SP NuestrAmérica

La Gran Civilización “Quemalibros”

AUTOR: OMAR HASSAAN FARIÑAS. ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO

Segundo Paso para Nuestra América.- El diplomático e internacionalista Omar Hassaan Fariñas analiza la doble moral de Occidente. Nos pone como ejemplos de ello al semanario satírico francés Charlie Hebdo cuando fue defendido por la sociedad “librepensadora” y secular europea, victimizándolo, a pesar de sus aberrantes e imperdonables caricaturas publicadas contra el Profeta Mohammad (s.a.w.), el Corán y el islam. Estas solidaridades multitudinarias y supuestamente espontáneas, en defensa de una libertad de expresión mal entendida y nefasta, que atropella las libertades de otros distintos y diversos, se contradicen cuando esa misma sociedad europea, tan progresista, culta y libertaria guarda silencio ante el bloqueo del canal ruso RT, entre otros ejemplos.

Del 2011 al 2015, el semanario satírico francés Charlie Hebdo pasó de realizar caricaturas del Profeta Mohammad (s.a.w.)- que es el nombre correcto del profeta del islam, y no ese otro nombre peyorativo, “Mahoma”, que usa Occidente – las cuales eran relativamente ofensivas (con capciones como “100 latigazos si no te mueres de risa”), a dibujos en los que la figura del Profeta (s.a.w.) es objeto de graves e imperdonables ofensas. Como los primeros actos extremistas del seminario no jalaron la suficiente atención de los otros extremistas que se autodenominan “musulmanes”, entonces los franceses tuvieron que ponerse aún más extremistas. El resultado: 12 muertos, múltiples heridos, y una realización clara por parte de los musulmanes del continente europeo, que, al igual que en Estados Unidos, la duplicidad y la doble moral es un aspecto fundamental del carácter europeo.

Los musulmanes de Europa, desde hace tiempo, entienden que censurar las grotescas difamaciones y las asquerosas groserías contra el Profeta del Islam (s.a.w.) o el Libro Sagrado – el Corán – es imposible de lograrse allí en lo que es el “pináculo” de la civilización humana – la iluminada e ilustrada Europa – empero publicar libros que cuestionan el holocausto contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial – o incluso cualquier crítica que se le realice a la Entidad Sionista – es equivalente a perpetrar actos aberrantemente pervertidos, inmorales, deplorables, y que por lo general son identificados como “Hate Crimes” (crímenes de odio). Es este sentido, los primeros no pueden ser censurados a raíz de la sagrada “libertad de expresión”, mientras que los segundos son rápidamente suprimidos, se le extingue este supuesto derecho con una contundencia brutal, y sus ideas son exterminadas.

En el 2015, después de la masacre en el semanario satírico, los franceses y muchos otros europeos salieron a las calles con camisas que demostraban el eslogan del momento: “Je Suis Charlie” (Yo Soy Charlie). Muchos juraron que no dejarán que la tragedia destruya la libertad de expresión que ellos y solo ellos han logrado durante seis o siete milenios de historia humana. Nadie consideró problemático que quienes poseen opiniones al margen del centrismo europeo, suelen perder sistemáticamente ese derecho supuestamente universal, mientras que quienes denuncian que la llamada “libertad de expresión” no es realmente universal, reciben respuestas subjetivas en vez de objetivas, y se cuestiona la persona misma en vez de sus ideas, denunciando a estos como apologistas del extremismo y del terrorismo, etc.

Pero el asunto se pone un poco más complicado cuando surge un enemigo que no puede ser reducido a una mera y maligna expresión de nihilismo destructivo – como los de los bárbaros no-europeos, por ejemplo, los “árabes” y los “musulmanes” – un enemigo que empieza a darle a los europeos occidentales adonde más les duele: la hegemonía de sus máximos líderes de nuestro momento actual, los gringos. Nos referimos aquí, naturalmente, al “enemigo” ruso. Interesantemente, en septiembre y luego en noviembre de 2022, viajé dos veces a los Países Bajos, pasando por Madrid en las dos ocasiones. Al conectarme con las redes a través del Wifi en esos dos países, descubrí que es imposible acceder a RT y Sputnik – dos canales rusos de noticias – ya que están bloqueados en la región por proporcionar “noticias falsas”. En varias partes del continente superiormente ilustrado, es imposible acceder a estas noticias, ya que están bloqueadas por el crimen de propagar “propaganda rusa”. Paradójicamente, nadie salió con camisas que digan “Je Suis RT”.

