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El triunfo de Erdogan y las lecciones para el Sur Global

AUTOR: OMAR HASSAAN. ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO

Segundo Paso para Nuestra América.- Las categorías y conceptos con los cuales intentamos describir y comprender el mundo y las sociedades han sido concebidos desde una perspectiva colonialista o se han cargado semánticamente con la visión hegemónica. Uno de ellos es el concepto de “democracia”. Esta subjetividad dominante del conocimiento, unívoca y unipolar, es con la que Occidente define el Sur Global, insurgente, pluriversal y multipolar. La forma en que se ha tratado el resultado de la reciente reelección del presidente Erdogan en Türkiye es un claro ejemplo de ello. La “democracia” es solo una “etiqueta” que otorga o niega Estados Unidos y sus aliados.

Cuando estudiaba en la Universidad de Western, en Canadá (anteriormente llamada “Western Ontario”), asistí a una clase de Ciencias Políticas en la cual el instructor exigió de los alumnos que presentaran una definición de “democracia”. La universidad era para ese entonces, y sigue siendo, un centro altamente conservador de los estudios económicos, y la abrumadora mayoría de los estudiantes de esa época (1999) eran igualmente conservadores.

Los participantes compitieron entre ellos mismos para ver quién lograba la respuesta más elocuente, más filosófica y, por ende, la más desprovista de las realidades cotidianas y del control oligárquico que efectivamente existe en sus propias sociedades. Mi definición fue la que seguramente se esperaban de un problemático y poco popular estudiante como yo– ese que viene de los países terroristas (Mundo Árabe) y de esos otros países que son traficantes de drogas (América Latina)- así que la definición resultó poco convencional y quizás poco adecuada para una casa de los saberes tan “ilustrada” como lo es Western: “La democracia es el sistema de gobierno en los países fuera de la esfera del Mundo Occidental que reciba dicha “etiqueta” por parte del Departamento de Estado estadounidense y de los medios hegemónicos que operan en la misma esfera, en un momento dado, ya que la misma “etiqueta” puede ser “retirada” tan rápidamente como fue otorgada, en primer lugar”.

Mi definición quedó descartada del debate en la clase, alegando que el proceso de educación no tiene tiempo para “malcontents” como yo (personas que reclaman y hacen problemas, o sea problemáticos). El debate continuó con las formas más “puras” y abstractas de la democracia (es decir, las que se celebran en Narnia y el feliz mundo de Harry Potter), quizás con el toque más acrítico y divorciado de las realidades de ese mismo país que pudiéramos imaginar. No puedo conceptualizar una educación que más favorece a las elites que la organizada en esas instituciones de educación superior canadiense.

Lo importante de esta observación es que era válida en el año 1999, y ahora es aún más válida y relevante. Ya sin muchas pretensiones, ya sin eufemismos y discursos de doble sentido, realmente la democracia en un país del Sur Global tiene que esperar el dictamen de Washington, a ver si es una democracia o no, antes de poder definirse por sí misma. O por lo menos así pretenden los occidentales.

Caso en punto, la victoria electoral en Türkiye, del Presidente Recep Tayib Erdogan. El 28 de mayo de 2023, Erdogan logró derrocar al candidato de la oposición, el mismo que varias potencias occidentales deseaban que ganara para expulsar a Erdogan del poder, y así presenciar el regreso de Türkiye al manto de la OTAN (en la práctica, ya que oficialmente nunca dejó la OTAN) y el mundo occidental. Las elecciones fueron perfectamente legitimas y legales, no hubo denuncias de fraude, contó con observadores nacionales e internacionales, no se celebraron marchas y contramarchas para denunciar fraude o robo del voto, todas las movilizaciones fueron pacíficas, y no tuvieron lugar controversias que ameriten ser investigadas. Adicionalmente, el nivel de participación en las elecciones llegó a ser de 89%. En Estados Unidos, en el 2016, fue de 61%, en Alemania (2021) fue de 61.8% y en Francia (2022) fue de 72%, la más baja desde 1969, cifra que es aún menor si consideramos que 9% de los votos fueron “blancos”.

Ahora bien, ¿qué informaron al respecto los medios de comunicación occidentales? Reuters publicó una noticia de apenas cinco o seis líneas, informando que ganó Erdogan. Eso fue todo para un evento con repercusiones globales de gran magnitud. El Daily Telegraph de los británicos informó que “Erdogan ha extendido sus dos décadas en el poder con las elecciones este último domingo, ganado un mandato para perseguir políticas autoritarias que han polarizado a Turquía (escribiendo el nombre del país de la manera antigua, rechazando así escribirla como fue decidida por el pueblo turco: “Türkiye”) y que la ha llevado a ser una amenaza militar en la región”. Igualmente, no tuvo problemas en indicar que, aunque el mundo occidental esperaba una derrota para Erdogan, la Unión Europea celebra la victoria de Erdogan (de manera no oficial, naturalmente), ya que significa que no tendrán que buscar nuevas excusas con un nuevo presidente (Kilicdaroglu, el candidato opositor) para rechazar la entrada del país de mayoría musulmana a su unión. El Telegraph informa que “los planes (del candidato opositor) de reactivar el proceso de ingreso de Türkiye a la Unión Europea, hubieran sido recibidos con horror en la Fortaleza de Europa…en donde hasta políticos moderados se involucran en las guerras culturales sobre la “islamización” de la cultura “judío-cristiana” de Europa”.

