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La agotada democracia española y la alternancia del poder: La clase trabajadora a merced del “sistema posfranquista”

AUTOR: RÚKLEMAN PALACIOS. ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO

Segundo Paso para Nuestra América.- En el contexto político actual en España, se observa una clara recomposición de las fuerzas políticas y una debacle de la llamada “izquierda española”, lo que ha permitido el fortalecimiento de las fuerzas conservadoras como el Partido Popular y Vox. La percepción general es que la sociedad española se está desplazando a la derecha. Es claro que la economía ha jugado un papel fundamental en la derrota del PSOE. La crisis económica en el país es una manifestación de las contradicciones inherentes al sistema capitalista, y la clase trabajadora ha sufrido las peores consecuencias de la crisis. Aun así, la derrota del PSOE puede ser una oportunidad para la clase trabajadora y los sindicatos de reorganizarse y plantar una respuesta fuerte a la crisis económica.

La debacle del PSOE y del progresismo en las últimas elecciones es una consecuencia directa de esta desconexión de la llamada “izquierda” con las demandas y necesidades de las clases trabajadoras. De hecho, la participación electoral ha caído a un 30%, lo que muestra la falta de confianza generalizada en la política institucional y la necesidad de una transformación social significativa.

En este nuevo contexto político, el Partido Popular y Vox han emergido como las fuerzas políticas literalmente irrefutables en la política española y ambos partidos están trabajando juntos para formar un bloque electoral de derecha. El discurso conservador de Vox y la política regresiva de los populares atraen a sectores cada vez más amplios de la sociedad española, a menudo a través de los temores que genera el creciente número de migrantes.

La emergencia del PP y Vox como fuerzas políticas dominantes refleja la lucha por el poder y la hegemonía, es decir, la capacidad de una clase para imponer su visión del mundo y de la política. Sin embargo, estas fuerzas políticas no representan los intereses de las clases trabajadoras y carecen de un verdadero compromiso con la transformación social y la justicia social.

En el tablero de la política española el movimiento de Sánchez era obvio: adelanto de elecciones; una salida ya empleada con anterioridad, pero en aquella ocasión, con una alianza que hoy representa un lastre para él y su partido, como lo es Unidas-Podemos, una agrupación que ha defraudado hasta ahora las expectativas de una generación de españoles que levantó su voz indignada hace ya mas de 12 años el 15-M, un movimiento que representó en su momento una inspiración para las luchas populares en toda Europa y el mundo. Su dispersión programática y su oportunismo burocrático terminaron quemando todo el capital electoral de la justificada indignación en España.

La situación política actual demuestra la necesidad de un cambio radical en la política local e internacional, que permita equilibrar, en principio, la balanza entre los opresores y los oprimidos y establezca las condiciones para la construcción de una sociedad más justa y equitativa. La participación de las clases trabajadoras es fundamental para lograrlo. La ausencia de una representación clara de sus intereses es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los trabajadores españoles, y es una de las principales causas del declive de la llamada “izquierda” en España en las últimas elecciones, dejando claro su papel de catalizador de las contradicciones entre capital y trabajo, tras años de medidas regresivas, maquillados ajustes, posiciones ambiguas respecto al comportamiento de la OTAN en el conflicto ucraniano, apoyando el financiamiento a la guerra y acompañando muchas veces la narrativa fascista que se promueve desde la propaganda de uno de los bandos en pugna, entre otras muchas acciones que develan la naturaleza acomodaticia de la izquierda “progre”, un proyecto carente de horizontes arropado por el marketing político que banaliza la lucha de diversos sectores, dando prioridad a reivindicaciones puntuales de las minorías, dispersando las luchas unificadas y nutriendo el argumentario conservador con estrafalarias iniciativas políticas y legislativas.

Es fundamental un cambio en la dinámica política que permita llevar a las clases trabajadoras a un lugar central dentro del proceso político y establecer los cimientos para la construcción de una sociedad más justa y equitativa en el futuro. Las agrupaciones políticas que orienten esfuerzos en conquistar la subjetividad de la clase trabajadora pueden impulsar estas transformaciones. La derecha ha iniciado un refrescamiento de su imagen con la aparición de VOX, quienes han impulsado la narrativa antinmigración explotada por los aparatos ideológicos tradicionales, sedimentada en una importante porción de la masa crítica adversa al modelo de alternancia del poder posfranquista. La alternancia en el poder ha sido concebida como la práctica democrática de permitir que varios partidos políticos o coaliciones compitan por el poder y se turnen en el gobierno a través de “elecciones libres y transparentes”. En el modelo español el bipartidismo ofrece las dos caras de la misma moneda, cambian los actores, pero el sistema sigue siendo el mismo, y sólo en algunos matices se diferencian las alternativas.