Pero lo más fascinante es la noticia que acaba de salir, justo en RT, sobre las presiones ejercidas desde el 2022, por parte del gobierno de la República de la “liberté, égalité, fraternité”, para expulsar a RT de su territorio, asunto que al fin se logró, en enero de 2023. Ya RT France no existe en Francia, el país de “Charlie Hebdo”, el país de “Je Suis Charlie”, el mismo país que prometió que el extremismo de los locos musulmanes nunca limitará su libertad de expresión universal. RT nos informa que el 6 de enero de 2023, el principal periódico de izquierda – “Libération” – publicó un artículo titulado: “El prohibido “RT France” sigue accesible y sigue produciendo su propaganda rusa”. El día 14, uno de los principales periódicos del país, “Le Monde”, consideró que el RT es el “contraataque de los medios prorrusos”. Ambos artículos continuaron mostrando cómo RT seguía funcionando, sus periodistas trabajando y sus informes siguen siendo transmitidos y accesibles a través de un VPN, a pesar de que se les suspendió la licencia. Finalmente, le congelaron las cuentas a RT France para que cede de operar y se termine de largar del país de las libertades de expresión, de la misma manera que le congelaron las cuentas al Estado venezolano para que cese de existir en el ámbito internacional. ¡¡Esa sí es la gran “libertad de expresión” europea!!

Geopolíticamente, la OTAN se encuentra en una guerra existencial contra un enemigo inmediato – los malvados rusos – pero esta alianza y en su sentido más amplio, es decir, todos los países occidentales, se enfrentan a un enemigo aún más temible, más peligroso, mejor preparado, pero, sobre todo, mucho más prudente, sabio y experto en el “arte de la Guerra”: El Reino del Medio, la República Popular China. Todo análisis internacional debe tomar como punto de partida, esta gran colisión global. Durante la primera Guerra Fría, los contrincantes principales eran europeos, a pesar de que uno de estos europeos no era de la familia “Occidental” – los rusos de la Unión Soviética.

Pero ahora en esta nueva edición rusa – la liderada por el “monstruo” Vladimir Putin – existe algo cualitativamente diferente. No es precisamente el desmantelamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que lo hace diferente, sino el nuevo socio que trae a la ecuación geopolítica: La China de Mao, la China de Deng, la China de Xi. La diferencia cualitativa es que desde el lento pero seguro proceso de eclipse del Imperio Otomano (Siglo XVII), la hegemonía en el sistema internacional ha sido un monopolio netamente Occidental, y el único real o serio contrincante no-europeo que desafió las potencias europeas – el Imperio del Sol Naciente – fue subyugado con dos bombas atómicas y una castración total de su política exterior, desde finales de la Segunda Guerra Mundial y hasta nuestros días.

Pero la situación geopolítica actual constituye un grave peligro colectivo para los países occidentales, porque se está conformando un mundo nuevo en el cual se disputan la hegemonía países como China e India, y potencias como Turquía e Irán pueden sostener políticas exteriores independientes y hasta antagónicas, en relación con los intereses de los “ilustrados” occidentales. Difícil y hasta agobiante para la raza superior, es un mundo en donde el privilegio “europeo” está llegando a su fin: Ya no hay la China dócilmente repartida entre las potencias europeas, ya no existe la India como la “joya” del imperio británica, ya no hay más “El Shah persa, siervo de los europeos”, ni tampoco el “hombre enfermo de Europa”, como denominaban sarcásticamente al imperio otomano. Durante la primera Guerra Fría, ciertos europeos se podían dar el lujo de ser neutrales, no-alineados e independientes, pues la hegemonía gringa era solo eso, gringa. Pero con las realidades de este mundo alta e irreversiblemente multipolar, la hegemonía gringa – o lo que queda de esta – es el último bastión de la supremacía europea, en un mundo que está cesando de ser “europeo”.

Es por esto que tristes países como Finlandia, Suecia y los demás, fueron exitosa y apresuradamente “persuadidos” a entrar a la OTAN, estimulados a asumir una postura profundamente hostil hacia Rusia ahora, a pesar de que estos mismos países nunca demostraron estos niveles de hostilidad cuando la Unión Soviética invadió a Hungría en 1956, por ejemplo. Antes, la Unión Soviética no fue un desafío existencial para la hegemonía occidental, pero ahora, la terrible y temible multipolaridad de la actualidad hace que estos europeos dispersos y desunidos ahora tengan que agruparse y sostenerse entre ellos mismos de manera más unida…pues “its a scary world out there”, como dicen los gringos (es un mundo que asusta, allá afuera).

