi madre gruesas lágrimas al dejarse vencer por un mundo nuevo de ideas, hábitos y gustos que no eran aquellos de la existencia colonial de que ella era el último y más acabado tipo (p.162).

Si bien, “el último y más acabado tipo” de una estructura valorativa colonial sui generis propio de un pueblo mestizo que supo acaudalar lo mejor de ese crisol antropo-cultural.

Tal ha sido, pues, el hogar doméstico en que me he criado, y es imposible que, a no tener una naturaleza rebelde, no haya dejado en el alma de sus moradores impresiones indelebles de moral, de trabajo y de virtud, tomadas de aquella sublime escuela en que la industria más laboriosa, la moralidad más pura, la dignidad mantenida en medio de la pobreza, la resignación, se dividían todas las horas.

Bibliografía

Sarmiento, Domingo Faustino (1991). Recuerdos de Provincia. Caracas: Biblioteca Ayacucho, Colección “La Expresión Americana”.

Código para noticias 2089

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