En el 2016, Türkiye fue víctima de un golpe de Estado que fracasó drásticamente. El autor intelectual del golpe – Fethullah Gülen – vive tranquilamente en Estados Unidos, sin consecuencia alguna, bajo la protección del gobierno estadounidense. Durante el golpe de Estado, más de 300 personas murieron y más de 2.100 resultaron heridas. Muchos edificios gubernamentales, incluido el Parlamento turco y el Palacio Presidencial, fueron bombardeados desde el aire. Siguieron arrestos masivos, con al menos 40.000 detenidos, incluidos al menos 10.000 soldados y 2.745 jueces, por estar afiliados al intento de golpe. También se suspendió a 15.000 miembros del personal educativo y se revocaron las licencias de 21.000 maestros que trabajaban en instituciones privadas, leales a Gülen.

Interesantemente, a pesar de que un golpe implica una ruptura de la democracia, Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea solo pidieron “respeto a las instituciones democráticas en Turquía y sus funcionarios electos”, sin condenar el golpe, a pesar de que tampoco negaron que fue uno. Solo Irán se opuso claramente al golpe y aconsejó a Erdogan que derrotara a los golpistas.

El presidente Erdoğan dijo que el jefe del Comando Central de los Estados Unidos, el general Joseph Votel, estaba claramente “del lado de los golpistas”, luego de que este criticó al gobierno turco por arrestar a los contactos del Pentágono en Turquía, involucrados operativamente en el golpe de Estado. En marzo de 2017, el Comité Selecto de Asuntos Exteriores del Parlamento Británico dijo que algunos gulenistas estaban involucrados en el intento de Golpe de Estado, pero no encontró “pruebas contundentes” (ya que no las buscó) de que Fethullah Gülen planeó el golpe fallido, por lo cual no considera necesario que el Reino Unido designara al movimiento Gülen como una “organización terrorista”. Mientras tanto, la organización que ayudó a acabar con el mal llamado “Estado Islámico” de Daaesh en Irak y Siria, la famosa “Fuerza Quds” – una división de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán – sí fue automáticamente identificada como una “organización terrorista” por parte de Gan Bretaña y sus primos al otro lado del Atlántico, y lo hicieron sin detenerse a pensarlo ni por un momento.

Desde el Golpe de Estado y el simple hecho de que Erdogan logró sobrevivir a este, tanto los medios de comunicación occidentales como los gobiernos de varios países de ese “mundo” y sus “analistas”, le han “arrancado” el carácter democrático al gobierno en Ankara, y ahora se refieren a él como un gobierno autoritario, desprovisto de democracia. Luego de las elecciones de mayo de 2023, continúa la misma condición de “autoritario” y “no-democrático” otorgado por los occidentales, a pesar del proceso electoral, el cual fue altamente democrático y sobre todo participativoque acaba de vivir el país euroasiático; definitivamente mucho más participativo que los procesos electorales llevados a cabo en los propios países occidentales que lo señalan.

Entonces, ¿Me equivoqué, hace veinticuatro años atrás, cuando informé que la democracia es simplemente la “etiqueta” que se otorga y se niega por parte de Estados Unidos y sus aliados (subordinados)? Le dejó esta pregunta al lector, pero sin antes realizar una observación final, de gran importancia.

Estados Unidos y su maquinaria de narrativas continúa su cruzada por asignar y suspender las “licencias” de democracia en los países del Sur Global – lo que ellos denominan despectivamente como el “Tercer Mundo” – y nosotros en el Sur seguimos aceptando los criterios de gente que se han desgastado en la putrefacción de sus propias hipocresías. La única verdadera manera para obtener esa “licencia de democracia” por parte de la “Raza Superior”, es pertenecer a su bloque geopolítico, es seguir su política exterior y colocar a un país en posición subordinada a sus intereses geoestratégicos, pero más importante, sus intereses geoeconómicos. En Francia aplanan a las protestas, en Gran Bretaña durante el gobierno de la Señora Theresa May se aprobaron leyes para reprimir las protestas socioeconómicas, y en Estados Unidos matan a los afrodescendientes a diestras y siniestras sin piedad alguna. ¿Quiénes son estos para liberar y otorgar “licencias de democracia” al resto de la humanidad?

La verdadera soberanía es la de poder diseñar e implementar una política económica de acuerdo con las necesidades de las mayorías de un país, al igual que su política exterior. Quienes realizan esto, suelen implementar medidas y acciones que se distancian del proyecto de restauración de la unipolaridad estadounidense en un mundo irreversiblemente multipolar. Por lo cual, primeramente, pierden su “licencia” de democracia, luego obtienen la “boleta” de autoritarismo, para después recibir las multas en forma de “sanciones” (medidas coercitivas unilaterales), las cuales estimulan golpes y/o “revoluciones de colores”, para finalmente celebrar la ruptura del hilo constitucional (cuando las “revoluciones” son exitosas) o condenar el orden constitucional debidamente establecido por proteger su legalidad y su soberanía (cuando las “revoluciones” de colores fracasan). Entonces, ¿hasta cuándo vamos a seguir escuchando a esta gente, no de doble sino de triple y cuádruple moral?

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