Es menester dejar esta noción absolutamente clara, producto de su inmensa importancia para comprender la realidad de nuestro momento histórico: no se trata de un miedo que tienen los occidentales a China o a Rusia per se – aunque estas mismas potencias son las más preocupantes del momento para ellos, sin duda alguna – sino un miedo al carácter innegablemente multipolar de un sistema internacional que debería seguir siendo predominantemente “occidental”: un sol “europeo” que configura un sistema heliocéntrico en el cual todas las “esferas” que orbitan la colosal masa estelar, obedecen sumisamente la gran fuerza de la gravedad occidental. El mundo del Siglo XXI – tal cual como lo indicó el Comandante Hugo Chávez hace más de un cuarto de Siglo atrás – ya no es el “backyard” o el patio trasero del mundo occidental.

Y justo en este punto es que entra la República Turca. Los turcos, fieles y dedicados aliados de los gringos, entran a la OTAN en 1952 – a pesar de ser rechazados en la alianza dos veces por los mismos gringos, desde 1948 – justo por ser enemigos de los rusos, y por estar cerca de ellos, geográficamente. Fue en Turquía que Estados Unidos colocó sus misiles balísticos “Júpiter”, los cuales fueron la verdadera causa de la crisis de los misiles cubanos de la década de 1960. Desde temprano, los turcos fueron fuertes y dedicados aliados de los gringos, lo cual significaba que era una decisión altamente lógica incorporar a este fuerte y dedicado guerrero de la Guerra Fría y del anticomunismo, a la famosa alianza gringa. Asegurados del carácter totalmente sumiso y obediente de la Ankara de entonces, Estados Unidos procedió a otorgarle derechos a los turcos iguales a los de los otros miembros, para que contribuye de manera más eficaz en el cerco montado contra la Unión Soviética.

Pero después de tanto tiempo, llegó el malévolo Recep Tayib Erdogan, y todo progresivamente se echó a perder: ahora Turquía es un tremendo obstáculo para la proyección de la OTAN, y justo en el momento en el cual la hegemonía occidental se enfrenta a un verdadero riesgo existencial. Turquía no fue y nunca será – por más que sus militares Kemalistas lo desean – parte del mundo occidental, y su presencia como un actor no-occidental en la alianza gringa, es un grave problema de seguridad para los europeos y los gringos. Turquía en este momento es el único país de la alianza gringa que no obedece a los gringos, y en vez de enviar armas y tanques a Kiev, habla de acuerdos para exportar granos rusos y ucranianos hacia los países africanos y de negociaciones diplomáticas para ponerle fin a las hostilidades en Ucrania, en vez de echar toda la leña que tenga al fuego de ese conflicto, hasta que se consuma la totalidad de Rusia (y hasta pudiera acabar con toda Ucrania también, si fuera absolutamente necesario).

Ahora bien, justo durante este momento tan delicado y crucial de la historia europea y de sus antiguas colonias (excluyendo naturalmente a las colonias iberoamericanas, las cuales no forman parte del mundo occidental) – momento en el cual los occidentales deben envolverse todos en la bandera gringa – viene este “outsider” y obstaculiza el ingreso de Suecia y Finlandia a la alianza occidental. Es que se trata del mismo “outsider” que fue admitido décadas antes por su ejemplar servicio en la lucha contra justo el mismo monstruo ruso que hoy amenaza la supremacía occidental. ¡¡Qué desgracia!!

Por esta razón geopolítica e incluso de grado “civilizatorio”, es que los europeos recurren en la actualidad a una de sus grandes tradiciones civilizadas e ilustradas: la de quemar libros, ¡¡y qué gran y larga tradición es esta, en el continente de Carlo Magno!! En 1244, agentes de la ley franceses incendiaron veinticuatro carruajes de Talmudes y otros manuscritos religiosos judíos en las calles de París. Los reconquistadores ibéricos no paraban de quemar el Corán y otros textos en árabe, o traducidos del árabe, incluyendo obras de la filosofía griega y de matemática, las ciencias naturales, historia, etc. Durante el genocidio ibérico en el continente americano, los españoles quemaron numerosos libros escritos por indígenas, aun hasta después que estos sean “civilizados”. Varios libros escritos por los descendientes de los aztecas fueron quemados por los conquistadores y sacerdotes españoles, como el obispo Diego de Landa, en 1562. A lo largo de los siglos XVI y XVII, la quema de libros pasó en la Gran Bretaña de los anglicanos y puritanos, de ser un hecho raro u ocasional, a un procedimiento anti-católico al aire libre bajo una representación burocrática y hasta casi teatral. Claro, no podemos olvidarnos de las grandes tradiciones alemanas de quemar libros durante la era Nazi, cuando en 1933, la federación de estudiantes nazi quemó decenas de miles de volúmenes, todo lo que pudieron encontrar de una lista que comprendía para entonces más de cuatro mil títulos.