Pero todavía una gran parte de los trabajadores españoles se abstienen de la dinámica electoral que impone el actual modelo democrático. Un porcentaje amplio de la sociedad española tampoco es seducido por el camaleónico, pero siempre retrogrado discurso de VOX, lo que revela síntomas de agotamiento e insatisfacción crecientes, y permite identificar las demandas más urgentes que pudiesen integrar las luchas y el surgimiento de liderazgos genuinos a favor de los trabajadores.

La crisis económica ha afectado de manera significativa a la clase trabajadora, y muchos atribuyen la derrota del PSOE a su gestión de la crisis. La economía española ha sufrido un declive importante en los últimos años. El crecimiento económico se ha ralentizado después de un período de recuperación que comenzó en 2013, el desempleo sigue siendo alto y la desigualdad económica ha aumentado. Según el INE, la tasa de paro en 2023 fue del 16,7%, lo que está muy por encima de la media de la UE. Además, el 40% de los trabajadores en España tienen contratos temporales y, por lo tanto, no disfrutan de la misma protección que los trabajadores con contrato indefinido.

El ajuste fiscal llevado a cabo por el gobierno socialista para reducir el déficit público ha tenido efectos negativos en la economía y la población. El aumento de impuestos y los recortes en el gasto público han afectado a los sectores más vulnerables de la sociedad, mientras que las grandes empresas y los ricos han salido ilesos.

En este contexto, la derrota del PSOE en las elecciones del 28 de mayo de 2023 no es sorprendente. La gestión de la crisis económica ha sido considerada como la principal causa de su derrota, y muchos en el partido culpan al liderazgo de Pedro Sánchez y la falta de una estrategia clara para abordar los problemas económicos.

La situación económica actual en España se puede entender en términos de la lucha de clases y las contradicciones inherentes al sistema capitalista. En este sentido, la crisis económica en España es una manifestación de las contradicciones entre los intereses de los propietarios de los medios de producción y los intereses de las clases trabajadoras.

En la lucha de clases -concepto que no consideramos exclusivo, pero si central para el análisis de la sociedad- los propietarios de los medios de producción buscan maximizar sus ganancias explotando a los trabajadores y tratando de reducir los costes laborales, la pulsión entre opuestos en esta contradicción define y caracteriza la lucha. La reciente crisis económica en España ha sido un intento de los capitalistas de volver a establecer las condiciones para su acumulación de capital a expensas de los trabajadores.

La respuesta del gobierno “socialista” ha sido la de aceptar las medidas de austeridad impuestas por las élites capitalistas, en lugar de luchar por una política económica que satisfaga los intereses de la mayoría de la población, degastando su papel mediador y su utilidad para las élites, quienes activan la conquista de la población descontenta a través de sus aparatos hegemónicos manipulando la opinión pública en favor de opciones de gobierno más conservadoras y reaccionarias. El PSOE centrará su discurso en derrotar la abstención, seguramente recurriendo a las reivindicaciones sociales como bandera, con alguno que otro momento de impacto en la opinión pública y una nueva alianza tras la pulverización del liderazgo del “progresismo podemista”.

En este contexto, el porvenir de la clase trabajadora en España dependerá de su capacidad para organizarse y luchar contra las políticas neoliberales y regresivas. La reciente derrota del PSOE en las elecciones del 28 de mayo de 2023 puede ser una oportunidad para la clase trabajadora y los sindicatos de reagruparse y organizar una respuesta unitaria y efectiva a la crisis económica.

Un posible gobierno de la alianza derechista podría agudizar las medidas de austeridad y la reducción de la inversión social, así como la toma de medidas que coarten derechos laborales, como tradicionalmente ocurre en los sistemas de “alternancia democrática”. Esto implicará una escalada en las tensiones y medidas más radicales por parte de los trabajadores para la protección de sus derechos esenciales, una rendija para que la clase trabajadora europea se articule en luchas comunes, tomando en cuenta el desgaste de las opciones progresistas y social-liberales y neo-conservadoras que han emergido e implosionada con apenas una década de existencia.

En el futuro próximo, la clase trabajadora española deberá luchar por políticas que prioricen la creación de empleos y la protección de los trabajadores, así como por una reestructuración de la economía que se centre en satisfacer las necesidades de la mayoría de la población y no en mantener el status quo de las élites, deberán luchar por medidas políticas que permitan una distribución más equitativa del ingreso del país, de modo que los beneficios del crecimiento se distribuyan de manera justa, minimizando la desigualdad y la pobreza en el país. Pero el compromiso también es global, cada lucha de la clase trabajadora en cada país pertenece a todos los trabajadores.

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