Los europeos, fieles esclavos de sus grandes tradiciones, retomaron recientemente esta práctica cuando el malévolo Erdogan rechazó aprobar el ingreso de Finlandia y Suecia a la alianza gringa, a raíz del continúo apoyo europeo a los kurdos que colocan bombas en los mercados abiertos de Estambul. Obviamente, colocar bombas en mercados abiertos es terrorismo vil e inhumano, cuando afecta a poblaciones queridas como los de la Entidad Sionista, pero se transforman mágicamente en actos heroicos de emancipación, cuando se trata de desestabilizar gobiernos satánicos como el de Erdogan. Nada nuevo para nosotros, naturalmente.

Pero lo interesante de estas últimas actividades de quemar libros no es que estén quemando el Corán, ya desde el Siglo nuevo los europeos están activos con este tipo de “expresiones civilizadas”. En vez, nos llama la atención fuertemente que los actores que queman el libro sagrado musulmán en la actualidad, son los mismos que igualmente “escupen” puro veneno contra los judíos en Europa y en el resto del Universo, y son a la vez condenados por las propias autoridades de sus países, denunciando repetidamente sus acciones de odio como “hate crimes”, y prohibiendo sus acciones y panfletos anti-judíos. No obstante, estos mismos extremistas de los países nórdicos ahora solicitaron de sus propias autoridades los permisos legales para quemar el Corán públicamente, y se les concedieron la permisología de manera inmediata, justificando este apoyo estatal y público con la misma idea empleada desde los tiempos de Charlie Hebdo: No podemos suprimir el derecho a la libre expresión, derecho que siempre queda velozmente suspendido y sin efecto, cuando se trata del Holocausto o de cualquier expresión anti-judía o incluso hasta anti-sionista, como también desvaneció recientemente del léxico europeo, cuando cerraron a RT France, hace pocos días.

Para quien suscribe, fue imposible de contener las carcajadas de la tragicomedia europea y de las confusiones de la Raza Superior, cuando estos decidieron quemar el Corán en frente de la Embajada de Turquía en Suecia y Dinamarca, pero también en frente de la Embajada Rusa – por razones que se escapan a mi persona – lo que demuestra el verdadero grado de inteligencia y sabiduría de esta raza incuestionablemente superior. Con estas acciones, salieron a molestar a Vladimir Putin – el ruso y ortodoxo cristiano – quemando el libro del islam, en frente de su embajada. ¡¡Toma tu tomate, Putin!!

Ahora bien, explorando este evento altamente civilizado de los europeos, colocándolo en el contexto de Charlie Hebdo, de RT France, y de todo lo demás que demuestra la doble moral de la raza superior sobre el derecho de expresión, me encontré con una anécdota muy interesante en la página electrónica de El Yazeera, otro instrumento mediático altamente diabólico (como RT), condenado en muchas ocasiones por los europeos. Aparentemente, un grupo de musulmanes en Pakistán decidió responder a los actos de los suecos, daneses y otros europeos, quemando algo que les duela a los europeos. Lamentablemente para estos agentes vengativos, tuvieron que abandonar sus esfuerzos revanchistas sin quemar absolutamente nada, luego de determinar que no existe un equivalente al Corán, en la actual gran civilización del “Pater Europae”.

Justo esta última observación que se encuentra en El Yazerra, forma el punto que deseamos resaltar en este documento. Los musulmanes les duelen que le quemen el Corán – incluyendo el autor de este documento – les duelen que le insulten a Mohammad (s.a.w.), o a Jesús Cristo, hijo de María, o a Moisés o a Abrahán, todos profetas de la fe musulmana (la paz sea con ellos). A un venezolano – por más Chavista o anti-Chavista que sea – le duele que le quemen una imagen del Libertador Simón Bolívar, al igual que a un chino – nacionalista de Taiwán o comunista de la República Popular – se ofendería al escuchar insultos hacia el Doctor Sun Yat-sen, fundador de la República China, en 1911. No obstante, ¿de qué se pudiera ofender el europeo de la actualidad? ¿Cuál libro o símbolo sería realmente sagrado para su sistema de creencias, de valores y de pensamiento? En realidad, ninguno existe. Ni los textos religiosos, ni los trabajos de los filósofos ilustrados, ni las banderas nacionalistas, ni las ideologías ni todo lo que se le pudiera asignar valor intrínseco de índole espiritual, moral, intelectual o emocional. Nada, salvo el dinero – su dinero – pudiera causarle a un europeo el dolor que un musulmán suele sufrir, al ver su libro sagrado quemándose en las plazas abiertas del continente de la Raza Superior.

Esto último nos dice mucho sobre el futuro del mundo occidental, en realidad. Esta indiferencia europea, esta pérdida de nexo orgánico y pasional entre la práctica cotidiana y las creencias y los valores, no es una condición de su pasado, sino de su presente. En el pasado, el alemán nazi lo era por convicción, por pasión, a pesar de todo el genocidio y la deshumanización que eso implicaba. El británico consideraba que él era una especie de ser por encima incluso del resto de los arios y los germánicos, quienes supuestamente eran menos civilizados que ellos mismos. El estadounidense juraba que era la raza (a pesar de que se trata aquí de una nacionalidad, y no una raza) escogida por Dios, superior a la primera raza divinamente selecta, la de los hebreos. Cuando hablaban del Destino Manifiesto, eso era literalmente una religión para ellos, una fuente de pura convicción y fuerza interna. No ponemos en duda que estas convicciones llevaron a millones de amerindios, africanos, judíos y eslavos al exterminio, para nada, pero tampoco se puede ignorar que estas ideas eran parte del poder y la fuerza que los llevó a esclavizar el mundo entero, durante varios siglos. La pasión de sus convicciones durante estos últimos siglos – sean estas humanistas o genocidas – nunca pudiera ponerse en duda.

Pero justo cuando la hegemonía global sale del mundo occidental y se fragmenta entre potencias emergentes en un mundo irreversiblemente multipolar, es que se evidencia que el “fuego de la convicción”, las llamas que surgen de la creencia, de la fe y de los valores que unen y no dispersan, se desvanecen y se derriten, al frente de nuestros propios ojos. Cuando hablamos de la fe, no nos referimos necesariamente a la fe religiosa, pues pudiera ser fe en Dios, en el materialismo, en el humanismo, en el progreso, el marxismo o el fascismo, pero fe en algo, en vez de este posmoderno nihilista y muerto, en donde nada sirve, nada vale, nada es sagrado, nada quema y hace arder con las llamas de una convicción, todo con una mecánica infinita y altamente mundana, que solo busca acumular más dinero, sin valores civilizadores algunos.

¿Qué le duele al europeo, más allá de su propio dinero? Aunque ellos siguen practicando su tradición milenaria de quemar libros, nadie les puede hacer lo mismo. Al contrario de las viles creencias y prácticas nazis – que por más diabólicas que eran, por lo menos poseían la fuerza de sus propias convicciones – la quemadura del Corán en el 2023 obedece a mundanos esfuerzos de los gobiernos europeos para castigar al socio no deseado de la OTAN, esperando que el Satánico Señor Erdogan desaparezca en las próximas elecciones presidenciales que se celebrarán en Turquía en mayo, a ser reemplazado por un decente “Kemalista” que obedezca, y así poder poner orden de nuevo en la “casa que Estados Unidos construyó”. No obstante, al contrario del glorioso pasado europeo, la quemadura esta vez tuvo nada que ver con la movilización de las masas a favor de una causa, de una convicción, o de una fe.

Los europeos saben que necesitan envolverse bajo el manto de los gringos, no solamente por falta de independencia, o debilidad, o sumisión, sino que, por más caótico, desastroso e incompetente que se ha transformado el “Líder del Mundo Libre”, este actualmente es el único que queda como líder de todos los europeos. Pronto, tendremos un mundo chino, indio, turco, africano y, peor aún, un mundo árabe o latinoamericano, de todo, salvo un mundo blanco. Erdogan actualmente está obstaculizando esta necesaria y urgente unión, en un momento históricamente determinante para la continuidad de la supremacía de la Raza Superior, y por eso regresan a quemar libros, pero en esta nueva quemadura, nadie sale apasionadamente a sumar esfuerzos, ni mucho menos a quemar gente como lo hacían antes, pero con ganas, con convicción, con pasión y con fuerza interna. Ya esos momentos de fuerza y convicción se encuentran en el pasado europeo, y no en el presente de los últimos momentos de este posmodernismo, nihilismo, y de eclipse de la hegemonía gringa.

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